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Cuando los colores ya no importan

El fútbol ha cambiado mucho
Adriá Soldevila
miércoles, 21 de septiembre de 2011, 07:07 h (CET)
Des de hace unos diez años, el deporte rey ha experimentado unos cambios tan bruscos, que no parece el mismo de siempre. Hace, precisamente poco más de una década, los colores que visten los futbolistas no tienen el mismo significado para unos, que para otros.

Está claro que para los jugadores formados en el plantel de un club o los que llevan el escudo en la sangre, casos como Gerrard, Scholes, Maldini, Del Piero o el mismo plantel del Barcelona, cargado de canteranos, sí tiene un gran sentimiento el llevar la camiseta de su equipo. Pero el orgullo que siente Xavi vestido con la camiseta azulgrana no es el mismo que el de otros jugadores, concretamente de la mayoría de los jugadores de fútbol.

El color verde del billete predomina en los corazones de estas personas que persiguen un balón, con el fin de sumar victorias, títulos y aumentar su caché, pero no les importa en absoluto si la camiseta es lisa, con rayas verticales o con rombos de diferentes texturas.

Precisamente, y como decía al principio, hace poco más de una década el fútbol empezó a transformarse, negativamente hablando. En ese momento, año 2010, Luis Figo abandonaba la disciplina del FC Barcelona, para unirse al eterno rival, el Real Madrid. Es cierto que han habido varios acontecimientos dónde jugadores de un equipo han pasado a otro, pero el caso más escandaloso fue el del portugués, segundo capitán del equipo culé y querido en el Camp Nou como un hijo. También antes se habían producido casos similares en las diferentes ligas europeas, como el de Maurice Johnston por el Glasgow Rangers, futbolista que años antes había vestido la camiseta del Celtic, pero des del traspaso de Figo al Madrid, la historia cambió.

Ya no hay enemigos, al menos para los jugadores. Sólo hay rivales en competición. Un claro ejemplo de esto es el caso de Zlatan Ibrahimovic. El sueco es el jugador que ha movido más dinero en todos sus traspasos, 133 millones de euros, y sólo hay que mirar en qué equipos ha jugado: en Italia, ha defendido la camiseta de la Juventus, del Inter de Milán y del Milan, tres grandes rivales entre sí. Y le ha dado igual, él se dedica a jugar y a marcar goles, sin tener en cuenta en qué equipo juega. Le marcó un gol al Inter y lo celebró, como si nunca hubiera sudado los colores nerazzurri.

También sucede algo similar con Carlos Tévez. El 'Apache' dejó el Manchester United, pero no cambió de ciudad. Se mudó unas calles más al este y se vistió de 'Sky Blue', dejando atrás unas brillantes temporadas con Sir Alex Ferguson. Pero el que realmente se lleva la palma es Ronaldo.

El brasileño ha jugado en los 2 grandes equipos de España e Italia. Ha vestido la camiseta azulgrana, merengue, nerazzurra y rossonera, y siempre cambiando de club por el sueldo ofrecido. Y el último caso es el de Andrea Pirlo. Llegó al Milan procedente del Inter, que lo había cedido a la Reggina en 1999 y al Brescia en 2001 y, tras diez años en la entidad, abandona San Siro para encabezar el nuevo proyecto de la Juventus, clásico rival del Milan.
Viendo estos casos, no cabe duda de que el fútbol va cogido de la mano del diablo. Y el diablo, mientras pague bien, seguirá siendo el jefe de esta historia.

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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