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Robert J. Samuelson

El regalo del gas de pizarra

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WASHINGTON -- Probablemente nunca haya oído hablar del petrolero George Mitchell, pero más que nadie, él ha cambiado las perspectivas energéticas globales. En 1981, la pequeña petrolera de Mitchell se enfrentaba al problema de las menguantes reservas de gas natural. Propuso una idea radical -- hacer prospecciones más profundas en los campos de extracción de la compañía en Texas para llegar a los yacimientos de pizarra portadora de gas ubicados a más de una milla de profundidad. Dado que el gas está celosamente confinado, la mayoría de los ingenieros estaban seguros de que extraerlo de forma rentable sería demasiado caro. Pero tras casi dos décadas de intentos, Mitchell demostró que los que dudaban se equivocaban. El resultado: el mundo tiene más gas natural disponible del que nadie sospechaba.

La marea negra de BP arroja una sombra sobre casi todas las noticias energéticas. Bueno, el gas de pizarra es buena noticia. Este es el motivo.

Hasta hace poco, las escasas reservas estadounidenses de gas natural sugerían incrementar la dependencia del caro abastecimiento exterior de gas natural licuado (LNG). Ya no. Después, el gas natural emite alrededor de un 50% menos de dióxido de carbono -- el principal gas de efecto invernadero -- que el carbón. Sustituir el carbón por el gas en las centrales térmicas puede moderar las emisiones. Finalmente, el gas de pizarra en Europa y Asia tiene enormes implicaciones geopolíticas. Puede paliar la dependencia del gas natural ruso y dar al traste con cualquier cártel del gas que copie a la OPEP.

La cantidad de gas pizarra que existe es desconocida, pero las estimaciones son colosales. El Comité de Gas Potencial está constituido por un grupo de geólogos que estiman con regularidad las reservas de gas estadounidense. En el año 2000, las estimaciones del grupo hablaban de alrededor de 54 años al ritmo de consumo anual presente; hacia el año 2008, eran casi 90 años. "Esto no es el final", dice el geólogo John Curtis, de la Facultad de Minas de Colorado. A nivel global, un estudio estima la reserva extraíble en 16.200 billones de pies cúbicos, más de 150 veces el consumo mundial anual de gas actual.

Ciertas técnicas de prospección petrolera estándar, aplicadas con imaginación, liberaron el gas de pizarra. La primera fue "la fractura" (también llamada "fractura hidráulica"): inyectar líquido en los yacimientos para crear caminos que permiten que el gas fluya hasta el gaseoducto de extracción. Durante años, los ingenieros de Mitchell experimentaron con distintos "fluidos de fractura hidráulica". Todos resultaban caros, y las emisiones resultantes de gas no eran rentables. Entonces, en 1997, los ingenieros probaron una mezcla menos cara de arena y agua. El rendimiento económico del gas de pizarra mejoró de forma dramática, explica Dan Steward, un antiguo geólogo que trabajaba para
Mitchell.
Devon Energy, que compró la empresa de Mitchell en el año 2002, mejoró aún más el rendimiento económico al hacer hincapié en la "prospección horizontal". A través de las torres de prospección convencionales, la perforadora va directa al yacimiento y recoge el gas o el crudo próximo a la perforación. Con la prospección horizontal, el conducto está inclinado cuando llega al yacimiento y recoge gas o crudo a cientos o miles de pies de profundidad. El flujo de gas se eleva. Hacen falta menos torres. El coste baja dramáticamente.

El gas natural supone alrededor de la cuarta parte del consumo energético estadounidense -- calefacción, generación de electricidad y fábricas. Esto probablemente crecerá, pero el incipiente crecimiento del gas de pizarra se enfrenta a dos problemas. El primero es la histeria.

El gas de pizarra tiene muchas virtudes, pero los beneficios llegan dentro de un margen. No es ninguna panacea para cada problema energético.

Considere el impacto sobre las importaciones de crudo. En teoría, el gas natural -- comprimido o licuado -- puede reemplazar a la gasolina en ciertos vehículos. Pero el gas natural alimenta hoy a alrededor de 120.000 vehículos de los alrededor de 250 millones de coches, camionetas, camiones y autobuses estadounidenses. A los precios actuales, el gas natural es competitivo con respecto a la gasolina, pero reviste un problema de causalidad: los conductores no lo van a consumir sin que haya estaciones de servicio; las empresas no van a construir estaciones de servicio sin conductores.

De manera que el salto al combustible probablemente se centrará en los camiones de transporte pesado con rutas regulares que exigen pocas estaciones de servicio. Si 500.000 camiones de carga pesada se pasaran al gas natural, el consumo de gasolina descendería casi medio millón de barriles al día, según estima Michael Eaves, de Clean Energy, una empresa que construye estaciones de servicio de gas natural. Eso es alrededor del 5% de las importaciones estadounidenses de petróleo. El impacto es enorme porque los camiones recorren alrededor de 100.000 millas cada año y tienen un consumo de sólo cinco millas por galón, dice Eaves.

Consideraciones parecidas se aplican a la sustitución del carbón por el gas natural en la generación de electricidad. Sobre el papel, el potencial parece enorme porque muchos generadores alimentados por gas están infrautilizados. Pero intervienen problemas prácticos. El carbón es el combustible de bajo coste; las centrales térmicas de carbón y gas a menudo alimentan mercados diferentes. Considerando todo, las centrales térmicas de gas actuales pueden reducir la electricidad creada por carbón entre un 5 a un 9%, según estima un estudio del Servicio de Documentación del Congreso. Las centrales futuras pueden ampliar este margen.

La segunda amenaza al gas de pizarra es la sobrerregulación. Los ecologistas están divididos. Algunos prefieren el gas de pizarra como "combustible intermedio" deseable hasta que se amplíe el uso de las energías independientes de los combustibles fósiles. Otros argumentan que la prospección de gas amenaza los pozos de agua potable; era la temática de "Gasilandia", una película emitida en la HBO. Las acusaciones parecen desproporcionadas. Como reafirma el vertido de BP, toda prospección exige regulación. Hay cuestiones medioambientales, en especial la seguridad del almacenamiento de los "fluidos de fractura hidráulica". Pero la prospección terrestre, incluyendo la "fractura", se ha desarrollado durante décadas sin contaminar los pozos de agua. Con el gas de pizarra, miles de pies separan normalmente los yacimientos de pizarra de los acuíferos subterráneos.

La tenacidad de George Mitchell convirtió el gas de pizarra en un enorme regalo geológico. Sólo un loco lo rechazaría.

El regalo del gas de pizarra

Robert J. Samuelson
Robert J. Samuelson
miércoles, 4 de agosto de 2010, 00:18 h (CET)
WASHINGTON -- Probablemente nunca haya oído hablar del petrolero George Mitchell, pero más que nadie, él ha cambiado las perspectivas energéticas globales. En 1981, la pequeña petrolera de Mitchell se enfrentaba al problema de las menguantes reservas de gas natural. Propuso una idea radical -- hacer prospecciones más profundas en los campos de extracción de la compañía en Texas para llegar a los yacimientos de pizarra portadora de gas ubicados a más de una milla de profundidad. Dado que el gas está celosamente confinado, la mayoría de los ingenieros estaban seguros de que extraerlo de forma rentable sería demasiado caro. Pero tras casi dos décadas de intentos, Mitchell demostró que los que dudaban se equivocaban. El resultado: el mundo tiene más gas natural disponible del que nadie sospechaba.

La marea negra de BP arroja una sombra sobre casi todas las noticias energéticas. Bueno, el gas de pizarra es buena noticia. Este es el motivo.

Hasta hace poco, las escasas reservas estadounidenses de gas natural sugerían incrementar la dependencia del caro abastecimiento exterior de gas natural licuado (LNG). Ya no. Después, el gas natural emite alrededor de un 50% menos de dióxido de carbono -- el principal gas de efecto invernadero -- que el carbón. Sustituir el carbón por el gas en las centrales térmicas puede moderar las emisiones. Finalmente, el gas de pizarra en Europa y Asia tiene enormes implicaciones geopolíticas. Puede paliar la dependencia del gas natural ruso y dar al traste con cualquier cártel del gas que copie a la OPEP.

La cantidad de gas pizarra que existe es desconocida, pero las estimaciones son colosales. El Comité de Gas Potencial está constituido por un grupo de geólogos que estiman con regularidad las reservas de gas estadounidense. En el año 2000, las estimaciones del grupo hablaban de alrededor de 54 años al ritmo de consumo anual presente; hacia el año 2008, eran casi 90 años. "Esto no es el final", dice el geólogo John Curtis, de la Facultad de Minas de Colorado. A nivel global, un estudio estima la reserva extraíble en 16.200 billones de pies cúbicos, más de 150 veces el consumo mundial anual de gas actual.

Ciertas técnicas de prospección petrolera estándar, aplicadas con imaginación, liberaron el gas de pizarra. La primera fue "la fractura" (también llamada "fractura hidráulica"): inyectar líquido en los yacimientos para crear caminos que permiten que el gas fluya hasta el gaseoducto de extracción. Durante años, los ingenieros de Mitchell experimentaron con distintos "fluidos de fractura hidráulica". Todos resultaban caros, y las emisiones resultantes de gas no eran rentables. Entonces, en 1997, los ingenieros probaron una mezcla menos cara de arena y agua. El rendimiento económico del gas de pizarra mejoró de forma dramática, explica Dan Steward, un antiguo geólogo que trabajaba para
Mitchell.
Devon Energy, que compró la empresa de Mitchell en el año 2002, mejoró aún más el rendimiento económico al hacer hincapié en la "prospección horizontal". A través de las torres de prospección convencionales, la perforadora va directa al yacimiento y recoge el gas o el crudo próximo a la perforación. Con la prospección horizontal, el conducto está inclinado cuando llega al yacimiento y recoge gas o crudo a cientos o miles de pies de profundidad. El flujo de gas se eleva. Hacen falta menos torres. El coste baja dramáticamente.

El gas natural supone alrededor de la cuarta parte del consumo energético estadounidense -- calefacción, generación de electricidad y fábricas. Esto probablemente crecerá, pero el incipiente crecimiento del gas de pizarra se enfrenta a dos problemas. El primero es la histeria.

El gas de pizarra tiene muchas virtudes, pero los beneficios llegan dentro de un margen. No es ninguna panacea para cada problema energético.

Considere el impacto sobre las importaciones de crudo. En teoría, el gas natural -- comprimido o licuado -- puede reemplazar a la gasolina en ciertos vehículos. Pero el gas natural alimenta hoy a alrededor de 120.000 vehículos de los alrededor de 250 millones de coches, camionetas, camiones y autobuses estadounidenses. A los precios actuales, el gas natural es competitivo con respecto a la gasolina, pero reviste un problema de causalidad: los conductores no lo van a consumir sin que haya estaciones de servicio; las empresas no van a construir estaciones de servicio sin conductores.

De manera que el salto al combustible probablemente se centrará en los camiones de transporte pesado con rutas regulares que exigen pocas estaciones de servicio. Si 500.000 camiones de carga pesada se pasaran al gas natural, el consumo de gasolina descendería casi medio millón de barriles al día, según estima Michael Eaves, de Clean Energy, una empresa que construye estaciones de servicio de gas natural. Eso es alrededor del 5% de las importaciones estadounidenses de petróleo. El impacto es enorme porque los camiones recorren alrededor de 100.000 millas cada año y tienen un consumo de sólo cinco millas por galón, dice Eaves.

Consideraciones parecidas se aplican a la sustitución del carbón por el gas natural en la generación de electricidad. Sobre el papel, el potencial parece enorme porque muchos generadores alimentados por gas están infrautilizados. Pero intervienen problemas prácticos. El carbón es el combustible de bajo coste; las centrales térmicas de carbón y gas a menudo alimentan mercados diferentes. Considerando todo, las centrales térmicas de gas actuales pueden reducir la electricidad creada por carbón entre un 5 a un 9%, según estima un estudio del Servicio de Documentación del Congreso. Las centrales futuras pueden ampliar este margen.

La segunda amenaza al gas de pizarra es la sobrerregulación. Los ecologistas están divididos. Algunos prefieren el gas de pizarra como "combustible intermedio" deseable hasta que se amplíe el uso de las energías independientes de los combustibles fósiles. Otros argumentan que la prospección de gas amenaza los pozos de agua potable; era la temática de "Gasilandia", una película emitida en la HBO. Las acusaciones parecen desproporcionadas. Como reafirma el vertido de BP, toda prospección exige regulación. Hay cuestiones medioambientales, en especial la seguridad del almacenamiento de los "fluidos de fractura hidráulica". Pero la prospección terrestre, incluyendo la "fractura", se ha desarrollado durante décadas sin contaminar los pozos de agua. Con el gas de pizarra, miles de pies separan normalmente los yacimientos de pizarra de los acuíferos subterráneos.

La tenacidad de George Mitchell convirtió el gas de pizarra en un enorme regalo geológico. Sólo un loco lo rechazaría.

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