Georgie Dann, aquel francés que quiso ser nadador pero que llegó a ser un virtuoso del clarinete, fue durante años el artífice de la canción del verano en España, allá por los sesenta y siguientes, del siglo pasado. Aquellas cancioncillas pegadizas y ramplonas ponían a bailar a los cándidos veraneantes mientras tostaban sus cuerpos en las playas, desconociendo que con el tiempo, el sol les pasaría severa factura cutánea. “El chiringuito”, “La barbacoa”, “El bimbó” o “El negro no puede”, hoy políticamente incorrecta, fueron algunos de los ritmos a los que Georgie Dann se empleó a fondo.
Pero este verano le ha salido un competidor al francés: Pepiño Blanco, ministro de Fomento. El que ha tenido en danza a veraneantes presentes y futuros con su cateta y desaliñada tonadilla “Controlar a los controladores” que viene a ser un remake del “Mecagüento” del propio Georgie Dann, aquella que comenzaba “El momento ya llegó, me han pagado la extraordinaria…”.
La controversia entre controladores y Fomento tuvo el final de su primera parte cuando después de que la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA) decidiera por muy amplia mayoría ir a la huelga, AENA prometiera volver a la mesa de negociación a trabajar en serio si USCA decidía eliminar del horizonte la huelga, como así hizo el sindicato de controladores. Se reunieron de nuevo AENA y USCA y acordaron el marco del nuevo convenio que venía negociándose de forma fija discontinua, desde hacía meses.
Se desconoce, creo, si los controladores tienen previsto secundar o no la huelga general del 29 de septiembre ¿Les está vedada a ellos la huelga? ¿Ya no hay turismo en España en esa fecha? ¿Por tener remuneraciones por encima de la media no han de ir a la huelga? ¿Quién es el responsable de que en pleno mes de agosto no estuviese enmarcado aún su convenio?
Los controladores no son responsables de la guerra de precios entre las compañías aéreas que las está llevando a todas a la ruina, como es notorio. Y el hecho cierto de que AENA tuviera unas pérdidas de 433 millones de euros en 2009 no significa que ello sea achacable al sueldo de los controladores. ¿Están bien aquilatadas las tasas aeroportuarias que se cobra a los viajeros? ¿Y a las compañías aéreas por el aterrizaje, estacionamiento y servicios a las aeronaves? ¿Fueron sopesadas adecuadamente las inversiones en los aeropuertos o se fueron de las manos los presupuestos? ¿Por qué no amplió AENA la plantilla de controladores a lo largo de los últimos cinco años en condiciones menos onerosas para sus arcas si es que ese es el problema?
Pepiño Blanco, del que no se conoce si tiene el Certificado de Estudios Primarios, quiere controlar a los controladores cueste lo que cueste y le cueste lo que le cueste “a él también”, razón por la que trata de meter en cintura al colectivo a base de imponer sus inmerecidos galones que no la inteligencia, a golpe de decreto ley, conculcando los derechos reconocidos por la ley de los trabajadores.
Por otra parte, AENA y por extensión el Gobierno de Zapatero, negocia algunos aspectos del convenio colectivo de los controladores, con la rigidez propia de cualquier convenio, sin que en la reforma laboral recientemente aprobada, no se contemple en absoluto ninguna modificación o mejora en los convenios colectivos ¿carnaza para los sindicatos? Como si el Gobierno no tuviese ninguna voluntad de adaptarla a la realidad de las empresas.
El ministro de Fomento, cúspide de la supervisión de la navegación aérea, en su afán de notoriedad y carrera de méritos para suceder a su jefe de filas en la presidencia del gobierno, ha tomado ilusamente como trampolín para su avieso propósito al colectivo de controladores por el exclusivo hecho de que su remuneración está por encima de la media de los trabajadores españoles. ¿Pero no lo está también la de los notarios, los registradores de la propiedad o los corredores de comercio, antiguos agentes de cambio y bolsa? La diferencia está, fundamentalmente en que estos últimos generan sus devengos en sus propios despachos y a los controladores les paga la nómina AENA, aunque su trabajo, como les subraya expresamente AENA en su incorporación: su trabajo no depende de ninguna cuenta de resultados.
También, el hombre de a pié tiene una vaga idea de lo que hace un notario y la parafernalia de su oficina ha de ser forzosamente costosa de mantener. Por el contrario, piensa que los controladores se limitan a ordenar el tráfico aéreo por las pistas del aeropuerto, como un vigilante en un aparcamiento de coches.
¿Sabe el hombre de la calle que en el trayecto aéreo entre Madrid y Barcelona el piloto de un avión habla y recibe instrucciones sobre el tráfico aéreo de diez controladores distintos? Porque una cosa es el control de torre en los aeropuertos y otra los centros de control de cada espacio aéreo. De los 1.800 controladores de España depende la seguridad en vuelo de 200 millones de pasajeros. La última barrera de la seguridad aérea está en manos de los pilotos de los aviones que son quienes los manejan; pero la barrera anterior son los controladores quienes ordenan el tráfico.
La reforma pretendida por José Blanco en cuanto al incremento de horas de trabajo de los controladores y la reducción de sus honorarios va en relación inversa a lo que debería ser; al igual que a los pilotos se les limita el número de horas de servicio y no se les reduce el sueldo. Lo que pone de manifiesto el total desconocimiento de Pepiño Blanco del trabajo de los controladores y sus condicionantes. O lo que sería peor: el menosprecio de su actividad profesional.
Por lo que al absentismo se refiere, tan voceado por el ministerio de Fomento, las inspecciones de la Seguridad Social y las intervenciones judiciales han demostrado que las bajas son las normales en cualquier colectivo de trabajadores.
No es minando los derechos de los controladores como ha de solucionarse la cuenta de resultados de la navegación aérea en España sino optimizando su gestión en todo su ámbito.
Acaban de solicitar la baja de AENA 400 controladores. El conjunto de sus finiquitos que no indemnizaciones, sí puede suponer un grave quebranto en la caja de AENA. Sin olvidar que de cada 1.000 aspirantes a controlador aéreo, tan sólo 4 son aptos para este trabajo. La miopía de alguno, por desconocimiento de la gestión empresarial fundamentalmente, en la creencia de que la investidura de ministro confiere el carácter y el conocimiento universal y ex cátedra, lleva a estos lodos.
Pepiño, no más canciones del verano y más trabajar con el ahínco que su dignidad conlleva. Ah, y entre tanto asesor a sueldo, alguno que entienda de control aéreo.
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