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La debilidad de la democracia está en su propia esencia, pues defiende la libertad de pensamiento y de expresión del mismo como forma de establecer relaciones beneficiosas para la propia sociedad; más he aquí que, aquellos sujetos enemigos de la democracia, al amparo de los privilegios que le otorga esa libertad, la van dinamitando mediante la propia descalificación del sistema.
¡En buen lío se ha metido Reyes Maroto! A ver cómo sale de ese atolladero: llamar «asesinos» a los profesionales de las residencias de ancianos de Madrid, que no dejaron ni un momento de atender a los más necesitados por haber sido afectados por la COVID-19, es un desprecio a la profesión y a los profesionales.
La sociedad evoluciona y con ella las necesidades que se van creando en ella. La superficialidad que, a veces, nos invade hace posible también la aparición o, al menos, el resurgimiento de ciertas profesiones que nos ayudan a pensar o a alimentar nuestras propias opiniones por la simple intención de reforzar nuestras creencias y no con el ánimo de darnos otras visiones, todas respetables, de la realidad para contrastarlas con las nuestras.
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