| ||||||||||||||||||||||
|
|
Jodido escritor | ||||||
Herme Cerezo, escritor | ||||||
| ||||||
- Ya se lo he dicho antes cuatro veces, pero no se conforma. Quiere escucharlo de nuevo. Debe encontrarlo gracioso cuando maldita la gracia que tiene. Todo lo que le he contado es cierto. No me he inventado nada. En fin, se lo repetiré… Me llamo Jordi Sales y soy de Arenys de Munt, un pueblo de la provincia de Barcelona. He salido de casa a comprar el periódico, tabaco y un encendedor barato, de esos de plástico, de los que se usan y, cuando no queda gas, se tiran. Luego, como cada mañana, he entrado en el bar de Félix y le he pedido un café. Lo hace muy bueno Félix, le sale espeso, con espuma y todo, y huele fenomenal, no como en el otro bar, ése que está más abajo, donde dan achicoria o malta, según se tercie. - ... - Al poco rato he escuchado como una discusión. Pero no aquí, era fuera, en la calle. Había mucho jaleo, gruesas palabras, ya sabe, cabrón, hijoputa... Las voces subían de tono con ganas. Los que discutían cada vez gritaban más, así que los cuatro o cinco parroquianos que bebían su cerveza o almorzaban donde Félix, demasiado curiosos, salieron a ver qué pasaba. Yo preferí quedarme tomando el café. - ... -Ya he puesto sobre la barra las cerillas (en el estanco no les quedaban mecheros y me han vendido fósforos porque no me apetecía ir a la tienda de los chinos). Eso, estas monedas y mi cartera es todo lo que llevo encima. Y las llaves de mi casa, claro, que también están aquí. ¿Las ve? No hay nada más. Ah, el diario, el Marca, también es mío. Sí, sí, es mío, no es el de Félix que lo compra para sus clientes. Les hace compañía mientras se toman una caña. Y, si no lo han acabado de leer, lo mismo piden otra y algo de picar. Él lo atornilla con una prensa de madera y lo ata a la barra. Sí, claro, para que no se lo choren. Hay mucho mangui suelto. No lo sabe usted bien. - ... - Como ninguno de los que habían salido regresaba, el dueño del bar, o sea Félix, también salió a husmear. Afuera continuaban las voces, cada vez más fuertes, más… no sé cómo decirlo, agresivas. No, mejor, violentas, eso es, más violentas. Me cagüen tus muertos, te vas a enterar, esas cosas... Yo intentaba tomar mi café sin alterarme, tranquilo, y leer las noticias sobre el Madrid, porque yo soy del Madrid, ¿sabe? Por eso compro el Marca, los demás periódicos no me interesan porque no hablan tanto de mi equipo. Parece mentira, como si en el mundo hubiera algún club de fútbol más importante que el Madrid. Pero claro, con tanto escándalo no podía concentrarme. Aunque sean deportes, me cuesta mucho comprender lo que leo si hay demasiado follón. Y lo había, vaya que sí. Sólo he conseguido enterarme de que habían fichado a un tal Özil, un alemán medio turco o un turco medio alemán, por no sé cuantos millones. También dice el diario que van a traer a un argentino, De María o Di María, no lo sé bien. Un tipo espigado, larguirucho, El Fideo creo que le llaman. - ... - Ha sido entonces cuando he escuchado un tiro. Porque ese ruido sólo podía ser un disparo. Y luego, otro. Después muchas voces, muchos gritos, más que antes incluso, muchos pasos. Parecía que todo el mundo se hubiese puesto a correr al mismo tiempo y en la misma dirección. Y de repente, ya no se oía nada, como si alguien hubiese echado el freno. El silencio lo invadió todo. Un silencio que equivalía a un alud de voces. Al final me he hartado porque no podía leer o se me han hinchado los cojones, que eso nunca se sabe con seguridad, o las dos cosas a la vez, que eso tampoco se sabe, y también he salido a la calle. Faltaría más. Para mi sorpresa no quedaba nadie. Se habían ido todos, hasta Félix que nunca abandona su puesto. A esa ausencia, sin duda, se debían los pasos y las carreras que yo había escuchado antes. - ... - He dicho todos pero en realidad no es así porque en el suelo, sobre la acera, tendido boca arriba, estaba un tipo de unos cuarenta años, de mediana estatura, moreno con canas y de piel cenicienta. Tenía un agujero en la frente y otro en el pecho. Mortales los dos. Fijo que sí, fijo que era fiambre, aunque yo de eso no entiendo mucho. De ambos manaba sangre, de los dos agujeros, digo, mucha sangre, y se había formado un charco cada vez más crecido. Delante de él había otro sujeto, patillas generosas, pendiente en una oreja, gafas oscuras, cadena plateada en el cuello, tupé brillante, vaqueros, botas de pico, con un tajo en la mejilla y una pistola en la mano. Por el cañón ya no salía humo pero la calle olía rara. No sé si sería la pólvora, nunca la he olido. El fulano me miró. No lo conocía de nada. Él a mí tampoco, supongo. El caso es que no se lo pensó demasiado y me apuntó con el arma. Un testigo, alguien que molesta, debió de pensar. Yo empezaba a barruntar que ya no volvería a leer nunca el Marca, ni a comprarlo, y que tampoco sabría cuánto había costado el fichaje de Özil, el jugador alemán medio turco o turco medio alemán, ni si traerían o no al Di María o De María, al argentino flaco ese quiero decir. La cosa estaba clara. Full stop. Ya iba a apretar el gatillo cuando cambió de parecer. Sus ojos se abrieron con desmesura, como si hubiera visto a alguien o alguna cosa no le gustara demasiado. Se agachó. Dejó la pistola en el suelo, dio media vuelta y se largó a buen paso, pero sin correr, con solvencia. - ... - No podía dar crédito a lo ocurrido y entonces cometí la estupidez del siglo. Jamás me había visto en una de éstas, así que, ignoro la causa, me agaché y empuñé el arma. Tal vez fue por miedo. Miedo a que el tipo del tajo en la cara se arrepintiese, regresara y me liquidase. Seguramente fue por eso. Sí, es posible. Fue en ese momento cuando alguien me dio el alto. La pistola, sin saber por qué, comenzó a pesarme mucho y se cayó de mi mano. - ... - Bueno, ya está bien. Ahora que ya lo sabe todo sobre mí, que le he enseñado lo que guardo en mis bolsillos, que he reconocido que soy hincha del Madrid, que ya le he contado lo que quería saber y lo que no, jodido escritor, ¿podría decirme qué va a pasar conmigo?
|
Expeditivo, lo trabaja. A sus requisitorias no me presto: sí me vendo, 1000 pesos por un rato. Indaga mi culo y obtiene el vencimiento de su interés. Menos cerca del pavo real que del pavote, me pavoneo. Me pavoneo cercado por pavotes y pavos reales. O me falta o está flojo un tornillo. Mi conciencia de que falta o está flojo un tornillo no me falta, y mi empeño en el registro substancioso de que falta o está flojo un tornillo no está flojo.
Es una obra que abarca la existencia humana desde una perspectiva inmediata y cruda, aborda temas como la búsqueda de la identidad y la resistencia en un entorno agitado y alienado. Hablamos del libro Poesía de la urgencia, del poeta y ensayista nicaragüense Junior A. Pérez.
Sara estaba de pie frente al restaurante donde trabajaba, observaba incesantemente y con una miraba furtiva, melancólica pero optimista en todos los sentidos. Sara entró al restaurante y expresó buenos días Lola, ¿qué tal todo? la encargada se encontraba tras la barra ordenando unas copas recién sacadas del lavavajillas, no le escuchó.
|