Somos el país europeo más cercano a África, somos la puerta a este continente, tan solo 14,4 kilómetros nos separan, pero a diferencia de lo que mucha gente piense, la distancia en temas como el paro, la corrupción, las desigualdades sociales y el aumento de precios no es tan abismal como pueda parecer
Imagen de revueltas del Mayo del 68.
| Vicente Serrano / SIGLO XXI
Si en Túnez, país donde empezaron las revueltas, hay una tasa de paro del 14 por ciento, en España el porcentaje sube hasta el 20,33 por ciento. Es el dato más importante que pone de manifiesto que las diferencias no son tales. Así, en 2010, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el paro afecta a 4.496.600 personas, de las cuales, el 38,38 son jóvenes entre 20 y 24 años.
Y no sólo la falta de trabajo es lo que tenemos en común. El acceso a la vivienda (más de mil familias perdieron su vivienda en 2010 y los jóvenes deben destinar el 70 por ciento de su sueldo para poder conseguir una), el alza de los precios de los alimentos como el de la gasolina (que ha llegado a su máximo histórico), el de la electricidad ( que sube un 10 por ciento en 2011) y el del agua, así como la multitud de casos de corrupción que afectan a los políticos (Gürtel, Palma Arena, Caso Malaya…) son motivos más que suficientes para que se produzcan protestas en las calles.
Ahora bien, “Spain is different”. Cuesta entender que, con una de cada cuatro familias en paro, las calles españolas no estén repletas de manifestantes. Muchos especialistas achacan esto a la economía sumergida. España vuelve a estar a la cabeza en un dato, se estima que, al año, el dinero negro en circulación es cantidad equivalente al 20 por ciento del PIB. La ‘picaresca’ española hace posible que, con los alarmantes datos del paro, no estén gran parte de los españoles en situación de pobreza.
Pero no hay que olvidar que son los jóvenes los que tienen que llevar la voz cantante de las protestas. Se ha podido observar como en Túnez, Egipto y Yemen las protestas eran encabezadas por la juventud y seguidas, a continuación, por miles de manifestantes de todas las edades. Desde la transición, los únicos acontecimientos que han conseguido sacar a un número importante de jóvenes a la calle han sido las celebraciones deportivas o, en todo caso, los macro botellones. En los últimos años, se han visto tímidas protestas contra el plan Bolonia o contra la Guerra de Irak en 1991.
Todo parece indicar que el moviendo estudiantil en España quemó toda su energía tras mayo del 68 o la transición. Ahora, los jóvenes, con grandes problemas para conseguir trabajo y una vivienda, permanecen aletargados en el sillón de la casa de sus padres viendo por televisión como los que menos tienen reaccionan y comentándolo en las redes sociales mientras esperan que otros solucionen el problema.
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