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Sobre los toros en Catalunya

José Luis Sánchez
Redacción
jueves, 19 de agosto de 2010, 05:32 h (CET)
En 1821, un tal Richard Martin, propuso por primera vez, en el parlamento británico, una ley para prohibir los malos tratos a los animales, concretamente a los caballos. Dicha propuesta provocó risas y burlas entre los asistentes. Hubo un parlamentario que gritó: “también se podrían prohibir los malos tratos a los perros, incluso a los gatos”, lo cual ya desembocó en un estallido de carcajadas en toda la cámara. Curiosamente la ley se aprobó, pero no para proteger a los caballos, sino a sus dueños, ya que estos animales eran considerados como bienes.

El pasado 28 de Julio, el Parlament votó la propuesta presentada por la Plataforma PROU, avalada por 180.000 firmas, para prohibir las corridas de toros en Catalunya. Finalmente, como ya se habrán enterado, la propuesta salió adelante, y las corridas de toros pasarán a mejor vida a partir del 1 de enero de 2012. Si tenemos en cuenta que estamos hablando de un “espectáculo” de fuerte tradición, es muy probable que esta misma propuesta, presentada en 1821, hubiera dado con el bueno de Martin en un centro psiquiátrico. Desde luego el avance social es importante, y más aún teniendo en cuenta que los oprimidos no pueden alzar la voz, ni convocar manifestación alguna, ni gritar ¡basta ya!

Pero hay algo que considero tan importante como el propio resultado de la votación. Hemos asistido durante demasiados años al silencio sepulcral de los políticos y de los medios de comunicación sobre este tema. Se hablaba sobre toros, sí, pero no de esta forma. Ahora las alarmas han saltado y todo el mundo las puede escuchar. Meses antes de la votación definitiva se abrió un periodo de debate en la propia cámara catalana. Muchas personas involucradas en la cuestión expresaron sus opiniones y defendieron sus posturas. Expresiones como “sufrimiento de los toros”, “derechos de los animales”o “espectáculo éticamente inaceptable” fueron escuchadas por todos los asistentes en boca de filósofos y científicos. Ahora se habla de esto en las cámaras de representantes, en los medios de comunicación y en todo el mundo. Los políticos no han tenido más remedio que opinar, que tomar una postura ante esta situación, y eso es importante. El líder del partido de la oposición ha dicho, por ejemplo, que prohibir las corridas de toros es como prohibir las carreras de motos. Bueno, así a bote pronto se me ocurren unas cuarenta diferencias entre las corridas de toros y el motociclismo, quizás la más relevante sea que en uno de estos eventos se le obliga a un ser vivo a participar, y después es torturado hasta la muerte ante el aplauso de los asistentes. Algunos pueden pensar que el señor Rajoy no estuvo muy afortunado con esa comparación, que quizás no quiso decir eso, pero yo creo que sí, que dijo exactamente lo que quería decir, y eso es bueno que se sepa. Otro ejemplo, la vicepresidenta del gobierno y otras personalidades han dicho cosas como: “El gobierno no es partidario de prohibir, sino de elegir en libertad”, “prohibir las corridas de toros es atentar contra la libertad individual” o “a nadie se le obliga a ir a los toros”. Es bueno que sepamos que estas personas confunden los toros con la ópera. Ahora podremos explicarles que si queremos que se prohíban las corridas de toros no es porque no nos gusten, que no nos gustan, sino porque al animal le están haciendo lo que le están haciendo, y eso ocurre indistintamente vayamos a verlas o no. Ahí es donde quiero llegar, que más quisiera yo que el señor Rajoy y la vicepresidenta del gobierno pensasen de otra forma, pero ahora por lo menos sabemos lo que piensan, ahora podemos debatir sobre el asunto, podemos decidir con más conocimiento de causa el votarles o no, y quien sabe si algún día podremos hacer que reflexionen y entren en razón. Lo que está claro es que lo mejor que se puede hacer para que algo se quede como está es no hablar de ello, si las cosas no se remueven no cambian.

Estamos sin duda ante un paso importante en el avance social por el respeto hacia los animales. Un avance que seguirá imparable, porque está amparado por la ética, la ciencia y la razón. En la medida en que vayamos conociendo lo que somos realmente los animales iremos cambiando nuestra forma de pensar y de actuar. Las cosas están cambiando, y parece que ya no hay risas ni burlas entre los parlamentarios.

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Censura. No la juzgo como una práctica muy denostada en estos días. Por el contrario, se me antoja que tiene más adeptos de los que, a priori, pudiéramos presumir. Como muestra de ello, hay un sector de usuarios que están abandonando cierta red social para migrar a otra más homogénea, y no con el fin de huir de la censura, sino por la ausencia o supresión de la misma en la primera de ellas.

Vivimos agazapados sobre los detalles mínimos a nuestro alcance y llegamos a convencernos de que esa es la auténtica realidad. Convencidos o resignados, estamos instalados en esta polémica de manera permanente; no aparece el tono resolutivo por ninguna parte. Aunque miremos las mismas cosas, cada quien ve cosas con matices diferentes y la disyuntiva permanece abierta.

El nombramiento de Teresa Ribera huele que apesta, aunque el Partido Popular y el Gobierno han escenificado perfectamente su falso enfrentamiento. Dicen en mi tierra que entre hienas no se muerden cuando no conviene o, si lo prefieren, entre bomberos no se pisan la manguera. El caso es que el Gobierno y sus socios ya celebran por todo lo alto ese inútil e inesperado nombramiento.

 
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