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Hugo Chávez en la senda entreguista de Fernando Lugo

Cuando el cura Fernando Lugo...
Luis Agüero Wagner
miércoles, 11 de mayo de 2011, 07:03 h (CET)
Cuando el cura Fernando Lugo, condenado al ostracismo por la iglesia católica debido a su inconducta, decidió dedicar su tiempo libre a la política, una de las versiones que más fuerza ganó en la prensa internacional fue que se trataba de un nuevo exponente del socialismo del siglo XXI, imbuído por las doctrinas de la teología de la Liberación.

En un artículo que publiqué en aquellos días, llamé la atención sobre la falsedad de dicha propaganda. Advertí que en realidad, Lugo era promocionado por los sectores más retardatarios de la sociedad paraguaya, entre ellos los Maccartistas propietarios de medios de comunicación que prosperaron empresarialmente gracias al dictador anticomunista Alfredo Stroessner.

Apenas ganó alguna notoriedad, Lugo dejó de lado a los sectores revolucionarios para abrazarse con los exponentes más representativos en Paraguay del entramado imperialista montado por la IAF-NED y USAID, así como para acercarse a sectores de funestos antecedentes en materia administrativa.

Entre los principales puntales del proyecto de Lugo figuraban Guillermina Kanonikoff y Raul Monte Domecq, financistas de Lugo, receptores dólares de USAID a través de la ONG fantasma Gestión Local, o Camilo Soares, agente de la NED, referente de la Casa de la Juventud, beneficiaria de Dólares de la IAF.

Uno de los partidos luguistas, el PMAS, había surgido gracias a la acumulación de dólares de ONG al servicio de la embajada norteamericana, y uno de los principales referentes de Tekojoja, Ricardo Canese, era un propagandista de los planes de biocombustibles de George W. Bush.

Aldo Zucolillo, ex propagandista del dictador Stroessner, mecenas del centro de detención y torturas de la dictadura paraguaya y alabardero del genocida Jorge Rafael Videla, fue un entusiasta impulsor de la candidatura de Fernando Lugo. Julio Benegas, empleado de Zucolillo en su diario ABC color, signatario de acuerdos con AFL-CIO, reputado peón de los fraudes imperialistas, fue quien dio gran destaque a los actos de los pequeños grupúsculos que rodeaban a Lugo, como el Pmas y Tekojoja.

En su avidez por acumular indiscriminadamente el apoyo de sectores retardatarios, el entorno luguista llegó a rendir pleitesía a Humberto Rubín, figura emblemática del intervencionismo imperialista de la Nacional Endowment for Democracy en Paraguay. Constantemente se vio durante su campaña al candidato del Partido Liberal de corte somocista de Paraguay, el Obispo Fernando Lugo, acompañado por propagandistas del neoliberalismo como Carlos Mateo Balmelli o Alfredo Jaeggli.

Hoy quienes integran su entorno niegan todo vínculo con Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Fidel Castro y el anti-imperialismo y la izquierda latinoamericana que invocaron para ganar notoriedad.

Hábiles pescadores en río revuelto, agentes del consenso de Washington y enemigos declarados del MERCOSUR pretendieron así hacerse pasar por "izquierdistas" para alcanzar el poder en Paraguay, en ancas del impulso de izquierdas y el Socialismo del siglo 21.

Tal vez esta trampa en la que cayeron los chapistas venezolanos, haya jugado un papel preponderante en los hechos que hoy se viven con la entrega de Pérez Becerra Colombia.

Chávez en la senda entreguista de Lugo

De acuerdo con las denuncias del PT, “La reciente entrega del periodista Joaquín Pérez Becerra al terrorista gobierno colombiano de Juan Manuel Santos por parte de Hugo Chávez Frías indigna a miles de activistas de izquierda en toda Latinoamérica y el mundo, incluso a quienes se reivindican chapistas”.

No es para menos. Sin embargo, nos parece fundamental superar las estas primeras reacciones y avanzar en el sentido de extraer las conclusiones políticas y buscar las profundas raíces de explican el repudiable accionar de Chávez.

El “nuevo mejor amigo” de Chávez

Afirma en un documento el PT que “Es sobradamente sabido que, en Colombia impera un régimen bonapartista que actúa al servicio de la dominación del imperialismo norteamericano, garantizándole una plataforma política y militar dentro del continente”.

Este régimen del terror se consolidó en los últimos gobiernos de Álvaro Uribe (2002-2010), periodo en el cual Colombia se convirtió en uno de los países con más alto índice de violaciones a los derechos humanos. La mitad de los sindicalistas que son asesinados en el mundo son colombianos. Se suma a esta y otras cifras espeluznantes, la aparición de fosas comunes donde se hallaron hasta 2.000 cadáveres de luchadores sociales y opositores en general. Ni hablemos de la conocida Unión Patriótica (UP), partido político del cual fueron exterminados, a manos de paramilitares y del propio ejército colombiano, 2 candidatos presidenciales, 8 congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y más de cinco mil militantes de base. Pérez Becerra fue uno de los dos alcaldes de la UP que sobrevivió al asesinato selectivo.

En sus últimos días de gobierno, el asesino Uribe denunció a Chávez, ante el Tribunal Penal Internacional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, de amparar a miembros de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y del ELN (Ejército de Liberación Nacional). Tras una escalada polémica, Chávez rompe relaciones diplomáticas y comerciales con Colombia, refuerza militarmente las fronteras y anuncia como inminente una invasión colombiana con decidido apoyo del imperialismo norteamericano, que acababa de firmar un acuerdo con Uribe por el cual puede utilizar durante 10 años unas siete bases militares colombianas para la lucha “contra el narcotráfico y el terrorismo” en el marco del Plan Colombia.

En medio de estas tensiones políticas, en agosto del 2010, asume la presidencia colombiana Juan Manuel Santos, ex Ministro de Defensa de Uribe y, por tanto, ejecutor y cómplice de todas las atrocidades y entreguismo del régimen genocida.

La calificación que recibía Santos por esos meses del líder de la “revolución bolivariana” no era de las mejores. Poco antes y durante la “guerra de papel” con Colombia, Chávez tilda a
Santos de “mafioso” de “señor de la guerra, el 'pitiyanqui' número uno de Colombia”.

Anuncia además su decisión de "poner distancias, reducir el comercio con un Gobierno que se declaró prácticamente enemigo de Venezuela y que amenaza con agredirlo y que además le abrió de par en par el territorio de Colombia al imperio yanqui". Remata anunciado que, de ser electo, “yo no lo voy a recibir". Sorprenderá a más de uno su accionar futuro.

Solucionada la crisis de la “guerra de papel”, a través de la mediación promovida por Néstor Kirchner vía UNASUR, Chávez cambia drásticamente su posición con respecto al nuevo gobierno de Santos.

Principiando agosto insta públicamente a las guerrillas colombianas a negociar con Santos, en la inteligencia de que el gobierno de Colombia “propone el camino de la paz, la guerrilla también (...) debe hacerlo”. Insiste exhortando ante el mundo: “Esa guerrilla debería manifestarse por la paz, pero con manifestaciones contundentes. Por ejemplo, podrían liberar a todos los rehenes. ¿Por qué una guerrilla va a tener rehenes?".

Su nueva política, de forma alevosa, lo lleva a pisotear hasta su retórico rechazo a la instalación de bases militares de los estadounidenses en suelo colombiano. Si bien es evidente que estas amenazan la seguridad de todo el continente, Chávez afirma que “Colombia es soberana para establecer convenios con cualquier país del mundo”.

No se detiene allí. Sorprendentemente, en noviembre de 2010, declara que se abrió una “nueva era” en las relaciones con la Colombia del continuista de Uribe. Juan Manuel Santos opina lo mismo. Casi eufórico, el colombiano declara que desde el 10 de agosto las relaciones con Hugo Chávez son "radicalmente diferentes". Destaca, por sobre todo, la colaboración del régimen “bolivariano” en la captura y entrega de personas ligadas o relacionadas –con o sin razón- con las guerrillas colombianas. Lo dice Santos con toda claridad: "Y se comprometió con el mundo y se comprometió con Colombia y ha venido cumpliendo, nos ha venido entregando gente. Eso no tenía precedentes; gente de las FARC o del ELN, nos ha venido entregando". Reafirma, finalmente, su optimismo en que Chávez se mantendrá como fiel cumplidor ante los guardines imperiales: "Sí tengo que decirle qué pienso (...) que hay un avance y creo que va a ver avances todos los días, que es lo que esperamos. Y es lo que hasta ahora yo espero que siga, él ha venido cumpliendo".

Este cambio en el accionar y hasta en la retórica de Chávez es producto de la efectividad que demuestra la renovada táctica de la reacción democrática que impulsa el imperialismo norteamericano. De la misma forma en que Obama representó un necesario “cambio de rostro” frente a la odiosa figura de Bush, Santos se demostró indicado para sustituir a Uribe con un perfil “conciliador” y “más abierto” a dialogar con sus vecinos y así ganar a Chávez y a Rafael Correa para su política de derrotar definitivamente a las FARC y estabilizar el área al servicio del imperialismo. Es mediante esta nueva táctica y la colaboración explícita de estos dos gobiernos adscriptos al “socialismo del siglo XXI”, que el imperialismo está logrando sus propósitos.

El caso de Pérez Becerra

En el marco de esta política de capitulación al régimen genocida de Santos-Uribe es que se da, el pasado 25 de abril, la detención y entrega ilegal del periodista Joaquín Pérez Becerra, director de la Agencia de Noticias Nueva Colombia (ANNCOL), país del cual huyó hace 20 años para evitar ser asesinado, obteniendo asilo político en Suecia.

La forma en que se la entrega de Pérez Becerra al asesino de Santos es repugnante.

Apenas pisa suelo venezolano es detenido, encarcelado, privado de toda comunicación y, en menos de 48 horas, deportado a Bogotá.

El servilismo de Chávez hacia su nuevo aliado lo grafica un hecho. Santos declaró horondo al diario El Tiempo de Bogotá: “el sábado llamé al presidente Chávez y le dije que un tipo muy importante para nosotros de las FARC llegaba en un vuelo de Lufthansa esa tarde a Caracas y que si lo podía detener. No titubeó. Lo mandó capturar y nos lo va a entregar”.

Chávez cumple la orden. La detención se ejecuta, por parte del gobierno venezolano, por considerar a Pérez Becerra el “cabecilla en Europa del frente internacional de las FARC”. En un comunicado oficial se explica que el periodista disidente era “requerido por los órganos de justicia de la República de Colombia, a través de INTERPOL, con difusión roja, por la comisión de los delitos de concierto para delinquir, financiamiento del terrorismo y administración de recursos relacionados con actividades terroristas”. Increíble viniendo de un gobierno cuyo presidente, meses atrás, decía que “las FARC y el ELN no son terroristas, son verdaderos Ejércitos y hay que darles reconocimiento (…) son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político y bolivariano que aquí es respetado”.

Por si alguna duda quepa en algún activista o revolucionario honesto, el propio Chávez reconocerá su directa responsabilidad informando: “El responsable de haber enviado a Colombia a Joaquín Pérez Becerra se llama Hugo Chávez, no es Nicolás Maduro (Canciller), ni Andrés Izarra (Ministro de Comunicación). El que quiere criticarme, que me critique”. Y no es casual que, ante las movilizaciones en rechazo a la entrega de Pérez Becerra, el gobierno respondió furibundo acusando y asociando a los que protestan con la “ultraizquierda”.

Chávez ha violado cualquier principio democrático. No hablamos de los principios socialistas revolucionarios, que nunca tuvo, ¡sino de los básicos derechos a la defensa y al asilo político!
Lo más grave es que el caso de Joaquín Pérez Becerra no es el único. Se suma a la entrega de decenas de otros supuestos o reales miembros de las FARC, del ELN o de ETA; estos últimos entregados al reaccionario gobierno español y la decadente monarquía borbónica.
Siempre hemos sostenido que el nacionalismo burgués que expresa Hugo Chávez, con sus nacionalizaciones acordadas con las multinacionales y otras tibias medidas, es muy limitado.

Pero en el caso de Pérez Becerra esto queda aún más patente, pues con esta actitud cobarde y genuflexa ante el imperialismo y sus agentes no llega ni a los talones de los nacionalistas burgueses durante los años 30 y 40 del siglo XX en América Latina. En relación a los refugiados da vergüenza porque es el opuesto al caso del mexicano Lázaro Cárdenas, que no dudó en asilar a revolucionarios de la talla de León Trotsky, cuando en 1938 este era reclamado por varios países imperialistas y la poderosa burocracia soviética.

Estos vergonzosos hechos sólo demuestran la adhesión de Chávez a las exigencias del imperialismo y del régimen bonapartista de Colombia en lo que atañe a la "lucha contra el terrorismo" que, como sabemos, no es otra cosa que la lucha contra la resistencia de las masas latinoamericanas a la recolonización imperialista.
El telón de fondo de esta política consciente de colaboración con Santos, el imperialismo, la INTERPOL y la CIA, lo encontramos, a nivel interno, en la brutal crisis económica que atraviesa Venezuela, producto de la crisis mundial del capitalismo; y, en lo externo, a las presiones políticas del imperialismo.

La tierra de Bolívar fue el único país que cerró el 2010 con una recesión de -1,9%. La inflación anual acumulada está alrededor del 30%. El desempleo subió del 6,5 al 8,7% en los últimos meses. El gobierno “bolivariano” respondió a la crisis como lo hicieron todos los demás gobiernos capitalistas: desplomando el peso de la misma en las espaldas de la clase trabajadora y el pueblo explotado.

Es por ello que se privilegian las relaciones comerciales con Santos. Es por ello que se lisonjea a los asesinos del pueblo. Es a cambio de ayuda comercial que Chávez embellece al otrora “mafioso” y “pitiyanqui” de Santos y hasta está dispuesto a legitimar gobiernos golpistas como el de Porfirio Lobo en Honduras, que ni siquiera era reconocido hasta ahora por la mayoría de los demás gobiernos del continente.

Este aspecto merece especial destaque. El pasado 9 de abril, en Colombia y a instancias de la diplomacia norteamericana, se realiza una reunión entre Chávez y Santos donde acuerdan promover el reconocimiento internacional del gobierno heredero del golpe de junio del 2009 en Honduras y su reincorporación a la OEA en su próxima Asamblea General.

De esta forma, el escuálido gobierno golpista y la burguesía hondureña podrían acceder a préstamos de organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y beneficiarse de las condiciones ventajosas de financiación para el petróleo que otorga PETROCARIBE, empresa formada en el seno del ALBA, liderada por Hugo Chávez. El presidente Chávez expresó esto con claridad en Colombia: "Con mucho gusto he conocido al presidente Lobo (...) y los resultados son muy positivos (…) nosotros hemos hecho gestiones para tratar de ayudar a que Honduras se reintegre a todos los organismos internacionales y a los programas de cooperación con nuestros países".

Chávez está dispuesto a blanquear a un gobierno surgido de un golpe de estado y traicionar la lucha del pueblo hondureño que resiste hasta ahora las persecuciones y represiones del régimen de facto. Todo este proceso vergonzoso de capitulación al imperialismo y a los golpistas en Honduras ocurre con el aval del ex presidente Mel Zelaya, que el pasado 19 de abril fue hasta Caracas para “aceptar la mediación” de Hugo Chávez en pos de la “la paz y la democracia en Honduras”.

Estos hechos resuelven una polémica que se inició en 2009, donde la mayoría de la izquierda sostenía que la táctica del imperialismo era promover golpes al estilo hondureño en todas partes y por lo cual se debía reforzar el apoyo político a los gobiernos “progresistas”. Desde la LIT-CI sostuvimos que la táctica principal del imperialismo era otra, la de la reacción democrática, jugándose a incorporar a la oposición hondureña y al mismo Zelaya al régimen mediante acuerdos, tal como ahora presenciamos.

No es correcto andar con rodeos. A las acciones de Chávez debemos llamarlas por su nombre: traición y entrega. Traición a las masas venezolanas que han protagonizado impresionantes luchas revolucionarias desde 1989 y a todos aquellos luchadores y activistas honestos en todo el mundo que confiaron –y siguen confiando- en su figura como líder “antiimperialista” y "socialista".¡Por una campaña de solidaridad, denuncia y movilización internacional por la libertad de Pérez Becerra!Desde la Liga Internacional de los Trabajadores –Cuarta Internacional (LIT-CI) denunciamos esta traición infame de Hugo Chávez y responsabilizamos a su gobierno por cualquier atropello a la integridad física de Pérez Becerra.

Es imperioso emprender una amplia y masiva campaña de información, denuncia y movilización por la liberación inmediata de Pérez Becerra y de todos los presos políticos entregados por el gobierno de Chávez al régimen terrorista de Santos.

Es momento de denunciar las traiciones de Chávez y de exigir la ruptura de su pacto nefasto con Santos y el imperialismo. Sólo la organización y la movilización independientes de la clase obrera y el pueblo venezolanos, conjuntamente con el resto de América Latina, podrá derrotar este pacto firmado a cambio de la sangre y la libertad de miles de luchadores sociales y de izquierda.

¡Construyamos una alternativa antiimperialista, obrera y socialista ante el chavismo!
Es necesario, además, que se profundice el análisis al interior de todas las organizaciones que se reclaman de izquierda y que levantan la bandera del socialismo sobre el carácter de clase del gobierno de Chávez. Es urgente romper con la confusión que surge de identificar la defensa de la revolución venezolana, y latinoamericana, con la defensa del gobierno de Chávez. Hugo Chávez no es la revolución, es su sepulturero.

El líder “bolivariano” ha demostrado con creces ser un dirigente burgués de un sector de los capitalistas venezolanos que se enriquecen de las rentas del petróleo y de todo tipo de negociados con el Estado. No es un líder socialista. Es el líder de la llamada “boliburguesía”. Por su carácter burgués nunca podrá ser un antiimperialista consecuente y, a pesar de su retórica y de ciertos roces con el imperialismo, seguirá manteniendo a Venezuela en la condición de país semicolonial.

Una política de apoyo a este gobierno sólo debilita la posibilidad y necesidad de construir una salida independiente, clasista, socialista e internacionalista para la clase obrera venezolana, tarea en la cual estamos empeñados los militantes de la LIT-CI y otros revolucionarios en el mundo.

“Nos reafirmamos en que ninguna burguesía o sector burgués nacional de Latinoamérica podrá cumplir un rol progresivo en la liberación de nuestro continente de las garras del águila imperial. Chávez no es ni será la excepción a esta regla demostrada por la historia” concluye la dura acusación del PT

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