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La extrema derecha valenciana está en el Partido Popular

Rafa Esteve-Casanova
Rafa Esteve-Casanova
domingo, 6 de marzo de 2011, 08:27 h (CET)
Para nadie es un secreto que la extrema derecha está y vota con el Partido Popular, cuando consiguieron deshacerse del lastre que les suponía andar ligados a Unión Valenciana y dejarlos en la cuneta después de haberlos exprimido como aquella naranja que Vicente González Lizondo exhibió en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados volvieron la vista a la derecha y vieron que todavía quedaba clientela en ese extremo del arco político, una clientela que andaba a la zarpa la greña por las migajas del poder mientras soñaban viejas “montañas nevadas” y camisas azules tendiéndose cara al Sol. Y montaron una estrategia para conseguir que los votos de los nostálgicos del franquismo no se perdieran, había que acogerlos a todos bajo el ala de la gaviota. Y fue así cómo los partidos de la extrema derecha pasaron a ser meramente testimoniales, a no presentarse en según que tipo de elecciones y a recoger en las papeletas del PP los votos del oprobio mientras algún líder del fascismo valenciano miraba con alegría cómo se engrosaba su cuenta corriente con los contratos que desde el poder del PP en la calle Cavallers se le otorgaban, vuelve a aparecer el viejo “do ut des” latino que tanto gusta a la muchachada de la gaviota.

Ahora todo esto ha sido puesto blanco sobre negro por Ricardo Saénz de Ynestrilla en su libro “La reconquista del Estado”. Saènz de Ynestrilla, pendenciero y bravucón, es hijo de un militar con antecedentes golpistas asesinado por ETA. El hijo siguió los pasos del padre y ha andado implicado en diversas algaradas, fue condenado a cinco días de cárcel y expulsado de Gibraltar por colocar la bandera española, supongo que con “aguilucho” incluido, en el lugar donde ondeaba la británica, fue juzgado y absuelto por un atentado que costó la vida a miembros de Batasuna, fue condenado a siete años de cárcel por homicidio en la persona de un “camello” que se negó a venderle cocaína. Como ven todo un buen muchacho de buena familia, un pelín descarriado pero todo se le puede perdonar pues sus desmanes siempre lo fueron “por la patria”.

En su libro entrevista a Juanma Crespo, ex presidente de Falange Española-Frente Nacional Sindicalista y no me pregunten que facción falangista es ésta porque durante la transición las camisas azul mahón florecieron como amapolas primaverales. Crespo cuenta durante una entrevista que en 1999 en la época en que Eduardo Zaplana era President de la Comunitat Valenciana se entrevistaron él y José Luís Roberto con Antonio Gil Terrrón, asesor de Zaplana, y Juan Carlos Gimeno, entonces diputado del PP quienes les pidieron que no se presentaran a las elecciones y a cambio se les darían prebendas económicas. Antonio Gil Terrón provenía de la empresa familiar Valencia Urbana dedicada a la construcción y debía asesorar a Zaplana sobre cómo sacar mejor rendimiento al territorio no dejando un solar libre de ladrillos, luego le pagaron los servicios prestados con nombramientos en entidades bancarias dominadas por el PP, Juan Carlos Gimeno había sido primero concejal en el Ayuntamiento de Valencia donde coincidí con él, señorito y prepotente el día que descabalgaron la estatua ecuestre de Franco de la entonces todavía Plaça del País Valencià se acercó con toda la parafernalia que el acto requería a depositar un ramo de flores en el lugar que había ocupado su admirado Caudillo, José Luís Roberto, con quien creo haberme cruzado alguna vez en la Facultad de Derecho, ha sido durante años el abogado y cabeza visible de la asociación empresarial que acoge a los dueños de los locales de alterne, más conocidos como “Puti-clubs” y ahora es Presidente y fundador de la organización política España 2000.

Tal vez Roberto es el que más partido sacó a aquella conversación, en el caso de que ni Ynestrillas ni Crespo mientan, su empresa LEVANTINA DE SEGURIDAD entre los años 1999 y 2003 con Zaplana en el poder consiguió contratos de la administración del Partido Popular por valor de seis millones de euros, pero hace cuatro años, ya con Camps en el poder, la Consellería de Sanitat le dio un contrato valorado en cerca de tres millones de euros. Una vez más a algunos la política les sirve para llevárselo crudo.

En el País Valencià hay una televisión cutre, cateta, en quiebra económica, con algún que otro directivo que con el estilo más soez intenta aprovecharse de las mujeres que trabajan a su alrededor y ahora, en este libro, se denuncia que estaba inmersa en una trama de tráfico de drogas junto con políticos y empresarios y que en camiones de Canal 9 se trasladaba cocaína desde Madrid a Valencia para su distribución. Lo que nos faltaba. Este tipo de acusaciones deben hacerse con pruebas y si no se tienen o no se quieren enseñar se debe callar. Creo que Ynestrillas ha tirado la piedra y escondido la mano en una acción propia de cobardes y que, tal vez, no esté alejada de la enconada lucha que las facciones de extrema derecha tienen entre ellas.

La única verdad es que la extrema derecha está dentro del PP y que los votantes valencianos de esa trasnochada ideología votan a las siglas de la gaviota, al fin y al cabo la carroña ha sido lo suyo durante muchos años. Puede ser interesante leer este libro, “La reconquista del Estado” nos puede dar muchas sorpresas aunque en muchas cosas su autor sea un marrullero. De momento Roberto se ha querellado pero la verdad es que las concesiones y prebendas que a su empresa le ha dado el Partido Popular están puestas también blanco sobre negro en las cuentas de la Generalitat.

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