“Esto es un filón para hacer fotos”, me dijo un fotógrafo en Puerta del Sol. Uno de tantos de los que estos días “toman” la plaza junto a los protestantes, tratando de cazar imágenes o discursos que narren qué está sucediendo en esta plaza, qué está pasando en realidad.
Imágenes. Ideas. ¿Nuevas realidades?
| Plaza Sol / Ana Rodríguez
| De entre todas las manifestaciones visuales capaces de alumbrar significados por sí mismas que está generando el movimiento 15M, destaca – no solo por su tamaño- el anuncio de Paz Vega a tamaño monumental.
Hasta hace relativamente poco, la andaluza presidía la plaza anunciando champú y pelazo mediterráneo –sea lo que sea eso-. Nos miraba directamente a los ojos, seductora y bella, inalcanzable. Su misterio y su deseo, asentado en sus curvas y en su gesto, dialogaban en silencio con nosotros: un intercambio íntimo de pareceres alojado en un territorio paralelo, ese coto de la imagen publicitaria que actúa como desierto de aspecto celestial de ideales y posibilidades y hasta sueños de seducción.
Pero esa imagen apabullante de Paz Vega como diosa mediterránea ha sido violentamente interrumpida, progresivamente modificada y colapsada por los integrantes de la acampada de Puerta del Sol, que han ido introduciendo sus propias pancartas en el anuncio, y con ellas, un torrente de realidad que, de alguna manera, ha dejado expuesto el código del anuncio de champú. Lo que antes era un diálogo de a dos, casi privado, casi inconsciente, entre la modelo y nosotros, ahora es un diálogo –forzosamente- de a tres, entre la imagen política, la imagen publicitaria y nosotros, que nos obliga, queramos o no, ya no a un diálogo sino a algún tipo de discurso, el que nosotros elijamos establecer para interpretar la nueva imagen.
En la lona de Paz Vega ha ido sedimentando el espíritu crítico e imaginativo del movimiento 15M. Pronto fue tapado el apellido de la modelo con un cartel, dejando exclusivamente su nombre como emblema. La marca de champú que anuncia, L’Óreal, fue desprovista igualmente de su O inicial, al tiempo que se colgaba encima un cartel en el que podía leerse “democracia”, “democracia real”. Coronando, además, la frente de la modelo, un cartel feminista clama por la igualdad entre sexos. Eso sin contar el resto de carteles que testimonian las diversas inquietudes a las que da cabida el movimiento: de la liberación animal a la lucha antisistema.
En la fotografía que muestra este artículo, todavía se podía ver, entre las pancartas, el rostro de Paz, que ayer y anteayer fue tapado por una nueva imagen con un nuevo lema. Resulta, si cabe, más interesante esta imagen que la actual: aquí aún podemos ver sus ojos, que siguen mirándonos desde su extraño y lejano Olimpo, sin mácula en su belleza. Alojada en una realidad tan perfecta como paralela, la imagen de Paz Vega sigue siendo bella, sin duda, aunque de repente, resulta algo siniestra. Las nuevas imágenes que la rodean la resignifican, la resitúan. Y cuando la perfecta emulación de la realidad deja de ser perfecta –o se pone al descubierto su estrategia- se convierte, como esta lona con sus parches, en frankensteiniana. Decodificada. Costuras al aire. Y hasta costurones.
Magnífica coincidenica, en el tiempo y en el espacio, la del anuncio de Vega con la protesta ciudadana, capaz de aportar, en su hibridación o concomitancia, significados certeros, en la imagen, del actual impulso transformador.
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