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Marcelino, el fresador de la Perkins

Rafa Esteve-Casanova
Rafa Esteve-Casanova
domingo, 31 de octubre de 2010, 11:26 h (CET)
Marcelino Camacho, militante y dirigente de CC.OO. desde sus inicios se hubiera quedado de piedra si hubiera podido escuchar los elogios que a su muerte le han dedicado personajes y políticos del más amplio abanico social. Desde los Reyes de España, que enviaron una corona, pasando por la visita del Príncipe Felipe al salón del sindicato donde estaba expuesto el cadáver del sindicalista hasta una amplia gama de políticos todos han glosado la figura de este luchador por las libertades y los derechos de los trabajadores que no dudó ni un instante en anteponer la incomoda lucha por las libertades a la comodidad de una vida privada sin altibajos. Ha muerto un hombre honrado que pasó muchos años de su vida prisionero en las cárceles del franquismo tan sólo por defender firmemente aquello en lo que creyó durante toda su vida.

Camacho fue uno de los millones de españoles que perdieron aquella cruenta guerra que iniciaron Franco y un grupo de sus jefes y oficiales contra el poder legal de la República. Al terminar la misma fue condenado acusado de “auxilio a la rebelión” por aquellos que se habían rebelado contra el poder legítimo nacido de las urnas y la voluntad del pueblo, al salir de prisión fue destinado a un batallón de castigo dedicado a reconstruir el Alcázar de Toledo y más tarde, cuando el destino de su batallón fue la ciudad de Tánger, huyó del terror franquista para refugiarse en Argelia donde conoció a Josefina, su compañera desde entonces hasta el fin de sus días. También tuvo que salir a la fuerza del país magrebí recalando en Francia para a finales de los años 50 volver a España.

A su regreso a España trabaja como obrero metalúrgico entrado a formar parte de la plantilla de la empresa Perkins Hispania donde consigue el cargo de enlace sindical formando parte del Jurado de Empresa, estos organismos eran los que en el Sindicato Vertical más conocido como Central Nacional Sindicalista (CNS) y de afiliación obligatoria para todos los trabajadores tenían, oficialmente, a su cargo la defensa de los trabajadores. Marcelino, como otros trabajadores de la época, defendió que en aquellos momentos había que utilizar y aprovechar las organizaciones laborales franquistas para dar a conocer las reclamaciones de los trabajadores.

En Perkins Camacho es elegido representante de los trabajadores elección tras elección y allí nace la primera CC.OO. del Metal. Su militancia sindical le supone persecución, incluso por parte de la Inspección de Trabajo que amenaza con cerrar la empresa si no se le despide, detenciones, cárcel y diversos juicios, pero él sigue imparable su camino en la defensa de los derechos de la clase obrera. Una de sus frases más conocidas dice: “Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar”. Finalmente es despedido de la fábrica, el ejecutor del despido fue Juan Echevarria, director de la misma y hombre fuerte de FECSA al tiempo que ex suegro de Joan Laporta, Echevarria en los años 80 estaba incardinado en la extrema derecha catalana y hasta llegó a fundar un partido denominado Solidaritat Catalana que fracasó en las urnas. Años más tarde tuvo que ver cómo el Tribunal Supremo revocaba la sentencia de la Magistratura de Trabajo declarando improcedente el despido del sindicalista.

Pero por entonces la mancha de CC.OO. se había extendido como el aceite por todo el territorio del Estado y aunque declaradas ilegales por los jueces y la legislación franquista eran la punta de lanza en la defensa de los derechos laborales por lo que el régimen dictatorial vigente en aquellos momentos intentó siempre descabezar este movimiento sindical. Fruto de ello fue la detención de Marcelino Camacho y de varios de los dirigentes del sindicato a los que se imputaron diversas acusaciones en el denominado proceso 1001 que tenía que ser juzgado el mismo día en que voló por los aires el Almirante Carrero Blanco. Y a pesar de que el régimen franquista estaba dando las últimas bocanadas y cometiendo los últimos asesinatos los “diez” del 1001 fueron juzgados y condenados a muchos años de prisión.

Después de nueve años de cárcel Camacho y sus compañeros salieron de la cárcel en Diciembre de 1975 por un indulto real pero aún quedaba mucho camino que andar en la defensa de la clase obrera. La celebración del 1º de Mayo continuaba siendo perseguida por los “grises” y el Partido Comunista, al que Camacho pertenecía desde los 17 años, no fue legalizado hasta la Semana Santa de 1977. El líder sindicalista continuaba al frente de CC.OO pero también hizo sus pinitos en la política siendo elegido diputado bajo las siglas del PCE, escaño del que dimitió dos años más tarde para dedicarse de lleno a las labores directivas del sindicato de cuya dirección sería reemplazado por los jóvenes sindicalistas que venían pisando fuerte y discrepantes con sus ideas.

Ha muerto un hombre bueno, ha muerto comunista y sindicalista como siempre lo fue, nunca se cambió de chaqueta y vivió tal como era, con honradez, en un piso de protección oficial que tuvo que cambiar por una planta baja hace un tiempo debido a que se movía en silla de ruedas. Junto con Josefina, la artífice de esos jerseys que se hicieron famosos, administraban como podían los 1.500 euros de pensión que entre los dos recogían cada fin de mes. Marcelino Camacho fue siempre un trabajador, su abundante pelo blanco, igual que sucedía con Gregorio López Raimundo, líder del PSUC le conferían un aura especial, una imagen de persona buena. Hoy, por desgracia, los sindicatos mayoritarios se han convertido en meras oficinas, se han institucionalizado y tampoco los trabajadores están por la protesta ante la precariedad de sus empleos a pesar de que los jóvenes cada día lo tienen más difícil. Será muy difícil que el sindicalismo encuentre un hombre como Camacho, aquel fresador de la Perkins que dedicó toda su vida a defender los derechos de sus iguales.

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