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"Escribir en catalán y castellano casi simultáneamente mejora mucho mis textos"

Entrevista a la escritora Jenn Díaz
Herme Cerezo
sábado, 3 de junio de 2017, 11:05 h (CET)



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Jenn Díaz (Barcelona, 1988) publicó su primera novela, ‘Belfondo’, a los 22 años, considerada por la crítica como un exponente destacado de la corriente neorruralista de la literatura hispánica actual. Entre sus influencias cabe citar a Ana María Matute, Carmen Martín Gaite o Natalia Ginzburg. Colabora en diversos medios como Granite & Rainbow, Jot Down, el blog «Mujeres» de El País, y es la fundadora y coordinadora del fanzine feminista Matrices. A partir del año 2015, con la publicación de su novela ‘Mare i filla’ (Madre e hija) ha comenzado a escribir en catalán, aunque proyecta hacerlo tanto en esta lengua como en castellano. Entre sus obras hay que citar ‘Belfondo’, ‘El duelo y la fiesta’, ‘Mujer sin hijo’, ‘Es un decir’, ‘Mare i filla’ y ‘Vida familiar’ (Premio Mercè Rodoreda, 2016).

El último domingo de la Fira del Llibre de València, el sol iluminaba el recinto de un modo avasallador. Los colores parecían estallar, brillantes, tiernos, casi dolorosos, mientras el calor no daba tregua. En este marco, y en la caseta de la Organización, estaba citado a eso del mediodía con la escritora barcelonesa Jenn Díaz, para charlar sobre la escritura y sus últimas novelas publicadas. Y a eso nos pusimos en cuanto la luz roja de la grabadora dio el okey.

Jenn, fuiste nadadora, explícame cómo una deportista federada termina dedicándose a la literatura…
La verdad es que es poco frecuente. Toda mi vida quise ser profesora de educación física, porque durante diez años me dediqué a la natación y competí hasta los dieciocho. Cuando dejé de nadar, el deporte se convirtió en una actividad menos intensa y me quedé coja de vocación. No sabía qué quería hacer. Estudié Filosofía, porque había un profesor que me fascinaba, luego lo dejé y como lo que se me daba bien era la escritura, decidí matricularme en Filología. Tampoco me gustó y me abrí un blog, escribí dos novelas, una de ellas fue ‘Belfondo’, y en ese tiempo conocí a una persona que era agente literario y consiguió una oferta para publicarla. Desde entonces me he sentido empujada a seguir escribiendo y a permanecer vinculada con la Literatura. Ahora el mundo del deporte me queda muy lejos y me he vuelto muy sedentaria.

Pero también estudiaste Psicología y, según he leído en alguna entrevista, lo hiciste «para conocerte a ti misma», ¿escribes por idéntico motivo?
No acabé la carrera. Fui a la sesión de un psicólogo y a partir de ahí decidí que ya no quería ser psicóloga, aunque para entender muchos mecanismos propios sí me interesaba la Psicología y quizá he canalizado este interés a través de mis personajes. El hecho de escribir, aunque no sea de una manera voluntaria, me permite analizar a las personas de mi entorno de un modo más disciplinado o consciente, que si no me dedicara a la escritura.

Aunque no siempre lo consiguen, muchos escritores escriben para responderse una pregunta sobre algo que les inquieta, ¿qué pregunta te formulaste tú a la hora de escribir ‘Mare i filla’?
Yo había ido a Chile a visitar a una amiga y conocí a una señora que llevaba veinte años enamorada de un hombre casado. Entonces me pregunté si de verdad aquella mujer estaba enamorada de una persona a la que sólo veía los viernes para comer y un rato por la tarde. Quería saber si era su propia elección o si se había resignado a que su relación se desarrollara de aquel modo. En aquel momento pensé que sí era una decisión voluntaria, pero cuando volví a mi casa ya no tenía claro si ella era consciente o no de su renuncia. Y de esta duda surgió la novela.

La primera persona con la que has escrito ‘Mare i filla’ es un poco especial, ¿no?
Sí, es una tercera persona que engaña. ‘Mare i filla’ está escrita al estilo de ‘Las palabras de la noche’, una novela de la escritora Natalia Ginzburg que me fascinó precisamente por esa manera de contar. Empecé a escribirla en primera persona, pero no funcionaba porque la que hablaba era Natàlia, una de las hijas, y no quedaba bien. Como al principio me creía su historia, la fui desarrollando, pero a medida que recordaba otras cosas aumentaba mi desconfianza hacia su discurso. Hablar desde su posición me limitaba, así que cambié a la tercera y la cosa mejoró. Entonces ocurrió que, al transformar las treinta primeras páginas, me di cuenta de que sonaba como si hablara desde dentro del personaje. Alguien me dijo que leyendo la novela hasta el final se descubriría de quién era esa voz, pero eso no ocurre, no hay explicación alguna de su procedencia. Gracias a todo esto, a partir de ahora, esta voz va a formar parte de mi estilo narrativo, porque he encontrado una forma de narrar muy íntima, muy consciente de todo lo que sucede.

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O sea que este título marca un antes y un después en tu narrativa.
Sí, completamente, y todo procede de un error, de una experimentación. Ha sido algo fortuito, arbitrario, que me ha permitido reflexionar sobre mi manera de narrar. En mi nueva novela, ‘Vida familiar’, donde intervienen muchas primeras personas, ya he proyectado esta nueva forma.

Los hombres de tus novelas, en ‘Mari i filla’ también, son como «personajes-cleenex», de usar y tirar, ¿por qué ocurre eso?
Pues porque en la vida funciona al revés, la mujer es el «cleenex» y el hombre el protagonista. Creo que el hecho de ser mujer me hace ver el mundo desde esa perspectiva, algo que no es ni mejor ni peor, y me permite contemplar lo que significa una sociedad dirigida por y para los hombres. La complejidad que me dan los personajes femeninos, la contradicción permanente en que vivimos las mujeres y el sentimiento de culpa que nos han inculcado desde tiempo inmemorial estimulan muchísimo mi mente y de este modo los personajes poseen una riqueza muy grande y me interesan más. Es algo que, al empezar la novela, no me planteo de modo consciente, pero que tiene mucho de mí, porque escribo sobre cosas que ocurren mi entorno y que reivindico a posteriori, cuando efectúo una reflexión sobre lo que he escrito.

Sin embargo, todo circula en derredor de los hombres, como si fueran los «árbitros» de los personajes femeninos.
De acuerdo por completo, de hecho esta ausencia acarrea precisamente su protagonismo total en la novela, como si estuvieran presentes en cada momento. Eso ya pasaba en ‘Mujercitas’ y es algo que me parecía muy interesante. Incluso las mujeres más concienciadas en su feminismo, en su revolución y en su lucha, siempre atraviesan un instante en su vida donde todo pende de un hilo y ese hilo es un hombre.

En ‘Mare i filla’ el escenario carece de importancia, ¿por alguna circunstancia no querías ubicar la narración en un lugar determinado?
Como cosa física y por norma, el escenario es algo prescindible por completo, lo que me interesa es el ambiente que se pueda lograr. Los personajes, con sus reflexiones y su monólogo interior, crean un clima, referido habitualmente a pueblos pequeños.

Hace unos días, Javier Cercas afirmaba que todos los libros de un mismo autor dialogaban y se relacionaban entre sí, ¿’Mare i filla’ guarda alguna conexión con el resto de tu obra?
Sí, de hecho creo que las portadas de todas mis novelas son cromos intercambiables, porque los conflictos familiares, la pequeña revolución de cada día, la temática femenina y el protagonismo de las mujeres aparecen en casi todas ellas. Por eso cada vez me cuesta más explicarlas, ya que son la misma historia cambiando los protagonistas.

O sea que has ido a parar a ese gran saco donde viven los escritores que siempre escriben la misma novela
Creo que sí y se debe a que funcionas mucho con tus propias obsesiones, con lo que te interesa o te molesta y, por lo tanto, todo eso se va traspasando… Y se evoluciona, porque hay aspectos que trato en una novela y en la siguiente los desarrollo para mejorar la reflexión.

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De una entrevista, extraigo esta respuesta tuya: «Es que a mí no me gusta escribir, me gusta haber escrito, haber parido. Soy ordenada, responsable, de tachar asignaturas pendientes y en una novela nunca las acabas de tachar. Eso me genera angustia». Explícame un poco eso de que te gusta haber escrito, haber parido…
Mira, el proceso de creación me angustia mucho y eso se debe a que yo uso una agenda donde anoto cosas. Hoy por ejemplo he apuntado firma en la Fira, entrevista, comida y regreso a Barcelona. Repaso la agenda, tacho lo que ya he hecho y punto. Pero eso no ocurre con una novela, no puedo hacer lo mismo. Cada día anotas novela y se convierte en algo pendiente que siempre está en la cabeza, es como el estado natural del estudiante que, por mucho que haya estudiado un examen, al día siguiente tiene otro, y luego un trabajo, y otro, y otro más, y eso no acaba nunca, excepto en vacaciones, por eso mis novelas son breves. Llega un momento de saturación mental en el que ya no quiero saber nada de los personajes y cuando las acabo, me encanta percibir la sensación de que he sido capaz de disciplinarme durante un tiempo para llegar al final.

Ese modo de trabajar suena a eso que llaman ahora «un sin vivir».
Pues a pesar de todo llevo una vida tranquila, relajada… No trabajo muchas horas, no es tan neurótico como parece, pero con la novela no puedo evitar la angustia, porque pienso constantemente en los personajes y en la corrección que vendrá luego, que aún me horroriza más.

Finalizado el proceso creativo y una vez entregado el original a la editorial, ¿qué poso te ha dejado la escritura de ‘Mare i filla’?
Me ha dejado esa nueva forma de escribir que te comentaba antes, esa nueva posición dentro de la historia desde la que voy mirando, que creo que me va a acompañar en mi carrera como escritora a partir de ahora, con evoluciones y ramificaciones. Haberla escrito en catalán me ha hecho comprender dos procesos distintos, que se parecen pero que no son iguales, y conseguir esa tercera persona extraña que parece una primera.

¿Cómo son esos dos procesos distintos?
‘Vida familiar’, mi nuevo libro, está publicado sólo en catalán, no existe en castellano. ‘Mare i filla’, sin embargo, la escribí en ambas lenguas a la vez, lo que por la traducción te obliga a sumergirte muchísimo en tu propio texto. Al hacerlo así, me di cuenta de que trabajaba mejor haciéndolo en catalán y castellano a la vez. Por lo tanto, creo que seguiré simultaneando ambas lenguas, lo que no quiere decir que vaya frase a frase. El hecho de traducirlas mejora mi proceso escritor, que es muy rápido por la angustia que siento. Además creo que mis editores van a querer publicar las dos versiones a la vez.

Has cambiado mucho desde nuestra última entrevista, antes ni te planteabas la posibilidad de escribir en catalán.
No lo había hecho antes porque yo soy castellano parlante, pero desde entonces han pasado cosas. Me he casado con un catalán y eso ha traído consigo que esta lengua ahora forme parte de mi vida más cotidiana e íntima. Hace tiempo hablaba el noventa por ciento del tiempo en castellano y el resto en catalán, ahora se han invertido los porcentajes. Además pienso en catalán y eso es determinante para trabajar de este modo. No hay más que mirar mi agenda para comprobar el predominio de la lengua catalana en mis anotaciones.

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