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Libia: ¿seguirá a Túnez y Egipto?

Isaac Bigio
Isaac Bigio
lunes, 21 de febrero de 2011, 07:56 h (CET)
Tras la caída de los dictadores de Túnez y Egipto, Libia, el país que está al medio de estas dos repúblicas árabes del norte africano, se ve sacudida por grandes protestas callejeras, las mismas que han causado entre 200 a 500 muertos.

De todos los 53 Estados del África Libia es el que tiene el mejor índice de desarrollo humano, el mayor ingreso por habitante y la más alta esperanza de vida para su población (74 años).

Libia tiene menos de 6,5 millones de habitantes pero esparcidos en un vasto territorio de 1,759,541 km2. Esta área es similar a la de México o Indonesia, quienes son, respectivamente, las repúblicas hispánica y musulmana más pobladas, las mismas que tienen entre casi 20 a casi 40 más cantidad de habitantes.

Entre 1911 y 1951 Libia fue una dependencia italiana. Fue una de las últimas colonias europeas en el África y también una de las primeras en independizarse. Cuando en la navidad de 1951 Libia se transforma en una monarquía soberana el mundo no le daba mayor importancia a ésta o a su rey Idris, pues Libia era vista como un gran desierto con solo un millón de personas, gran parte de ellos nómades.

Sin embargo, tras el descubrimiento de significativas reservas de petróleo en 1959 y bajo la influencia de la revolución nacionalista de Nasser que en 1952 depuso al rey egipcio Faruk, en 1969 se produce un golpe militar ‘socialista’ con las mismas características que el que se había dado Nasser o Velasco en Perú 1968.

Con solo 27 años de edad el oficial Muammar al-Gaddafi se convirtió en el ‘líder de la revolución’. Desde entonces hasta hoy él ha ocupado varios puestos nominales, convirtiéndose durante 42 años en el hombre fuerte de su nación, mientras que hoy es el líder no monárquico que más tiempo lleva en el poder en el mundo.

Gaddafi declaró que Libia era un ‘Estado socialista de las masas’. Los partidos y el alcohol quedaron prohibidos. Los italianos (un octavo de su población) fueron expulsados, mientras se buscó la homogenización nacional en torno a la lengua árabe y al Islam. El Estado asumió el control del petróleo, quien hoy genera el 95% de la riqueza nacional.

Si Mao obligaba a los chinos a leer su libro rojo, Gaddafi creó su propio libro verde. En las décadas de los setentas y ochentas él llegó a ser considerado por Londres y Washington como el gran instigador del terrorismo mundial, en el mismo rango que hoy se le coloca a Bin Laden.

No obstante, ello se ha invertido. Gaddafi se alió con Occidente contra Al Qaeda y luego auto-desintegró sus armas de destrucción masivas. Al igual que los militares egipcios él empezó a reconciliarse con sus antiguos enemigos ‘imperialistas’ a quienes invitaba a invertir, hacer negocios juntos y ayudarles a ‘pacificar’ la región.

Quien fomentó guerrillas y revoluciones en su periferia así como en todo el mundo (desde Irlanda a Colombia), acabó condenando las revueltas de Túnez y pidiendo que se le dejara al dictador tunecino Alí gobernar de por vida.

Gaddafi aún mantiene cierta aureola revolucionaria (en el 2009 propuso en Venezuela crear una ‘OTAN del Sur’), aunque también se ha proclamado como el ‘rey del África’.
EEUU, quien en 1986 bombardeó Libia (matando a una hija de Gaddafi), hoy mantiene cautela ante la revuelta que le quiere deponer.

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