Julio de 1991. Después de diez años de ausencia, la periodista Lucía Serra regresa a su casa, lo que le forzará a asomarse a un pasado del que no ha hecho más que huir. Una serie de acontecimientos familiares y personales, su divorcio, el fallecimiento de su padre, determinarán que la protagonista encamine su futuro por la senda del cinismo y la independencia.
Estos son los parámetros por los que se mueve ‘Lucía o la fragilidad de las fuertes’ (Plataforma Editorial), la nueva obra de María García-Lliberós, una novela que habla de amistad, amor, sexo y ética entre aquellos que lucharon contra la dictadura en su juventud y alcanzaron la madurez con la llegada de la izquierda al gobierno de la nación, momento histórico que marcó el comienzo del desencanto y, con el devenir de los años, el triunfo del escepticismo. Sobre su libro y algunas otras cosas, en la cafetería del Hotel Renasa de Valencia, con el colegio de El Pilar como paisaje vespertino de fondo, conversé durante algunos minutos con esta observadora, pausada y exitosa escritora valenciana.
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María García-Lliberós.
| Herme Cerezo / SIGLO XXI
María, ¿por qué escribir
Empecé a escribir desde pequeña en mi diario personal, que todavía conservo, aunque cuando lo leo ahora me muero de risa. He sido una lectora empedernida y creo que si lees mucho acabas escribiendo. Es como una especie de desafío. Para mí leer y escribir son actos de amor y pienso que escribo para entender todo el absurdo que nos rodea y para comprender la forma de actuar de la gente de hoy. La literatura es una fuente de sabiduría ante la vida.
Pero tú no vives de la escritura, eres economista del Ayuntamiento de Valencia, ¿cómo lo haces para llegar a todo?
Me organizo muy bien. Soy muy disciplinada y tengo la suerte de que cuando me introduzco en un asunto me concentro con enorme facilidad. Diferencio perfectamente los escenarios en los que trabajo, sé qué llevo entre manos en cada momento y, además, he aprendido a no trasladar los asuntos profesionales a mi casa, algo muy importante.
A pesar de que llevas un buen bagaje literario a tus espaldas, jalonado por premios tan importantes como el Ateneo de Sevilla, el Gabriel Sijé o el de la Crítica Valenciana, te veo especialmente motivada con ‘Lucía o la fragilidad de las fuertes’, ¿es así?
Publicar cada una de mis novelas me ha supuesto siempre un subidón enorme. Pero con esta obra ese subidón ha sido especial. Tenía muchas ganas de verla editada porque la he trabajado mucho y, además, es una novela que es la madre de otras. Es la más corta de todas las que he escrito, porque he seguido el principio de economía de palabras, pero pienso que ni le sobra ni le falta nada. ‘Lucía o la fragilidad de las fuertes’ carece de retórica, es pura reflexión y creo que, bajo una apariencia ligera, en su interior se esconden muchas ideas, muchos pensamientos que afloran tiempo después de haberla leído. Es un libro que vale la pena releer, profundizar en él y discutir sobre los problemas que plantea.
¿Cómo surgió el argumento, la idea?
Creo que necesitaba escribir esta novela porque contiene mis obsesiones literarias, que a la vez son mis obsesiones vitales, cuestiones que me planteo desde que tenía veinte años: los problemas de la lealtad, de la fidelidad, de la maternidad, del éxito, las diferencias entre generaciones y las presiones sociales y familiares para imponer sus criterios aun a costa de la infelicidad de los demás. Por supuesto, lo que cuento es ficción pero también fruto de mis recuerdos y mis observaciones que he volcado en la novela, porque necesitaba hacerlo para liberarme y contar otras historias. La tuve guardada mucho tiempo en un cajón, pero llegó un momento que decidí sacarla y rescribirla. La verdad es que es un libro que me resulta muy cercano.
¿Por qué ese título?
Durante una temporada pensé titularla ‘El amor tras una gran decepción’, porque el amor nunca es igual después de un primer desengaño. Lucía, la protagonista, mira hacia atrás y ve su propia evolución. El segundo amor es diferente, es más maduro, más evolucionado, aunque también le sale mal. Ella misma dice que partir de ahora todo será más moderado. Después manejé otro título, ‘Libres y escépticas’, porque otra idea que subyace en la novela es que un importante grupo de mujeres, no todas, han podido llevar una existencia distinta, han podido trabajar, han conocido los anticonceptivos y vivir la sexualidad de un modo homologable al del hombre. Y Lucía y sus amigas, Paloma y Lola, son los primeros exponentes de esa generación. Claro, eso no garantiza la felicidad pero al menos ofrece más posibilidades de equivocarse y rectificar. Siempre me ha molestado que la literatura haya castigado a las mujeres que han intentado seguir su propio camino en las novelas, como madame Bovary o Ana Karenina. En mi libro no las trato mal, sino que les permito llevar la existencia que ellas desean porque ¡ya está bien!
‘Lucía o la fragilidad de las fuertes’ es una novela mediterránea, ubicada principalmente en Valencia, aunque no la actual, sino la de hace dos décadas por lo menos.
Incluso algunos años más, allá por los ochenta. Un aspecto que llama la atención es la ausencia de móviles. Cuando la protagonista ha de hablar con su novio lo hace pactando previamente un lugar y una hora determinados para telefonear. Era una forma de vida distinta. La novela también pone de manifiesto la transformación política y sociológica experimentada desde entonces. Los criterios para juzgar la conducta particular de la gente han cambiado completamente. Y eso es importantísimo. La tolerancia actual la introdujeron los jóvenes de aquella época a costa de las batallas que libraban en el seno de sus familias. Esas luchas domésticas creaban problemas individuales y masacraban la felicidad de la gente. En la novela trato de hablar de ello.
Los Serra constituyen una familia valenciana burguesa muy típica.
Sí, claro, es una familia muy prototípica de la burguesía valenciana. Viven en la calle Sorní, se mueven por el centro y las grandes vías, veranean en Benicàssim, clásico lugar de esparcimiento de la gente de postín de Valencia ... Muchas personas se verán retratadas en ella.
Dentro de los Serra nos tropezamos con dos hermanos muy distintos: Álvaro y Lucía.
Creo que es algo que se produce en muchas familias. En este caso, Álvaro es un hijo de su tiempo, un adelantado de su época, y Lucía, que fue pionera en su tiempo, se va quedando un poco atrás, es la escéptica. En los años setenta, Álvaro ya tenía una clara visión del siglo XXI: todo consiste en ganar dinero. Lucía, sin embargo, es más generosa, más utópica. Pero a pesar de ser tan diferentes, ninguno de los dos traicionará jamás a su familia.
Y con unos padres de reglamento, como tocaba en aquel instante.
En efecto. Uno de los personajes más importantes es la madre, una mujer fuerte, leal a sí misma, y eso significa que ha de respetar a su marido aunque no siempre esté de acuerdo con su forma de pensar. Sin embargo, cuando él fallece, ella actuará como considera que debe hacerlo. El padre de Lucía es un tipo muy normal, que reacciona como lo hubiera hecho el ochenta por ciento de los hombres de su generación.
La hipocresía social ocupa un lugar destacado en la novela.
Normalmente, el nivel de hipocresía social es mayor conforme se incrementa el rango social. Es importante que todos crean que todo sigue igual. Las presiones de los padres de Lucía ante su divorcio, que están presentes en la novela, son tremendas. Lo que importaba no era el divorcio, sino la nulidad eclesiástica, demostrar que aquel matrimonio fracasado no había tenido lugar.
La muerte también se hace un hueco. Al padre de Lucía le asalta una duda terrible: no sabe qué es peor, si enviudar o quedarse solo en la vida.
Creo que ese temor lo tenemos todos. Es lo terrorífico. Pienso que la vejez es una situación que no es cómoda aunque nos la podamos plantear de la forma más alegre posible. Yo no me quiero jubilar porque sé que, psicológicamente, me va a afectar porque soy consciente de que estaré en mi última etapa. Y el padre de Lucía ve que no tiene futuro porque se quedará solo y, además, fallecerá después. Cada día que pase será un día menos de los pocos que le queden por vivir. Esta es una idea que me atormenta desde joven, porque de la vida no podemos hacer un balance hasta que nos morimos. Yo soy agnóstica, admito que puede haber cualquier cosa o no haber nada, pero nadie me va a librar de pasar por ese trance que es la muerte.
Álvaro es cirujano plástico, profesión de moda y muy productiva. ¿La cirugía estética supone un avance o un retroceso para el ser humano?
Yo cada vez estoy más en contra de la cirugía estética y pienso que esta presión de tener que estar siempre bellos empieza a ser agobiante. Cumplimos años, nos hacemos mayores como todo el mundo y hay que tratar de llevar una vida sana, pero no podemos estar sujetos a esa ansiedad. Álvaro, como buen precursor, pronto se dio cuenta de que el negocio del futuro, el dinero, estaba ahí.
Finalizamos. Internet está por todas partes, literatura incluida. Tú manejas un blog, ‘Crónica de Lecturas’, ¿los blogs son imprescindibles hoy en día para cualquier escritor?
Internet está ahí y hay que aprovecharlo. El blog está bien para conectarse con la gente. Lo creé porque dirigía un club de lectura y pensé seguirlo a través de este medio, aunque no fue posible. Ahora lo he reconvertido y lo que hago es reseñar los libros que leo y recomendar los que me gustan. No escribo en él todos los días. Con una o dos veces al mes es suficiente. Actualmente me ayuda a promocionar mi novela.
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