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Borja Costa

Nel.lo, o Un Prometeo Moderno

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Llega, tarde, a Madrid, el montaje del “Prometeo” dirigido por Carme Portacelli. En Cataluña la expectación por su estreno tuvo una dimensión más que considerable, pero aquí las páginas de cultura estaban dedicadas este fin de semana casi íntegramente a los teatros que rige directamente la Comunidad, relegando al pobre dios griego a una columna al margen. Y es que ya se sabe que las deidades omnipotentes se mantienen imperturbables en su sitio mientras las pequeñas pagan las deudas surgidas de su pequeña humanidad. No hay nada de malo en ello, y aunque sea triste pensarlo, no hay que olvidar que la tradición apunta a que Prometeo finaliza sus aventuras injustamente encadenado a una roca por toda la eternidad.

Sobre este mito, este Prometeo, hay que decir que es un dios griego de categoría menor a Zeus (como todos), pero buena gente, que después de que el gran dios privara a los humanos del fuego, fue a por él y nos lo devolvió. Por ello, lo condenan por toda la eternidad con toda la parafernalia de la piedra y las cadenas. Y debe ser con este objetivo, con este fin, para alcanzar este final, con el que se vienen al Teatro Valle-Inclán de Lavapiés su directora y su estrella principal, una Prometeo encarnada en la piel de Carme Elías.

De todos los flagrantes olvidos sobre esta gente en estos pasados días, me llama la atención especialmente el del compositor de la música del espectáculo, asociado ya desde hace unos cuantos años a las producciones de Portaceli, el señor Dani Nel.lo. La verdad, no es que esto sea raro, sino más bien precisamente lo contrario: es esta la tónica dominante sobre su persona, algo extraño en alguien que debería ser considerado como uno de los nombres de referencia en este país.

De este mito, este Nel.lo, hay que decir que, si bien con los años se ha reinventado sin parar y siempre de forma brillante (hasta alcanzar las cotas actuales en trabajos discográficos como el muy reciente “Noir”), comenzó sus pasos en el mundo de la música en el seno de formaciones más plebeyas. Como miembro del grupo “Los Rebeldes”, en calidad - principalmente y en un principio - de saxofonista o armonicista, haciéndose cargo igualmente de los coros y de manera secundaria de las guitarras, vivió durante unos años a la sombra del líder de la formación, aunque siempre se veía destacado por los tonos de su tupé pelirrojo, consiguiendo un brillante status de secundario que algunos sospechábamos tenía verdadera luz propia. Con los años, en los discos de este grupo comenzaron a sonar temas que les mostraban a nuestros oídos que algo estaba ocurriendo allí. Canciones como “La Noche es Larga” tenían algo que, sin desentonar con el resto, las hacía diferentes. No es cuestión ahora de enumerar aquí las canciones que fueron mostrándonos el proceso paulatino de crecimiento del portador del tupé (que para nuestra sorpresa era el compositor de los temas), pero era evidente que cada vez su peinado nos importaba menos y sus creaciones más. Recuerdo mi punto de inflexión personal, y que me valió una buena discusión con mi propio hermano y un puñado de buenos amigos. La canción se llamaba “Immabelle”, y era la menos rockera de las canciones que conformaban un LP que llevaba por título “Tiempos de Rock & Roll”. No había mejor sitio para semejante declaración de intenciones, y las facciones se hacían irreconciliables: Nel.lo había crecido con las consecuencias que ello conllevaba.

No tardó en abandonar la formación y la fama inherente a esta (y supongo que los ingresos también), con el objetivo de seguir el camino creativo que se le había abierto a sus pies. El camino comenzó llamándose “Nel.lo y la Banda del Zoco” y, cómo no, sonaba más a “Immabelle” que a cualquier otra cosa que hubiera hecho antes. A pesar de que nos regaló un par de directos bestiales (digo “un par” porque yo no pude verlos más de dos veces), la banda desapareció después de otro par de discos. Comienzan así sus colaboraciones y proyectos diversos, ora con Los Lobos, ora con Raimundo Amador. Al igual que con sus canciones, no se trata de hacer una enumeración, pero quizá sea el único músico que pueda juntar en una lista a Lee Rocker y a Kiko Veneno; a Jackson Browne con Ariel Roth. En todo caso, de los pocos que juntan música y literatura sin necesidad de musicalizar por enésima vez a los eternos y ya excesivamente manoseados poetas patrios: desde la dirección e interpretación de sus propios espectáculos teatrales “Estranyes Sensacions” o “Negra y Criminal, La Ciudad de las Sombras” a sus colaboraciones con el escritor Andreu Martín, pasando por su incursión en Shakespeare de mano igualmente de Portacelli, el carácter multidisciplinar de Nel.lo tiñe de una curiosa y diferente creatividad todo aquello que hace, como un verdadero buscador que solo trata de arrojar algo de luz en un panorama bastante carente de propuestas honestas. Supongo que pudo haber dejado que fueran otros quienes buscaran el fuego y haberse quedado él en su cómoda posición celestial, pero incluso condenado, creo que su aventura bien vale los Cielos.

Nel.lo, o Un Prometeo Moderno

Borja Costa
Borja Costa
lunes, 13 de diciembre de 2010, 09:04 h (CET)
Llega, tarde, a Madrid, el montaje del “Prometeo” dirigido por Carme Portacelli. En Cataluña la expectación por su estreno tuvo una dimensión más que considerable, pero aquí las páginas de cultura estaban dedicadas este fin de semana casi íntegramente a los teatros que rige directamente la Comunidad, relegando al pobre dios griego a una columna al margen. Y es que ya se sabe que las deidades omnipotentes se mantienen imperturbables en su sitio mientras las pequeñas pagan las deudas surgidas de su pequeña humanidad. No hay nada de malo en ello, y aunque sea triste pensarlo, no hay que olvidar que la tradición apunta a que Prometeo finaliza sus aventuras injustamente encadenado a una roca por toda la eternidad.

Sobre este mito, este Prometeo, hay que decir que es un dios griego de categoría menor a Zeus (como todos), pero buena gente, que después de que el gran dios privara a los humanos del fuego, fue a por él y nos lo devolvió. Por ello, lo condenan por toda la eternidad con toda la parafernalia de la piedra y las cadenas. Y debe ser con este objetivo, con este fin, para alcanzar este final, con el que se vienen al Teatro Valle-Inclán de Lavapiés su directora y su estrella principal, una Prometeo encarnada en la piel de Carme Elías.

De todos los flagrantes olvidos sobre esta gente en estos pasados días, me llama la atención especialmente el del compositor de la música del espectáculo, asociado ya desde hace unos cuantos años a las producciones de Portaceli, el señor Dani Nel.lo. La verdad, no es que esto sea raro, sino más bien precisamente lo contrario: es esta la tónica dominante sobre su persona, algo extraño en alguien que debería ser considerado como uno de los nombres de referencia en este país.

De este mito, este Nel.lo, hay que decir que, si bien con los años se ha reinventado sin parar y siempre de forma brillante (hasta alcanzar las cotas actuales en trabajos discográficos como el muy reciente “Noir”), comenzó sus pasos en el mundo de la música en el seno de formaciones más plebeyas. Como miembro del grupo “Los Rebeldes”, en calidad - principalmente y en un principio - de saxofonista o armonicista, haciéndose cargo igualmente de los coros y de manera secundaria de las guitarras, vivió durante unos años a la sombra del líder de la formación, aunque siempre se veía destacado por los tonos de su tupé pelirrojo, consiguiendo un brillante status de secundario que algunos sospechábamos tenía verdadera luz propia. Con los años, en los discos de este grupo comenzaron a sonar temas que les mostraban a nuestros oídos que algo estaba ocurriendo allí. Canciones como “La Noche es Larga” tenían algo que, sin desentonar con el resto, las hacía diferentes. No es cuestión ahora de enumerar aquí las canciones que fueron mostrándonos el proceso paulatino de crecimiento del portador del tupé (que para nuestra sorpresa era el compositor de los temas), pero era evidente que cada vez su peinado nos importaba menos y sus creaciones más. Recuerdo mi punto de inflexión personal, y que me valió una buena discusión con mi propio hermano y un puñado de buenos amigos. La canción se llamaba “Immabelle”, y era la menos rockera de las canciones que conformaban un LP que llevaba por título “Tiempos de Rock & Roll”. No había mejor sitio para semejante declaración de intenciones, y las facciones se hacían irreconciliables: Nel.lo había crecido con las consecuencias que ello conllevaba.

No tardó en abandonar la formación y la fama inherente a esta (y supongo que los ingresos también), con el objetivo de seguir el camino creativo que se le había abierto a sus pies. El camino comenzó llamándose “Nel.lo y la Banda del Zoco” y, cómo no, sonaba más a “Immabelle” que a cualquier otra cosa que hubiera hecho antes. A pesar de que nos regaló un par de directos bestiales (digo “un par” porque yo no pude verlos más de dos veces), la banda desapareció después de otro par de discos. Comienzan así sus colaboraciones y proyectos diversos, ora con Los Lobos, ora con Raimundo Amador. Al igual que con sus canciones, no se trata de hacer una enumeración, pero quizá sea el único músico que pueda juntar en una lista a Lee Rocker y a Kiko Veneno; a Jackson Browne con Ariel Roth. En todo caso, de los pocos que juntan música y literatura sin necesidad de musicalizar por enésima vez a los eternos y ya excesivamente manoseados poetas patrios: desde la dirección e interpretación de sus propios espectáculos teatrales “Estranyes Sensacions” o “Negra y Criminal, La Ciudad de las Sombras” a sus colaboraciones con el escritor Andreu Martín, pasando por su incursión en Shakespeare de mano igualmente de Portacelli, el carácter multidisciplinar de Nel.lo tiñe de una curiosa y diferente creatividad todo aquello que hace, como un verdadero buscador que solo trata de arrojar algo de luz en un panorama bastante carente de propuestas honestas. Supongo que pudo haber dejado que fueran otros quienes buscaran el fuego y haberse quedado él en su cómoda posición celestial, pero incluso condenado, creo que su aventura bien vale los Cielos.

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