Con un apoteósico cholulaje futbolero, la politiquería paraguaya decidió utilizar a principios del año 2010, la repatriación de los restos del máximo goleador en la historia del fútbol argentino, el paraguayo Arsenio Erico, como una demostración patriotera de “nacionalismo” deportivo.
El “paraguayo de oro”, el “hombre de mimbre”, el “Saltarín Rojo” que hacía delirar a los fanáticos de los “diablos rojos” de Avellaneda, el Club Atlético Independiente –conocido como rey de copas por sus éxitos internacionales- volvió así para ser de vuelta sepultado en el Paraguay que lo vio nacer, pero que muy poco pudo deleitarse de las dotes del “malabarista del balón”.
Fue Argentina el país donde brilló, y que en generoso ofrecimiento, le tentó con defender sus colores nacionales en el mundial organizado por Mussolini en Italia, en 1938. Con el pundonor que caracterizaba a la gente de aquel tiempo, Erico declinó la distinción.
El astro del Real Madrid Alfredo Di Stéfano, considerado por los anti-maradonianos como el mejor jugador argentino de todos los tiempos, se declaró en una oportunidad un simple imitador de Erico, a quien confesaba, “vi hacer las mejores cosas con el taco, siendo niño e hincha de Independiente”. El escritor francés, cuando los vio jugar, lo comparó con el gran bailarín ruso . Vaslav Nijinsky. El poeta del tango Cátulo Castillo le dedicó una de sus canciones, cuyos versos decían: "Pasará un milenio sin que nadie / repita tu proeza / el pase de taquito o de cabeza / Y todo lo hacía con elegancia de bailarín". Eduardo Galeano escribió sobre él: "Tenía, escondidos en el cuerpo, resortes secretos. Saltaba el muy brujo, sin tomar impulso, y su cabeza llegaba siempre más alto que las manos del arquero, y cuando más dormidas parecían sus piernas, con más fuerza descargaban de pronto latigazos al gol".
Los restos de Erico, a quien el museo de la historia de la ciudad de Buenos Aires recuerda en un sitio de honor, fueron exhumados el 23 de febrero de 2010, para luego ser trasladados al Paraguay. Muchos alegaban que los restos estaban a punto de terminar en una fosa común.
Así volveria a su Paraguay natal, país de corta memoria donde los sitios históricos se encuentran en total estado de abandono, y donde de tumbas de héroes ni siquiera se conoce el sitio.
La pelota no dobla, la historia del fútbol sí
Con ironía se lee en el sitio web La Pelota no dobla que “Si un grupo de franceses pudo hallar el cráneo de Toumai – el homínido más antiguo – después de siete millones de años; si un estudio revela que La Gioconda fue retratada mientras un período de lactancia; si la descendencia de Julio Verne encuentra en un baúl los originales de “París en el siglo XX” entonces es posible encontrar goles perdidos en la historia.
Si María Kodama publica los textos que Borges jamás quiso publicar (“El idioma de los argentinos”); si los invasores ingleses de 1807 no se bañaron en aceite sino en agua hirviendo (Felipe Pigna) o si Eva Perón jamás dijo “volveré y seré millones” (Pacho Odonell), podemos inferir que el paraguayo Arsenio Erico (30.03.1915 – 23.07.1977) no puede llevarse los laureles de ser el máximo goleador histórico del fútbol argentino con 293 conquistas, récord que ostentara desde su retiro, en Huracán, desde los peronistas días de 1947”.
El tono burlón del comentario no da para agregar más.
El Chauvinismo y la historia del fútbol
Está comprobado que el chauvinismo no sólo es capaz de cambiar la historia de las guerras, cuyas versiones siempre son distintas en bandos de vencedores o vencidos. “¿Qué significa un muerto en una obra de Shakespeare en comparación con el decisivo gol de cabeza en el minuto 92?” declaró en una oportunidad el periodista cultural Helmut Bottinger para justificar su entusiasmo por el fútbol. En el caso del mundial de Argentina en 1978, podría decirse que definitivamente, los muertos no contaban para nada.
Un estudio del CIHF (Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol de Argentina) “descubrió” un gol de 1941 que por error no le fue adjudicado a Ángel Labruna (28.09.1918 – 20.09.1983), hasta hace poco inmediato perseguidor en la tabla de goleadores históricos del fútbol argentino con 292.
En la lluviosa tarde del 26 de octubre de 1941 Ríver se coronaba campeón ganándole a Estudiantes, en La Plata, por 3 a 1. Uno de esos tres goles guarda el “error” de ser asignado a E. Rodríguez en contra (según publica el historiador Pablo Ramírez) cuando en realidad y gracias al supuesto hallazgo de una foto que muestra a Labruna cabeceando, el gol es del “angelito de River”, Angel Labruna.
“A partir de este singular hallazgo, el CIHF se encamina al estudio individual de cada gol de la dupla récord Erico – Labruna. Porque si bien el agua hirviendo que duchó a los ingleses pudo ser petróleo, las nuevas tecnologías podrían develar - según la pigmentación de su piel – dónde vacacionó La Gioconda o Toumai no resulta ser ningún homínido, existe la discusión sobre otro gol – no convalidado - de Labruna que lo convertiría, con 294 tantos, en el máximo, único y argentino goleador histórico de nuestro fútbol”.
Cabe aquí preguntarse cuántas mentiras enseñarán a los niños argentinos sobre su propia historia, cuando después de cantar el himno a Sarmiento deben rendir exámenes, sobre temas como el héroe de la guerra del Paraguay Bartolomé Mitre.
Nacionalismo futbolero
Dijo José Luis Coll que un país habrá llegado al máximo de civismo cuando los partidos de fútbol puedan jugarse sin árbitros, y evidentemente, aún ese día no llegó ni siquiera para periodistas deportivos de Argentina y Paraguay.
Ya lo advertía Jean Paul Sartre, en el fútbol todo se complica por la presencia del equipo adversario. El laureado filósofo francés también advertía en su crítica de la razón dialéctica que cuando un guardameta evitaba varias veces la caída de su equipo con acciones individuales, se extralimitaba en su poder en una práctica creativa.
A principios del año 2009 Boca Juniors cayó ante San Lorenzo por tres a cero, con un desempeño aplastante del equipo de Boedo. En celebración, la hinchada de los santos salió a reivindicar su proverbial "paternidad" sobre Boca. "Tranquilo, Lugo... Estos son hijos nuestros", afirmaba el afiche publicado por entonces en el sitio Mundo Azulgrana., en el cual resaltaban jugadores paraguayos que por entonces defendían la casaca de Boca: (http://www.perfil.com/contenidos/2009/12/01/noticia_0020.html).
La broma, obviamente, parodiaba al presidente Fernando Lugo, quien deshonró la investidura presidencial de su país envolviéndose en varios escándalos por sus hijos no reconocidos, algunos de ellos nacidos cuando se desempeñaba como obispo,y que hoy busca su vitaliciado en el poder haciendo oídos sordos a un lapidario rechazo generalizado de la sociedad a sus pretensiones.
“Menos creíbles que Lugo” tituló por la misma época el portal del equipo de River Plate de Buenos Aires al desempeño de sus jugadores, cuando los herederos de los colores que vistió Labruna cayeron entonces ante el equipo de donde surgiera Erico, Nacional de Asunción y quedaron eliminados así de la Copa Libertadores de América : (http://www.riverplate.com/Noticias/futbol-profesional/3218-menos-creibles-que-lugo.html).
Tal vez la escasa credibilidad del cura con hijos, bien conocida por estos hinchas de fútbol, haya jugado un papel preponderante en la negativa del estelar juvenil Juan Iturbe, ante los requerimientos de volver a vestir los colores de Paraguay como intentó convencerlo Lugo.
Dijo William Shankly que mucha gente piensa que el fútbol es un juego a vida o muerte, pero es mucho más importante que eso. La actitud de ciertos líderes políticos y de algunos “historiadores del fútbol” parecería confirmar la afirmación.
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