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Manuel Sánchez-Sevilla es el pseudónimo de José Manuel Sánchez Rodríguez (Sevilla 1974), escritor sevillano caracterizado por narraciones sencillas, capaz de transportarnos en el tiempo con sus novelas. Su debut literario ocurrió con ‘Como la vida misma’, un compendio de relatos cortos donde la humanidad caracteriza cada historia. ‘Gaia Augusta’ fue su primera novela histórica y con la que ha cosechado éxito de críticas tanto en España como en Sudamérica. En ‘El enigma de las Seis Copas’, su segunda novela, nos traslada a la Al-Andalus profunda, donde misterio y ciencia se dan la mano. Ahora acaba de publicar ‘El tesoro del alcázar’ en la que el escritor sevillano porfía por el género histórico, un territorio que le atrae particularmente.
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Tras la derrota del ejército napoleónico en Bailen, el Rey, José Bonaparte retrocedió con su Estado Mayor hasta Vitoria. La victoria de las tropas españolas, ayudadas por las gentes de Jaén y el sofocante calor, había supuesto el primer revés sufrido por los franceses. El emperador no iba a consentir que aquello quedara impune, la honra y el prestigio de la grande armée, estaban en juego. Doscientos cincuenta mil soldados franceses llegaron a España comandados por el mismísimo Napoleón Bonaparte desplegándose inmediatamente por todo el país. Los sitios de Zaragoza y Gerona fueron dos ejemplos de resistencia española, pero todo era inútil contra el ejército que había vencido en Austerlitz y conquistado media Europa, aniquilando a enemigos bien pertrechados e invadiendo gran cantidad del territorio peninsular. Tras vencer en las afueras de Madrid al último contingente español, Napoleón llegó a la capital restituyendo en el trono a su hermano José y dejando libre el camino hacia Sevilla. Los nobles hispalenses, ante la inminencia de la invasión y el ruido de saqueos y pillajes, decidieron poner a buen recaudo sus bienes más preciados, encargando para esta misión al notario maese Rodrigo de Vega. Con este planteamiento de partida, Manuel Sánchez-Sevilla ha escrito su tercera novela, ‘El tesoro del alcázar’, editada por Algaida, que promocionó por Valencia hace unas fechas.
Manuel, ¿qué significa escribir para ti?
Para mí escribir significa una necesidad, ya que aunque no publicase escribiría igual. La escritura, además, me ofrece otras alternativas porque me hubiera gustado vivir mil vidas y como eso no es posible, me proporciona la capacidad de hacerlo, ya que me permite ser fraile, médico o luchador y, además, moverme por muchos lugares y épocas distintas.
Debutaste con un libro de cuentos para luego pasar a la novela, ¿podemos decir que el género breve te sirvió de «entrenamiento»?
No, no, el cuento me gusta y volveré a él. Fíjate que, para contar cosas actuales, me va mucho mejor el cuento que la novela. La novela la utilizo para narraciones históricas.
¿Cuál fue el primer chispazo o la primera imagen que te incitó a escribir ‘El tesoro del alcázar’?
A los autores nos gusta escarbar en lo que no se conoce. En una ocasión leí un artículo sobre la ocultación de bienes por parte de los nobles ante la inminente llegada del ejército francés para ocupar Sevilla, algo que luego no resultó tan duro, porque la ciudad se rindió y las tropas, en primera instancia, no la saquearon. De aquel artículo me llamó la atención que la gente importante había sacado sus bienes para librarlos del saqueo y, a partir de este hecho puntual, surgió la novela.
¿Cómo escritor de novela histórica te posicionas en algún bando?
No, yo me dedico a contar los hechos, por eso en la novela observamos que durante la guerra se produjo un choque curioso, ya que mientras los sevillanos veían que estaban siendo invadidos por un ejército extranjero, al mismo tiempo se daban cuenta de que les proporcionaban trabajo y que, a lo mejor, los franceses no eran tan malos como parecían. Fíjate hasta qué punto llegó la cosa, que el Día del Emperador se celebraba a orillas del Guadalquivir.
¿Existía temor en España de que los franceses tratasen de imponer los ideales de su revolución en nuestro país?
Hay un hecho muy claro y es que la Pepa fue una constitución que adaptaba los principios básicos de la Revolución Francesa a nuestro país. Por eso en cuanto llegó Fernando VII la abolió. Como ya he dicho, los franceses traían consigo muchas ideas muy interesantes, que no cuajaron.
Igual que muchos escritores de novela histórica, ¿has utilizado las lagunas existentes para dar rienda suelta a tu imaginación?
Sí, claro, los autores buscamos lagunas porque todo lo que no lo sea está ya recogido y resulta difícil convertirlo en ficción. Por ejemplo, sabemos que Pepe Botella vivió en el Alcázar de Sevilla durante dos años. Es seguro que en ese tiempo daría fiestas allí, pero eso no está reflejado en ninguna parte y ese detalle lo utilizo en mi beneficio para colocar mis personajes de ficción, que también están sometidos a lo que hicieron los protagonistas reales.
Dicen que los que escribís novela histórica no tratáis temas actuales porque os da miedo hacerlo.
No, no, yo escribo género histórico porque se me da mejor que el contemporáneo, a pesar de que a priori el proceso de documentación para una novela actual es más sencillo, puesto que hablas de cosas que estás viviendo. Cada escritor ha de ver sus puntos débiles y fuertes y minimizar unos y optimizar otros.
¿Te gustaría que ‘El tesoro del alcázar’ fuese una novela que diera pie a investigaciones posteriores?
Desde mi punto de vista eso sería un error, pero digamos que es lo menos malo que puede ocurrir. Creo que la novela histórica debería servir de puente entre la ficción y lo que ocurrió en realidad en una época determinada. Estaría bien que la gente tomase la novela histórica como un punto de inquietud, algo que le incitara a descubrir la verdad. El lector debe tener claro que la novela histórica no es un ensayo, simplemente es un libro para hacerte pasar un buen rato, nada más.
¿Al día de hoy vive un buen momento en España la novela histórica?
Por culpa de las leyes docentes, la Historia cada vez va a menos, igual que las Humanidades. El ser humano se pregunta siempre de dónde procede y trata de suplir las lagunas de sus conocimientos a través de la novela histórica. Pero no creo que haya un boom de este género, porque siempre ha tenido seguidores. Lo que ocurre es que de vez en cuando tiene picos de lectores al alza, pero nada más.
Últimamente y en varias novelas, Sevilla ha sido utilizada como escenario, ¿Sevilla sí que tiene quien le escriba?
Ahora Sevilla sí que tiene quien le escribe, especialmente desde que ha brotado una hornada de autores jóvenes, de esos que están alrededor de los cuarenta años, que están sacando a la luz la época de los reinos de taifas, la de la ocupación francesa o la actual. Hasta ahora no aparecía mucho en las novelas, porque era como si nos hubiera dado pudor escribir sobre nuestra propia historia. Pero, ya te digo, que desde hace ocho o diez años esto ha cambiado y Sevilla es el trasfondo de muchas novelas.
Hablemos un poco de la estructura de ‘El tesoro del alcázar’. Predominan los capítulos más bien cortos, ¿lo has hecho con el propósito de dinamizar la lectura?
Este esquema me funcionó muy bien en mi primera novela. Yo empleo una técnica que consiste en dejar al lector con la incertidumbre de saber qué va a suceder en el siguiente capítulo. Es mi manera de engancharle para que siga leyendo.
La has escrito en tercera persona, ¿por qué? ¿No te planteaste otras voces narrativas?
En esta no, pero es muy posible que mi próxima novela la escriba en primera persona, algo que constituye para mí todo un reto.
Acabamos por hoy: ¿el exceso de erudición o de conocimientos perjudica o beneficia a la novela?
Sin duda que perjudica, excepto algunas excepciones como Santiago Posteguillo o José Luis Corral. En general, los historiadores no suelen ser escritores de novela histórica, porque resulta difícil conseguir el equilibrio necesario entre el dato histórico y la ficción. Ahora bien, cuando lo logran, surge una obra maestra.
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