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Etiquetas | Paraguay | Política

Complot en Whatsapp para asesinar al presidente

De acuerdo a las graves denuncias que el partido de gobierno en Paraguay ha decidido acompañar, en un grupo de Whatsapp se gestaba un macabro plan para asesinar a Horacio Cartes
Luis Agüero Wagner
miércoles, 1 de febrero de 2017, 00:15 h (CET)
La historia de la política abunda en conjuras para asesinar a importantes líderes, desde Julio César a John Kennedy, pasando por Abraham Lincoln, Cánovas del Castillo, el Archiduque Francisco Fernando, Huey Long, Olof Palme o Isaac Rabin. Sin embargo, ni Cayo Casio, ni Marco Junio Bruto, ni John Wilkes Booth o Lee Harvey Oswald habían sido tan torpes como exponer sus planes y pretensiones a través del servicio de mensajería Whatsapp.

El honor de ser los primeros en participar de una conjura vía whatsapp no corresponde, aunque cueste creerlo, a delincuentes debidamente prontuariados, sino a nada más y nada menos que a los Senadores paraguayos Robert Acevedo, Carlos Amarilla, Miguel Angel Lopez Perito y Desirée Masi.

En una conversación grupal, la senadora Masi no solo propone contratar un sicario, también propone consultar con el célebre narcotraficante Chimenez Pavao sobre un supuesto pedido de dinero por parte de autoridades del gobierno que encabeza el presidente Horacio Cartes. El criminal que se encuentra tras las rejas, en espera de su extradición al Brasil, se convertiría en el principal testigo del grupo de Senadores para emprender un impeachment que destituya al presidente de Paraguay. Lindo programa. De acuerdo a lo estipulado en la Constitución, derrocando a Cartes el actual presidente del Congreso ocuparía su lugar. En las conversaciones, los conjurados sacan a luz su nerviosismo por la inminente enmienda de la Constitución paraguaya, que permita a los presidentes del país ser reelegibles, algo que ya está decidido pero cuya aprobación irrita a los poderes fácticos.

Lo más curioso es que ninguno de los complotados ha dado explicaciones satisfactorias con respecto a las conversaciones que desataron el escándalo, y de manera soberbia, ni siquiera atinan a justificarlas aunque sea diciendo que se trataba de comentarios humorísticos. La actitud evoca la de ciertos diarios que pretenden ser los únicos leídos y dueños de la verdad, y no reconocen jamás una equivocación.

Las acusaciones, por otra parte, recuerdan a las preguntas estúpidas que realizan en algunos países las autoridades migratorias, como si uno piensa derrocar al gobierno, asesinar al presidente o si forma parte de alguna organización terrorista. Si alguien tiene intenciones de obtener un visado, tratándose de una persona sin antecedentes, es obvio que la respuesta debe ser negativa.

Es lo que se espera de personas en su sano juicio, y con más razón se espera de quienes tienen la gran responsabilidad de representar a sectores de la ciudadanía en un Senado. En lo que refiere a las ausentes explicaciones, resulta curioso que guarden silencio sobre acusaciones tan graves quienes constantemente acusan a sus adversarios con tanta locuacidad.

La clave para comprender la ligereza con el cual estos senadores hablaron de derrocar al gobierno y asesinar al presidente a través de un servicio de mensajería, puede buscarse en la fuerza extraordinaria que esta facción supone tener, por estar respaldada por cierto monopolio de medios de comunicación.

Se trata de una facción de presuntos líderes que se supone impunes, por el simple argumento de contar con el respaldo de algunos propietarios de diarios y empresarios poderosos, quienes se acostumbraron a marcar la agenda informativa y política del país. Esta cobertura, suponen, implican que son disculpables todos sus exabruptos o todos los disturbios que sean capaces de crear.

Al parecer, no han caído en cuenta de que se les acaba el tiempo de créditos y exoneración, y que tienen los días contados. Pronto una enmienda de la Constitución no solo convertirá en reelegible al presidente, también marcará el fin de los gobiernos presionables y claudicantes que asolaron al país durante las últimas décadas.

Será también el fin del poderío de ciertas empresas periodísticas, que incapaces de abrirse a los nuevos tiempos en materia de comunicaciones, siguen pretendiendo controlar la mente pública e imponer con manipulaciones informativas sus designios.

Los anacronismos siempre aparecen cuando una era termina y episodios donde afloran los trasnochados, siempre han sido un signo de los tiempos. Si no fuera así, no existirían distintas épocas en la historia.

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