Dijo un famoso periodista de principios del siglo XX, que su principal trabajo era mantener sus propias opiniones alejadas de lo que escribía, y que se le pagaba principalmente para mentir y calumniar. Hablamos del antiguo jefe de staff de The New York Times, John Swinton, quien estaba convencido de que la prensa independiente no existe. “Se me paga semanalmente para mantener mis opiniones sinceras lejos de la publicación con la que estoy vinculado”, confesó una vez ante el pleno del Club de Prensa de New York.
Swinton consideraba que los periodistas eran simples herramientas y vasallos de los hombres poderosos que actúan detrás de la escena. Las marionetas que saltan por medio de un hilo; otros tiran de la cuerda y los hacen bailar. Se trata de espectros que saben que sus talentos, posibilidades y mismas vidas son propiedad de personajes más afortunados.
Todo lo señalado por Swinton se pudo comprobar, por enésima vez, con las publicaciones relacionadas al intento de Aldo Zuccolillo, dueño de medios y de la opinión de sus periodistas, de tragarse el principal aeropuerto de Paraguay. Intento fallido que, como siempre sucede cada vez que Zuccolillo pierde un negocio, desencadenó una campaña periodística plagada de amargas recriminaciones contra el gobierno encabezado por el presidente Horacio Cartes.
A mediados del pasado año, Zuccolillo había ordena refritar por sus redactores varias publicaciones del diario La Nacion de Buenos Aires, de su amigo Bartolomé Mitre. En esas publicaciones se había referencia a los turbios mecanismos a los que el Grupo Eurnekian apeló para quedarse con las licitaciones de aeropuertos en Argentina.
Aunque Zuccolillo acusaba al grupo mencionado de sobornar gobiernos para ganar licitaciones, no tuvo escrúpulos en plantear asociarse con él, quedándose con un treinta por ciento del negocio. Eduardo Eurnekian, empresario argentino de antepasados armenios, es conocido por ser dueño de la segunda mayor fortuna de la Argentina. Cuenta con empresas en veinticinco países, y desde hace al menos tres décadas ha incursionado en diversos rubros, tales como medios masivos, cerveceras, líneas aéreas y gerenciamiento de aeropuertos. Hace pocos meses, el gobierno armenio le concedió el manejo del aeropuerto más grande de su país por treinta años, y algo similar pensaba obtener en Paraguay.
Según el periodista Jorge Torres, quien inició una serie de notas denunciando estos entretelones de una alianza pública-privada, el grupo Eurnekian se había aliado siempre con empresarios de medios poderosos en Uruguay y Argentina, para lograr concesiones, por lo cual no se resistió a una propuesta de alianza hecha por el Grupo Zuccolillo. Las denuncias de Torres tienen una credibilidad adicional por haber sido periodista en el diario ABC color, experiencia laboral que le hizo conocer a fondo los métodos de Zuccolillo.
Como la propuesta tuvo fácil aceptación, Zuccolillo pensó que podía subir sus pretensiones a más del cincuenta por ciento, y ahí se frustró el emprendimiento. Varios ministros del actual gobierno paraguayo aparecieron en la prensa reconociendo que referentes del grupo Eurnekian los habían contactado para realizarles propuestas al respecto.
El frustrado socio de Zuccolillo, el grupo Eurnekian, pretendía sobornar a los sindicatos aeroportuarios para una movilización a favor de la sociedad, que debía ser acompañado por un fuerte operativo de prensa para lograr sus objetivos.
El plan finalmente se frustró, debido a la férrea oposición de algunos sindicatos que también presentaron propuestas para manejar la estación con capitales nacionales.
La historia no deja de ser una repetición más de las fórmulas gastadas que estos empresarios repiten con todos los gobiernos para seguir lucrando de manera antisocial.
El aeropuerto perdido por Zuccolillo es apenas uno de tantos negocios que el dueño de ABC color ha visto frustrados durante los últimos años, y es un buen ejemplo de las motivaciones que tienen los amargos titulares de su diario.
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