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'Sospecha' de José Ángel Mañas: Implacable novela negra.

Herme Cerezo
Herme Cerezo
viernes, 4 de febrero de 2011, 08:45 h (CET)
Con ‘Sospecha’, su última novela, José Ángel Mañas (Madrid, 1971) se introduce de nuevo en el mundo de lo policial. Si con su anterior publicación, ‘El Quatuor de Matadero’, escribía en este mismo registro desde la óptica del humor, casi desde la astracanada grasienta y el esperpento, en esta ocasión ‘Sospecha’ es un relato serio, perfectamente enmarcado dentro de todos los parámetros inherentes al género negro.


Portada del libro 'Sospecha'.


'Sospecha’ se radica geográficamente en la población de Sagrario, ficticio núcleo urbano de la provincia de Madrid, surgido al albur de la fiebre inmobiliaria que asaltó nuestro país durante los últimos años, y en otros tres municipios de la misma provincia: Navalcarnero, Tres Cantos y Arroyo Molinos. La historia arranca en el Centro de Inserción Social Victoria Kent, donde un recluso esquizoide, Daniel Campuzano, acaba de ser puesto en situación de libertad condicional. Ya en la calle, el recién liberado observará una conducta que no termina de ser todo lo “regular” que debiera. Por otro lado, Inmaculada, dependienta de una farmacia de Sagrario, será violada y asesinada, entrando en escena el inspector Duarte, encargado del caso, que, para sorpresa de todos, termina siendo incriminado como sospechoso del asesinato. Hasta ahí un pequeño resumen, muy pequeño y sucinto para no desvelar la trama completa, de ‘Sospecha’, algo que resultaría de mal gusto. El resto de la novela es la inevitable secuencia de la investigación del crimen y de todos los procesos colaterales que ello conlleva.

‘Sospecha’ contiene todos los recursos propios del género policial: prostitución, trapicheo de drogas, economía sumergida, tráfico de coches, corruptelas, jueces, abogados y policías, diferencias entre maderos y picoletos, gente de la calle, gente que sufre, gente corriente, gente de carne y hueso… Duarte, así como sus compañeros Saluerto y Pacheco, éste último un inspector homosexual que acaba de salir de una relación tormentosa y que convive con Pablo, su hermano, un deficiente mental, ofrecen una imagen diferente de lo que estamos habituados a leer en las novelas del género. En efecto, los dos policías viven inmersos en un mundo de problemas personales importantes que, de alguna manera, condicionan su forma de actuar en el plano profesional, ya que les modela el ejercicio de su oficio policial de un modo especial. Duarte y Pacheco beben asiduamente, sobre todo el primero de ellos, que, además, anda siempre liado con prostitutas que “le hacen un precio especial”, que le convierten en un asiduo de los puticlubs de la periferia madrileña y que le insinúan como posible sospechoso de algunas corruptelas (soborno o intento de ello, al menos). Los dos son violentos, sin llegar al estilo Charles Bronson, temperamentales, “echaos palante”, sin arredrarse. Importa más el objetivo que los métodos. En cierto modo, aún siendo policías actúan como jueces y tratan a sus detenidos con deferencia nula, con dureza, con poca compasión.

‘Sospecha’, además, incluye el típico final “poco claro” de muchas novelas negras, cuyas resoluciones muchas veces, como en este caso, quedan abiertas a una cierta interpretación, de tal manera que al acabar la obra puede existir la sensación de que se le ha escapado algo al lector, no al escritor. Con Chandler también ocurre lo mismo en ocasiones. Se insinúan cosas, pero no se profundiza más, ni se da explicación alguna al respecto, entre otros motivos porque tal vez no haga falta. Las cosas son como son, se quedan como se quedan, se olvidan sin más. Y punto. A fin de cuentas, los protagonistas del género negro no tratan de transformar el mundo sino sólo de sobrevivir.

José Ángel Mañas se toma la licencia de escribir algunas palabras de origen extranjero, inglesas principalmente, tal y como se pronuncian en castellano (buana, Lanróver, o Bil Clinton), así como de desarrollar los acrónimos enteros (emetreinta, bemeuve, a-de-ene, etcétera), lo cual dota de un cierto dinamismo a la novela y le da un innegable toque de argot real. Gracias a este detalle, el lector obtiene una mejor percepción del ambiente de las alcantarillas urbanas, un tanto calorro, y del estrato social en que se mueven los personajes. El escritor madrileño también se hace un guiño a sí mismo al incluirse en un párrafo del epílogo, como si el propio autor quisiera traspasar la barrera de la escritura para diluirse en el libro como un personaje más o para recordarnos que lo que tenemos entre manos sólo es ficción. Y tampoco se olvida del fútbol, una de sus aficiones favoritas, porque las referencias a este deporte en el libro son frecuentes.

‘Sospecha’, en resumen, es una novela implacable, un retrato, una mirada sobre una España que existe y que muchos no conocen, palpable, real como la vida misma, y cuyo final, aunque se intuye, no deja de sembrar una inevitable inquietud y una cierta perplejidad en el lector. Lo cual no es malo, sino todo lo contrario.

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