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Fernando Lugo en el Festival de excusas del Bicentenario

Otra notoria ausencia fue la del presidente chileno Sebastián Piñera
Luis Agüero Wagner
lunes, 16 de mayo de 2011, 07:34 h (CET)
Cuando a raíz de las guerras napoleónicas, España fue ocupada por Francia, el gobernador español en Paraguay Bernardo de Velasco sufrió la invariable suerte de los delegados cuyos delegantes caen en desgracia: un grupo de oficiales criollos decidió serrucharle el piso y repartirse las ganancias. En tanto se desarrollaba la guerra entre los libertadores y los españolistas que siguió, el olvidado Paraguay se proclamó absolutamente neutral en la disputa, lo que permitió a su territorio permanecer fuera de las batallas, como suspendido en el espacio y la historia. Así se inauguró su aislamiento en el concierto de naciones, que iría a ocupar casi toda su existencia.

Durante una reciente sesión el senado de Brasil, un joven senador del PT recriminó a sus pares en dicha cámara su desinterés por el destino de un vecino tan próximo como el Paraguay, mencionando que dicho país sólo tuvo importancia para ellos cuando las libras esterlinas inglesas se derramaron sobre las arcas del emperador Pedro II y del anglófilo presidente argentino Bartolomé Mitre, encomendando arrasar en su nombre al próspero Paraguay de 1865.

Ciertamente, el protagonismo del Paraguay ha sido apenas un fugaz centelleo, las veces que los intereses extranjeros a la región decidieron utilizarlo como campo de sus disputas inter-imperialistas, como cuando en 1932 las empresas petroleas Shell y Standard Oil convirtieron al Chaco paraguayo en botín de guerra, llevando a dos países miserables a tres años matanza inútil.

Aquel nebuloso episodio acaecido entre el 14 y 15 de mayo de 1811 acabó gestando una exótica república sudamericana, de la que sus vecinos y el resto de la comunidad internacional sólo se acuerda cuando hay de por medio libras esterlinas o, más recientemente, dulces dólares.

Las ausentes presidentas de Argentina y Brasil, Dilma y Cristina Fernández, lo volvieron a demostrar en los festejos del bicentenario. Después de todo, las represas hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá ya se encuentran concluídas, y la montaña de dólares en créditos que se derramaron sobre las dictaduras del cono sur durante su erección son ya una experiencia irrepetible. Ahora sólo resta realizar el reparto de las últimas migajas que dejaron los dictadores y las posteriores transiciones corruptas.

Festival de excusas

Si algo ha sido abundante en este bicentenario de la república del Paraguay, han sido las excusas de los mandatarios extranjeros comprometidos a participar de los actos en Asunción. De ocho presidentes, apenas dos se hicieron presentes en el territorio paraguayo para los festejos, y uno de ellos ni siquiera aguardó lo suficiente para presenciar el desfile en honor a la efeméride patria.
La última deserción fue la de la presidenta Cristina Fernández, quien según explicó el gobierno, se comunicó excusándose por su ausencia en los festejos del Bicentenario paraguayo.

Las versiones fueron diversas, respecto a la llamativa ausencia, pero según el mismo cura la presidenta no viajó por motivos médicos, supuestamente de su presión arterial.
La presidenta argentina y la brasileña se enfermaron en dúo, dado que Dilma alegó las mismas inespecíficas "razones médicas" para explicar su ausencia en Asunción.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, también suspendió su viaje a Asunción a última hora y por motivos no especificados.El gobierno ecuatoriano estuvo representado por el canciller Ricardo Patiño.

Otra notoria ausencia fue la del presidente chileno Sebastián Piñera

"El presidente chileno, Sebastián Piñera, no asistirá a los festejos por el Bicentenario de la Independencia de Paraguay, que se celebrarán el 14 y el 15 de mayo" habían confirmados fuentes oficiales chilenas la semana pasada, sin mayores aclaraciones.

Recientemente, Evo Morales -el único en el palco de Lugo el sábado en Asunción- desairó al cura evitando asistir a un encuentro de caciques, por el cual la tribu Rubin recibió 430 mil dólares de Itaipú a pesar del fracaso.

Lugo también fue ignorado por Obama, que sin embargo usó como portaviones al Paraguay, dado que varios C17 Globemaster de su escolta aterrizaron en territorio paraguayo para reabastacerse durante la gira del emperador negro.

Demás está decir que ni el emperador, ni su antagonista retórico Hugo Chávez estuvieron en los festejos, dejando al Paraguay fuera de ambos bloques, el pro-yanqui y el bolivariano.

De esta manera, el festejo del bicentenario en Paraguay resultó doblemente absurdo: una celebración por algo que no existe, la independencia, y para colmo en el más absoluto ostracismo, lo único que ha acompañado paradojalmente a esta nación a lo largo de más de dos siglos.

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