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Pronto se empezaron a advertir las intenciones que se escondían bajo aquella apariencia pacífica y respetuosa con las leyes

A Rubalcaba los cachorros le han crecido lobos

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Sin duda, señores, son jacobinos. En un artículo publicado el 19 del mes pasado, a los pocos días del comienzo de la ocupación de la Plaza del Sol por los revolucionarios del 15-M, vulgo, los “indignados”; mostrábamos nuestro escepticismo respecto a las intenciones de aquellos, aparentemente, pacíficos y moderados jóvenes que se quejaban de no tener trabajo.

En efecto, transcurrido un mes desde aquella efemérides, ya tenemos suficientes elementos de juicio para afirmar que estábamos en lo cierto cuando decíamos “debemos confesar que, por principio, desconfiamos de estas explosiones sociales que se arropan bajo una capa de reivindicación pacífica, un rechazo a la clase política en general y, esto sí, una legítima petición de que se haga lo preciso para que esta penuria económica y destrucción de puestos de trabajo, se solucione cuanto antes”.

Lo que comenzó con una ocupación pacífica de la Puerta del Sol, pronto tuvo imitadores en la Plaza de Catalunya de Barcelona y se ha ido propagando a más de 60 pueblos y ciudades donde, las principales avenidas y plazas, se han convertido en campamentos de reunión de numerosos grupos de personas, ya no todas son jóvenes, donde se hacen conciliábulos asamblearios, de carácter antisistema, y donde se intentan sacar conclusiones y elaborar documentos reivindicativos, con más empeño que éxito.

El primitivo perfil reivindicativo de un puesto de trabajo y una rectificación de las políticas económicas y sociales del gobierno socialista, pronto se ha visto que no era más que una excusa para intentar atraerse la simpatía de los ciudadanos (como, efectivamente, ocurrió en los primeros días) hacia una causa que parecía razonable y digna de ser respaldada y tenida en cuenta. No obstante, pronto se empezaron a advertir las intenciones que se escondían bajo aquella apariencia pacífica y respetuosa con las leyes. Lo primero que se observó fue que, las reclamaciones, no iban encauzadas contra los responsables del Gobierno de la nación ni tenían lugar en aquellas localidades o autonomías en las que el gobierno estaba en manos de los socialistas de ZP, sino que, por el contrario, las manifestaciones más ostentosas, las más ruidosas y las más mediáticas, se producían en aquellas ciudades y regiones que estaban dirigidas por el PP o por los nacionalistas de derechas catalanes, CIU.

En segundo lugar, a medida que iban transcurriendo los días y se acumulaba más gente a los acampados, el cariz de aquella convención fue modificándose y, muy pronto, cuando salieron las primeras reivindicaciones, resultado de la suma de las diversas asambleas de los distintos grupos que se congregaron para deliberar; lo que quedó evidente es que: el carácter apolítico, reivindicado al principio por los primeros ocupantes del campamento y sus peticiones de trabajo, de un cambio de enfoque económico que permitiera crear puestos de trabajo; ya habían quedado en un segundo lugar y lo que, en realidad, se estaba pidiendo, mejor dicho, exigiendo, a los políticos, es que se llevara a cabo un cambio del sistema, no un cambio de gobierno ni unas elecciones anticipadas, no señores, el decálogo que salió de aquel sanedrín multicultural y asambleario fue, ni más ni menos, que una copia milimétrica del programa de la extrema izquierdas española, una facsímile de lo que los de IU quisieron hacer valer para convencer que los votaran, en las pasadas elecciones del 22 de Mayo pasado.

El primer toque de atención lo tuvimos cuando la policía de Barcelona quiso que los asamblearios abandonasen, temporalmente, el asentamiento de la Plaza de Catalunya para que las brigadas de limpieza pudieran limpiar aquel lugar de las inmundicias acumuladas. Entonces se vio con claridad lo que se escondía bajo aquella capa de aparente pacifismo.

Algunos se rebotaron y se resistieron a las fuerzas del orden y otros aprovecharon para hacer fotos para dejar constancia de la “acción brutal de la policía”; una representación que luego les ha servido para que un semanario inglés titulara la escena como la “Barcelona sangrienta”. ¿Y quienes protestaron en el Parlament contra el consejero de Interior, el señor Puig, acusándole de emplear a las fuerzas del orden de forma salvaje? Pues los de siempre, los de ERC, ICyV y los del PSC; aquellos que se veían venir el gran fracaso en las elecciones del día 22. Y es que, señores, no nos creemos que semejante convocatoria, bien organizada, con grupos de estudios; mesas de diálogo; cocinas; altavoces para informar; lugares de concentración; turnos de relevos; bibliotecas y demás servicios de intendencia, sea algo que pueda surgir de la noche a la mañana ni nada que pueda ser fruto de la improvisación momentánea, sino que requiere una planificación, una financiación y alguien que asuma la dirección del grupo.

La falta de reacción del señor Rubalcaba ¡el sabrá los motivos que le impulsaron a no mover un dedo para impedir semejante concentración, en vísperas de las elecciones!, su excesiva precaución y “prudencia”, para hacer que se cumpliera la ley y, su evidente dejación en el ejercicio de sus responsabilidades como ministro de Interior, ha permitido que los dirigentes de los amotinados se hicieran fuertes, adquirieran confianza y se decidieran a dar un paso más en la ejecución de su plan desestabilizador.

Resulta inconcebible la propaganda mediática que se les a proporcionado, especialmente de parte de la TV1, cuyos directivos parecen encantados de que el movimiento se vaya propagando por España y, lo que todavía es peor, la difusión que se ha hecho de él por toda la prensa extranjera, que los viene destacando en sus páginas principales. La contención que, evidentemente, se ha ordenado a las fuerzas de seguridad; el miedo que los jefes tienen a que alguien pudiera salir trompicado por causa de la actuación policial y el pánico, del propio Rubalcaba, de que una actuación enérgica contra estos revoltosos le pudiera restar alguno de los pocos votos que todavía le puedan quedar; ha convertido un suceso anecdótico que fácilmente se hubiera podido solventar con unas mangueras de agua, en un problema de dimensiones preocupantes si, como parece, no hay intención alguna de reprimirlo

No podemos menos de contemplar la posibilidad de que, detrás de toda esta movida, aparentemente espontánea, exista la intención oculta de, ya que no ven posible desbancar al PP, en el tiempo que les queda al PSOE hasta las próximas elecciones; lo que estén intentando es dejarle un panorama de tierra quemada al gobierno que les vaya a suceder; que podría consistir en algo así como el permitir a Bildu que se convierta en una fuerza definitiva en el País Vasco, capaz de volver a levantar a los terroristas de ETA, organizar, como ya ha empezado a suceder, nuevas algaradas tipo Kale Boroca en las principales ciudades abertzales; volver a amenazar de muerte a sus rivales políticos o seguir extorsionándoles, como ha sucedido en el caso del edil popular de Basauri o lo que ha ocurrido en Elorrio.

Curiosamente, estos hechos coinciden con la “amenaza” de Rubalcaba de reducir el número de escoltas en el País Vasco. El mismo ZP ha manifestado su simpatía por los del 15M, aunque luego le han hecho rectificar. Sin embargo, está dentro de su peculiar sentido de la ética el dejarles un bombón envenenado a sus adversarios del PP, legándoles la incómoda herencia de un grupo de sediciosos, antisistema y revoltosos; capaces de impedir a los parlamentarios acudir al Senado o al Parlamento, que puedan hacer causa común con los Sindicatos UGT y CC.OO, evidentemente encantados de poder lanzar a la huelga a sus huestes, algo que, vean ustedes por donde, no han querido hacer con el gobierno socialista. O, señores, esto es lo que pienso, modestamente, al respecto.

A Rubalcaba los cachorros le han crecido lobos

Pronto se empezaron a advertir las intenciones que se escondían bajo aquella apariencia pacífica y respetuosa con las leyes
Miguel Massanet
jueves, 16 de junio de 2011, 07:01 h (CET)
Sin duda, señores, son jacobinos. En un artículo publicado el 19 del mes pasado, a los pocos días del comienzo de la ocupación de la Plaza del Sol por los revolucionarios del 15-M, vulgo, los “indignados”; mostrábamos nuestro escepticismo respecto a las intenciones de aquellos, aparentemente, pacíficos y moderados jóvenes que se quejaban de no tener trabajo.

En efecto, transcurrido un mes desde aquella efemérides, ya tenemos suficientes elementos de juicio para afirmar que estábamos en lo cierto cuando decíamos “debemos confesar que, por principio, desconfiamos de estas explosiones sociales que se arropan bajo una capa de reivindicación pacífica, un rechazo a la clase política en general y, esto sí, una legítima petición de que se haga lo preciso para que esta penuria económica y destrucción de puestos de trabajo, se solucione cuanto antes”.

Lo que comenzó con una ocupación pacífica de la Puerta del Sol, pronto tuvo imitadores en la Plaza de Catalunya de Barcelona y se ha ido propagando a más de 60 pueblos y ciudades donde, las principales avenidas y plazas, se han convertido en campamentos de reunión de numerosos grupos de personas, ya no todas son jóvenes, donde se hacen conciliábulos asamblearios, de carácter antisistema, y donde se intentan sacar conclusiones y elaborar documentos reivindicativos, con más empeño que éxito.

El primitivo perfil reivindicativo de un puesto de trabajo y una rectificación de las políticas económicas y sociales del gobierno socialista, pronto se ha visto que no era más que una excusa para intentar atraerse la simpatía de los ciudadanos (como, efectivamente, ocurrió en los primeros días) hacia una causa que parecía razonable y digna de ser respaldada y tenida en cuenta. No obstante, pronto se empezaron a advertir las intenciones que se escondían bajo aquella apariencia pacífica y respetuosa con las leyes. Lo primero que se observó fue que, las reclamaciones, no iban encauzadas contra los responsables del Gobierno de la nación ni tenían lugar en aquellas localidades o autonomías en las que el gobierno estaba en manos de los socialistas de ZP, sino que, por el contrario, las manifestaciones más ostentosas, las más ruidosas y las más mediáticas, se producían en aquellas ciudades y regiones que estaban dirigidas por el PP o por los nacionalistas de derechas catalanes, CIU.

En segundo lugar, a medida que iban transcurriendo los días y se acumulaba más gente a los acampados, el cariz de aquella convención fue modificándose y, muy pronto, cuando salieron las primeras reivindicaciones, resultado de la suma de las diversas asambleas de los distintos grupos que se congregaron para deliberar; lo que quedó evidente es que: el carácter apolítico, reivindicado al principio por los primeros ocupantes del campamento y sus peticiones de trabajo, de un cambio de enfoque económico que permitiera crear puestos de trabajo; ya habían quedado en un segundo lugar y lo que, en realidad, se estaba pidiendo, mejor dicho, exigiendo, a los políticos, es que se llevara a cabo un cambio del sistema, no un cambio de gobierno ni unas elecciones anticipadas, no señores, el decálogo que salió de aquel sanedrín multicultural y asambleario fue, ni más ni menos, que una copia milimétrica del programa de la extrema izquierdas española, una facsímile de lo que los de IU quisieron hacer valer para convencer que los votaran, en las pasadas elecciones del 22 de Mayo pasado.

El primer toque de atención lo tuvimos cuando la policía de Barcelona quiso que los asamblearios abandonasen, temporalmente, el asentamiento de la Plaza de Catalunya para que las brigadas de limpieza pudieran limpiar aquel lugar de las inmundicias acumuladas. Entonces se vio con claridad lo que se escondía bajo aquella capa de aparente pacifismo.

Algunos se rebotaron y se resistieron a las fuerzas del orden y otros aprovecharon para hacer fotos para dejar constancia de la “acción brutal de la policía”; una representación que luego les ha servido para que un semanario inglés titulara la escena como la “Barcelona sangrienta”. ¿Y quienes protestaron en el Parlament contra el consejero de Interior, el señor Puig, acusándole de emplear a las fuerzas del orden de forma salvaje? Pues los de siempre, los de ERC, ICyV y los del PSC; aquellos que se veían venir el gran fracaso en las elecciones del día 22. Y es que, señores, no nos creemos que semejante convocatoria, bien organizada, con grupos de estudios; mesas de diálogo; cocinas; altavoces para informar; lugares de concentración; turnos de relevos; bibliotecas y demás servicios de intendencia, sea algo que pueda surgir de la noche a la mañana ni nada que pueda ser fruto de la improvisación momentánea, sino que requiere una planificación, una financiación y alguien que asuma la dirección del grupo.

La falta de reacción del señor Rubalcaba ¡el sabrá los motivos que le impulsaron a no mover un dedo para impedir semejante concentración, en vísperas de las elecciones!, su excesiva precaución y “prudencia”, para hacer que se cumpliera la ley y, su evidente dejación en el ejercicio de sus responsabilidades como ministro de Interior, ha permitido que los dirigentes de los amotinados se hicieran fuertes, adquirieran confianza y se decidieran a dar un paso más en la ejecución de su plan desestabilizador.

Resulta inconcebible la propaganda mediática que se les a proporcionado, especialmente de parte de la TV1, cuyos directivos parecen encantados de que el movimiento se vaya propagando por España y, lo que todavía es peor, la difusión que se ha hecho de él por toda la prensa extranjera, que los viene destacando en sus páginas principales. La contención que, evidentemente, se ha ordenado a las fuerzas de seguridad; el miedo que los jefes tienen a que alguien pudiera salir trompicado por causa de la actuación policial y el pánico, del propio Rubalcaba, de que una actuación enérgica contra estos revoltosos le pudiera restar alguno de los pocos votos que todavía le puedan quedar; ha convertido un suceso anecdótico que fácilmente se hubiera podido solventar con unas mangueras de agua, en un problema de dimensiones preocupantes si, como parece, no hay intención alguna de reprimirlo

No podemos menos de contemplar la posibilidad de que, detrás de toda esta movida, aparentemente espontánea, exista la intención oculta de, ya que no ven posible desbancar al PP, en el tiempo que les queda al PSOE hasta las próximas elecciones; lo que estén intentando es dejarle un panorama de tierra quemada al gobierno que les vaya a suceder; que podría consistir en algo así como el permitir a Bildu que se convierta en una fuerza definitiva en el País Vasco, capaz de volver a levantar a los terroristas de ETA, organizar, como ya ha empezado a suceder, nuevas algaradas tipo Kale Boroca en las principales ciudades abertzales; volver a amenazar de muerte a sus rivales políticos o seguir extorsionándoles, como ha sucedido en el caso del edil popular de Basauri o lo que ha ocurrido en Elorrio.

Curiosamente, estos hechos coinciden con la “amenaza” de Rubalcaba de reducir el número de escoltas en el País Vasco. El mismo ZP ha manifestado su simpatía por los del 15M, aunque luego le han hecho rectificar. Sin embargo, está dentro de su peculiar sentido de la ética el dejarles un bombón envenenado a sus adversarios del PP, legándoles la incómoda herencia de un grupo de sediciosos, antisistema y revoltosos; capaces de impedir a los parlamentarios acudir al Senado o al Parlamento, que puedan hacer causa común con los Sindicatos UGT y CC.OO, evidentemente encantados de poder lanzar a la huelga a sus huestes, algo que, vean ustedes por donde, no han querido hacer con el gobierno socialista. O, señores, esto es lo que pienso, modestamente, al respecto.

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