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Carlos Zanón (Barcelona, 1966) es autor de los libros de poemas ‘El sabor de tu boca borracha’ (Nínfula, 1989, Mención Especial Premio Anthropos); ‘Ilusiones y sueños de 10000 maletas’ (Libertarias-Prodhufi, 1996); ‘En el parque de los osos’ (Ayuntamiento de Málaga, 2001, Finalista del Premio Nacional de Poesía Ciudad de Irún); ‘Algunas maneras de olvidar a Gengis Khan’ (Hiperión, 2004, Premio Valencia de Poesía); ‘Tictac tictac’ (Carena, 2010); la antología ‘Yo vivía aquí’ (1989-2012) (Playa de Ákaba, 2012), ‘Rock’n’roll’ (66rpm, 2014); y ‘Banco de sangre’ (Espasa, 2017).
En el ámbito narrativo, ha escrito las novelas ‘Nadie ama a un hombre bueno’ (Quadrivium, 2008, Sigueleyendo, 2012); ‘Tarde, mal y nunca’ (Saymon, 2009, RBA Serie Negra, 2010) Premio Brigada Mejor Primera Novela del año, Finalista del Premio Memorial Silverio Cañada, Giallo e dell Noir -Italia- y Violeta Negra -Francia-; ‘No llames a casa’ (RBA, 2012, 6ª ed.) Premio Valencia Negra a Mejor Novela del Año; ‘Yo fui Johnny Thunders’ (RBA, 6ª ed) Premio Salamanca Negra Mejor Novela del Año 2014, Premio Novelpol 2015 y Premio Dashiell Hammet 2015; y el libro de relatos ‘Marley estaba muerto’ (RBA, octubre 2015). Su narrativa ha sido traducida y publicada en Estados Unidos, Alemania, Francia, Holanda e Italia. Ha escrito también libros de temática musical y letras de canciones para Loquillo y Trogloditas, Brighton 64, Pájaro, Chamizo, El Sobrino del Diablo, Alicia Golpea y Calle Francia.
Ha sido incluido en las siguientes antologías de cuentos ‘Berlín, capital Alaska’ (66rpm, 2012), ‘Charco negro’ (Unomasuno/Hubei, 2013); ‘Nómadas’ (Playa de Ákaba, 2013); ‘Diez negritos’ (Al Revés Editorial, 2015); y ‘La vida ahora’ (Cuentos de cine) (Zut Editorial, 2015). Fue guionista junto a Nuria Villazán de ‘Érase una vez Juan Marsé’ (Alea Producciones, 2009). Colabora como articulista, crítico musical o literario con periódicos, revistas y suplementos culturales como Babelia, La Vanguardia, El Punt-Avui, El País, El Periódico, Time Out Barcelona, Rock de Lux y Ruta 66 entre otras.
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Carlos Zanón llegó a Valencia un sábado de mayo a media tarde. Procedía, quiero recordar, de Madrid. Habíamos quedado en la cafetería del Hotel Reina Victoria para charlar un poco sobre sus últimos, y también sus próximos, proyectos literarios. Desde 2014 no hablaba cara a cara con él. Mucho más recientes son mis conversaciones, taciturnas, solitarias, con sus libros, sobre todo con ‘Marley estaba muerto, el último a fecha de hoy. Ahora, Zanón anda inmerso en dos novelas de próxima aparición: ‘Taxi’, que se publicará en octubre de este mismo año, y otra, todavía sin título, en la que este barcelonés se ha comprometido a despertar a la criatura de otro escritor, el detective Pepe Carvalho, parido por el fallecido Vázquez Montalbán, que lleva muchos años dormido, mejor aletargado, al que pronto podremos leer sin duda provisto de ese impulso, de esa pátina tan particular con que Zanón barniza a sus personajes. Tras la entrevista, Carlos Zanón debía participar en Valencia Negra 2017, así que sin prisa, pero tampoco sin demoras, comenzamos la charla. Encima de la mesa, la grabadora con el rec pulsado y dos tónicas, con hielo y limón, pero descargadas.
Carlos, empezamos con una pregunta que quedó pendiente desde nuestra primera entrevista: ¿qué significa escribir para ti?
Creo que es una pregunta que todo escritor se formula en algún momento y que resulta algo complicado de explicar. Escribir es mi manera de ordenarme, de entenderme, o de intentarlo al menos, y de conseguir un cierto armisticio entre la vida y yo. Al hacerlo todo cobra un cierto sentido. Desde luego no escribo para entretener a los lectores, sino para conocerme a mí mismo. Lo que ocurre es que, cuando a través de la publicación, tu libro trasciende, sí que deseas que lo que has escrito tenga un sentido artístico.
Ya veo que en ningún momento te planteas a qué tipo de lector van dirigidas tus novelas.
Los que escriben bestsellers sí tienen en cuenta lo que piensan sus lectores y se preguntan qué les puede interesar y qué no. Más allá de todo esto, creo que escribo el libro que me gustaría encontrar en los estantes de una librería.
En toda tu obra en prosa – no conozco tus poemas – Barcelona es el escenario que escoges para narrar, ¿significa eso que tus historias no podrían funcionar en otros lugares?
Pienso que la literatura, si lo es de verdad, ha de ser universal porque afecta a lo humano y da igual dónde sucedan las cosas. Otro aspecto es que la gente se relacione, se quiera y se odie de una manera distinta en función del sitio donde vive, pero mi idea es que cuando hablo de amor, de redención, de soledad o de desamor entiendo que se trata de cuestiones universales.
Tú escribes novela negra, un género que de un tiempo a esta parte goza de gran predicamento entre nosotros, ¿la publicación de la trilogía ‘Millenium’ de Stieg Larsson tiene algo que ver con este auge? ¿Hay un antes y un después de Larsson?
Creo que lo que hizo Larsson fue pegarle una patada a la novela negra y trasladarla al siglo XXI. De pronto, el género dejó de ser una historia de gabardinas y sombreros para acercarse a la gente solitaria, la que usaba ordenadores y apenas tenía vida personal. Lisbeth Salander fue un personaje secundario que le creció mucho al sueco. Al convertir el género negro en algo actual, un escritor ya no tenía que pedir perdón por cultivar algo caduco. También ha sucedido que hemos asimilado la violencia como un tipo de espectáculo y la manera en que eso funciona muy bien es a través del thriller, un formato que utiliza mucha gente.
Hablemos un poco de la forma y del fondo, a la hora de narrar ¿cada historia impone su propia forma?
Es una pregunta muy bien vista y que nunca me han hecho. Mis historias adoptan la forma en que me surgen. Nunca me fijo en una trama concreta, escribo de modo circular, desde la periferia hacia el centro, es mi manera de mirar y básicamente proviene de la poesía. Como escritor trato de huir de la frase hecha, de la pornografía de los regates, del abarrocamiento. Si escribes género has de tener ritmo y el ritmo lo da el lenguaje.
Eres poeta, articulista, crítico literario, letrista de canciones y novelista, pero tu última publicación, ‘Marley estaba muerto’, es un libro de relatos, ¿por qué escribir cuentos ahora?
Como creador has de probarte para conocer tus límites y saber qué eres capaz de hacer. Me interesan mucho los cuentos y más los de Navidad. Con ‘Marley estaba muerto’ he hecho lo mismo que los cantantes cuando editan un disco de villancicos. Por otro lado, su publicación también supuso una manera de quitarme la presión que sentía tras el éxito de ‘Yo fui Johnny Thunders’. Pensé que escribirlo era como despejar la pelota fuera del campo y ganar tiempo. Personalmente, me he sentido muy a gusto haciéndolo y de hecho creo que es el libro que más me gusta de todos los que he escrito hasta hoy. La editorial no confiaba mucho en él, pero luego han reconocido que ha funcionado muy bien.
¿Cuál fue el origen de estos cuentos?
Me encargaron un cuento para El Cultural del diario El Mundo. Lo titulé ‘Hotel Navidad’ y les gustó. Sin embargo, me dijeron que a sus lectores quizá no les gustaría tanto. Entonces escribí otro, que sí se publicó en El Cultural. Por tanto ya tenía dos. La verdad es me apetecía publicar algo relacionado con ‘Canción de Navidad’ de Dickens, una especie de recreación. A partir de ahí comencé a tomar notas y otras ideas surgieron pronto: un matón al que le gusta matar pero no en Navidad; la historia de mi tío que celebraba la Navidad cuando no tocaba…
A propósito de ese cuento, ¿qué pinta Papá Noël en agosto cargado de regalos?
[Risas] Celebrar la Navidad, claro [más risas]. Gracias a esto me di cuenta que en los relatos podía introducir el humor, algo que hasta ese momento no aparecía en mis novelas, y entrar a saco en la infancia.
Actualmente estás inmerso en una aventura muy diferente: recuperar la figura de Pepe Carvalho, el personaje creado por Manuel Vázquez Montalbán. ¿Qué te ha llevado a aceptar el encargo de «resucitarlo»?
No lo sé. En realidad nunca lo había pensado, ¿sabes?, y no tenía una opinión formada al respecto. Me lo propusieron y como se trataba de los herederos legales, me dejé llevar por el entusiasmo y acepté con ojos cerrados. Lo vi como si – salvando las distancias – le ofrecieran a alguien participar en un proyecto cinematográfico sobre Indiana Jones, con guión de los hermanos Coen y dirigido por Tarantino. Entonces dices, ¡hostia, esto va a ser un desastre, pero quiero verlo! Y pensé que si la novela era mi novela, escrita con mi estilo y con el personaje de otro, podía resultar divertido. Posteriormente, te das cuenta de que la cosa tiene más complicaciones de las que parecía a simple vista, pero a mí lo que más me preocupa es mi propia carrera. A fin de cuentas se trata de un solo libro y como escritor pretendo salir vivo del empeño.
Para aceptar el proyecto, supongo que de alguna manera existe en ti un cierto interés por Vázquez Montalbán, ¿estoy en lo cierto?
Empecé a leerlo en el instituto y si, de repente, un día te dicen que puedes recrear a quien leías cuando eras joven, eso es algo que te apetece mucho. Conocía la serie de Carvalho a saltos. Hubo títulos que me gustaron y otros que no tanto. Montalbán había escrito otros librazos brutales como ‘Galíndez’ y también me interesaba como periodista, me parecía una voz impresionante. Buscaba sus artículos de prensa para ver cómo explicaba las cosas. Poseía un talento especial para saber qué temas eran los importantes. Por ejemplo, en ‘Los mares del Sur’ ya hablaba de la burbuja inmobiliaria, lo que demuestra su tremendo olfato periodístico, un olfato que yo no poseo.
Careces de ese olfato sencillamente porque no eres periodista sino abogado. ¿Estudiar Derecho te ayuda en la construcción de tus novelas?
Sí me ayuda porque entiendes que los que delinquen solo poseen el presente absoluto. Trabajas con ellos, tratas de echarles una mano y comprendes que todo el mundo tiene sus razones para actuar como lo hace. Ocurre también en cualquier familia: si dos hermanos discuten o se pelean, cada uno lo cuenta y lo vive de una manera distinta. La realidad es algo que depende de donde la mires y eso sirve de mucho para la narración. Por eso no me gustan las novelas que te dicen lo que está bien y lo que está mal.
Volvamos a Carvalho, ¿resulta sencillo despertar una voz dormida durante tanto tiempo?
Es complicado, como escritor he intentado ser respetuoso con Carvalho, pero es una experiencia curiosa porque te metes en el personaje y tratas de conciliar la idea de que el personaje es mío, pero también de Vázquez Montalbán.
No eres el primero que hace esto. A John Banville, léase también Benjamin Black, no le ha ido mal con su reposición de Chandler.
Sí, sí, no le ha ido mal, pero en su caso Chandler es un estilo, una manera de escribir y Banville ha escrito como el norteamericano. Él puede hacer eso y mucho más. También me gustó la novela que escribió Sophie Hannah sobre Agatha Christie, aunque es verdad que aplica al personaje una psicología más actual.
Este ponerse en el pellejo de otro escritor es algo muy común en otras disciplinas artísticas, sin ir más lejos en el cómic pasa a menudo.
Sí, y también ha ocurrido muchas veces en las películas. ¿Cuántos Holmes conocemos en la pantalla? O, sin ir más lejos, Batman, que antes era un panoli, ahora entre el cine y el cómic han conseguido que mole como superhéroe.
En tus novelas negras no aparecen policías y, sin embargo, en las de Carvalho sí. ¿Cómo vas a conciliar estas dos posturas?
Sí que habrá policías, han de salir aunque tampoco aparecerán mucho. De momento, me han invitado a visitar sus instalaciones.
Y en Carvalho, además, hay un poderoso apartado culinario.
Sí, claro, y esta parte es la más problemática para mí, porque cuando leía a Carvalho me saltaba esas páginas. Mira, pretendo encontrar la fórmula para que la novela resulte divertida, que se perciba que soy yo quien escribe y que no resulte exactamente lo que los lectores esperan. Seguro que se me ocurrirá algo para conseguirlo.
Nos estamos olvidando de que, antes de la nueva novela de Pepe Carvalho, vas a publicar otra que ya tiene título: ‘Taxi’.
Es verdad, esta novela saldrá en octubre, la publicaré en otra editorial, Salamandra, y no pertenece al género negro. Tenía muchas ganas de escribirla y habla de un taxista al que su mujer quiere dejar y le pide que se sienten juntos para hablar. Él le responde que ya lo harán cuando vuelva de su trabajo, pero no lo hace y encadena siete noches seguidas sin regresar a casa. Es un poco la odisea de Ulises pero al revés, ya que aquí el protagonista no quiere volver.
La última por hoy. Has acudido a Valencia Negra, donde espera tu público. Aún cuando antes comentaste que no escribes pensando en los lectores, ¿tienes en cuenta el «feedback» que te reportan?
A mí lo que más me gusta es gustar. Respeto a mis lectores y me encanta tenerlos, pero creo que has de ser tú quien elija tu público y no al revés. Si te fías demasiado de lo que la gente espera de tus novelas, es como si todo el mundo saliese con la chica más guapa del instituto. A lo largo de tu trayectoria harás cambios y una parte del público seguirá contigo y otra no. Escribir es algo muy solitario y el hecho de que haya lectores que no me conocen de nada, que viven en una ciudad distinta a la mía y se reúnen para verme, porque han conectado conmigo, es impresionante, no tiene precio, es la magia de la literatura. Pero yo voy a la mía y lo que ellos esperen de mis próximos libros no me afecta para nada.
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