Alfonso Zapico (Blimes, Asturias, 1981) es diplomado en Ilustración y Diseño por la Escuela de Arte de Oviedo. Hace un par de años irrumpió en el panorama del cómic español con su novela gráfica ‘Café Budapest’, a la que siguió después el álbum ‘La guerra del profesor Bertenev’. En ambas obras, los personajes se sumergen en un escenario histórico en conflicto, por el que transitan y sobreviven. O, al menos, lo intentan. En el Saló Internacional del Cómic de Barcelona 2010, Alfonso Zapico ha sido galardonado con el Premio al Mejor Autor Revelación. Ya de regreso a su estudio, meditando lo que significa o puede significar este éxito, el dibujante asturiano ha contestado mis preguntas sobre su trabajo, su vida diaria y un atisbo de futuro.
Alfonso Zapico.
Herme Cerezo / SIGLO XXI
Hasta hace poco, lo único que conocía del cómic asturiano – sin pretender ofender a nadie – era un antiguo elepé de música pop-rock, titulado ‘Hazañas Bélicas’, editado por los Stukas a principios de los años ochenta. ¿Hay mucha tradición comiquera en tu tierra?
Asturias es una región pequeña, y tiene una pequeña historia en cuanto a dibujantes. Desde el cómic popular durante el franquismo (Alfonso Iglesias, Les aventures de Pinín) hasta la generación de los hermanos De la Fuente, Álvarez Buylla y otros que trabajaron mucho durante los 70. La última generación de creadores la conforman Javi Rodríguez, el desaparecido Igor Medio, David Lafuente o Fernando Pasarín, que trabajan para USA y Francia. Si no se puede hablar en sí mismo de "cómic asturiano", sí se puede hablar, sin duda, de dibujantes asturianos que se prodigan por doquier.
Te desenvuelves cómodamente como un creador, como un contador de historias, ¿por qué elegiste precisamente el cómic como medio de expresión artístico?
Es un medio muy ágil y directo. Me permite crear atmósferas y tridimensionalizar personajes a través de mi dibujo. Hay gente que transmite a través de la danza, el teatro o la pintura. Yo utilizo el cómic porque es mi lenguaje natural. Aunque no sabría explicar muy bien por qué.
Retomando el símil de la primera pregunta: ¿vivir exclusivamente del cómic en nuestro país es una hazaña bélica? ¿Tú consigues hacerlo?
No, por supuesto. Me diversifico mucho, hago trabajos de ilustración, de diseño, ilustro libros de texto, colaboro en prensa… Cuando trabajo para pagar las facturas soy ilustrador, y cuando me meto en faena con una novela gráfica soy autor. Intento vivir en equilibrio.
¿Cómo es un día de trabajo de Alfonso Zapico? ¿Dibujante diurno o nocturno?
Soy diurno, aunque tengo un horario bastante caótico. Me siento delante del ordenador sobre las 10:30 horas, procrastino, contesto mails, miro la prensa… Hago un parón para comer, café y tertulia con los amigos y por la tarde me exprimo dibujando. A veces pierdo mucho el tiempo y los remordimientos de conciencia me obligan a trabajar hasta tarde, así que me convierto en nocturno según cuando convenga.
Hasta ahora a este lado de los Pirineos has publicado ‘Café Budapest’ y ‘La guerra del profesor Bertenev’, justo al revés que en Francia. ¿Por qué este cambio?
Pues cosas del azar. Bertenev estaba pensado para el mercado español, en blanco y negro, pero una editorial francófona se interesó y cambiamos el formato para adaptarlo al mercado francés. Luego llegó Café Budapest, que estaba pensado en color como un álbum tradicional francés, pero finalmente se editó en España en formato novela gráfica en blanco y negro, con lo que ha ganado mucho. Pienso que he tenido suerte con esta peripecia tan extraña, porque los dos álbumes han visto la luz en el medio más natural y que mejor les convenía.
Publicar en Francia parece algo indispensable para todo autor español que quiera vivir de sus viñetas, ¿qué nos falta a los lectores españoles para que el cómic alcance el mismo prestigio social del que goza allí?
Francia y España son países diferentes, con mercados diferentes y una percepción del cómic diferente. La BD francesa forma parte de su cultura y es una industria nacional, que mueve mucho dinero y de la que dependen muchos puestos de trabajo. España es un mercado pequeño, pero el cómic goza cada vez más de reconocimiento social, se abre el abanico de lectores y se destierran prejuicios de antaño. Dejando de lado agravios comparativos, yo soy muy optimista con el estado del cómic en España.
¿Por qué ese interés por los conflictos históricos? ¿Son un buen marco para extraer lo mejor y lo peor de los personajes de ficción?
Me gustan los decorados históricos para mis personajes. Bertenev era una historia de guerra y me hubiera valido cualquiera, pero escogí la de Crimea porque es particularmente absurda. En Café Budapest intenté hurgar en el comienzo de un choque como el palestino-israelí para ver qué sacaba de allí. Hay un conflicto permanente en el ser humano, y es esto lo que me interesa. Estos momentos, estas épocas, son solo el fondo, quizá un poco desenfocado con respecto a las pequeñas historias de los personajes protagonistas. En ellas encuentro los auténticos conflictos.
La exactitud histórica de tus argumentos imagino que conllevará un costoso proceso de documentación previa, ¿cuál es tu metodología de trabajo?
Soy muy egoísta con el tema que escojo para mis historias, y las hago para aprender y nutrirme yo mismo además de transmitir al lector; cuando comencé con Café Budapest no sabía gran cosa sobre el inicio de las desavenencias entre árabes y judíos en Jerusalén. Me informé, leí, me documenté, busqué fotografías… Aprendí mucho con este álbum, aunque no intento hacer una simulación de los escenarios, sino una recreación. Que la atmósfera sea creíble es importante para que el lector viaje por las páginas y pueda oler la vegetación, escuchar la música o sentir un apretón de manos.
Tus personajes, Yehezkel y Bertenev, se enfrentan a su tiempo, buscan su propio espacio, nadan contra corriente...
No los considero seres excepcionales. Ambos son víctimas del tiempo que les ha tocado vivir, y como hijos de la adversidad, tienen la obligación moral de intentar sobrevivir y salir adelante.
Al mismo tiempo tienen la sensación de no comprender muy bien todo lo que les envuelve.
Los dos llegan a un lugar hostil y desconocido (Bertenev a un campo de prisioneros y Yechezkel a un país extranjero a punto de entrar en guerra). Es cierto que no comprenden ese medio ni a la gente que les rodea, pero su propia humanidad y la búsqueda de su lugar en el mundo es lo que les permitirá mantenerse a flote.
Psicológicamente trabajas mucho tus personajes, ¿es sencillo transmitir su modo de ser utilizando el lenguaje del cómic?
El cómic es un lenguaje que me da facilidades. No es complicado comprender a mis personajes, ya no sólo a través de sus diálogos, sino también observando sus rostros, sus movimientos e incluso con sus silencios.
Bertenev es un tipo simpático que, aparentemente no entiende nada, pero que en el fondo controla un montón, ¿hay mucho de Zapico en Bertenev?
Sí y no. Bertenev no es un reflejo de mí mismo, pero sí lo utilizo un poco, y en ocasiones las preguntas que se hace, la tristeza que le pesa o la rabia que proclama me pertenecen también. A mí y a muchos otros, claro.
En el Saló Internacional del Cómic de Barcelona 2010, te han otorgado el Premio al Mejor Autor Revelación, ¿qué significa este galardón para ti?
El premio es muy importante, porque da difusión al álbum y promociona al autor, además de permitirme el año próximo organizar una pequeña exposición en el Saló del Cómic. Ha sido una sorpresa fantástica que no esperaba y que aún no sé muy bien cómo aprovechar o de qué modo influirá en mi trabajo.
Este respaldo del Saló, ¿puede significar la apertura de nuevas puertas para Alfonso Zapico?
Esa es la parte que desconozco. El premio me ha ayudado mucho en el sentido de que hace una gran labor de promoción que yo mismo, por mi timidez y mi hermética forma de vida nunca hubiera conseguido de otra forma. Si esa promoción se traducirá en más oportunidades, no lo sé. Mientras lo averiguo me dedicaré a seguir dibujando como siempre.
Y la última, como no, todo un tópico: ¿en qué andas metido ahora?
Intento acabar mi última novela gráfica, Dublinés, que editará Astiberri en 2010. Es una biografía del escritor irlandés James Joyce, un pequeño recorrido por una vida común de un hombre corriente que escribió un libro extraordinario (Ulysses) cuyo protagonista es un tipo de lo más ordinario. Así y todo, y ésta es la paradoja y la magia de Joyce, todo es nuevo y sorprendente, todo es humano en su historia.
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