¿Tan fácil pensaron Fernando Lugo y sus secuaces como Filizzola, o los personeros de la prensa a sueldo de la embajada norteamericana (Ñanduti, ABC color, etc.) que sería invocar a las FARC, el socialismo del siglo XXI y la Teología de la Liberación para ganar apoyo propagandístico internacional, y luego traicionar esas corrientes para establecer un gobierno clerofascista y neoliberal?
Pues el actual enredo en el cual se ven envueltos los personeros del gobierno de Paraguay y su prensa amiga nos demuestran lo torpe que pueden llegar a ser un pequeño grupo de conjurados contra la verdad cuando quieren pasarse de vivos.
Imaginemos que en España una fuerza política llega a un acuerdo en la penumbra con ETA, y una vez que alcanza el poder se olvida de tales pactos y contraría a los separatistas vascos.¿Perdonarían ETA una traición semejante?
Pues es exactamente eso lo que ha sucedido en Paraguay, en este caso con la guerrilla marxista leninista del EPP.
Conflicto entre ex aliados políticos
Decía Mitterrand que la izquierda nunca debe olvidar que su familia es toda la izquierda, y ese es precisamente el error cometido por los supuestos izquierdistas del gobierno arzobispal, como Carlos FIlizzola, Camilo Soares, Rocío Casco, Karina Rodríguez o el mismo cura Fernando Lugo.
Aliados políticos durante la falaz campaña electoral en la cual prometían el oro y el moro, tanto como un abrupto giro hacia la izquierda marxista y bolivariana cuando ansiaban ganar las elecciones de abril del 2008 por un interés puramente salarial, la mayoría de estos ejecutivos de ONG regadas con dólares de USAID mostraron sus garras apenas se acomodaron en sus cómodos sillones de burócratas.
La reacción de los ex aliados guerrilleros no se hizo esperar.
El último golpe del EPP
El grupo guerrillero Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) atacó con granadas una unidad policial matando a dos oficiales en el norte del país, según las fuentes del gobierno arzobispal. El ataque no pudo ser más oportuno: en ese mismo momento el falso teólogo de la liberación Fernando Lugo pontificaba en la ONU sobre la “pacificación” de Medio Oriente.
Los dos agentes eran parte de la dotación de seis de la subcomisaría del pueblo Capitán Giménez, en el departamento de Concepción, 440 kilómetros al norte de Asunción.
"El ataque ocurrió aproximadamente a las 0130 GMT cuando unos seis u ocho individuos entraron al edificio del puesto policial lanzando granadas y cuando el personal salió fueron recibidos a balazos, según nuestras primeras investigaciones", señaló un comisario a los medios.
Los atacantes no tuvieron bajas, lo cual deja en ridículo a las fuerzas que defienden al gobierno luguista, con entrenamiento y pertrechos proveídos por la embajada norteamericana y el gobierno de Colombia, con quien Lugo estrechó vínculos en materia represiva exacerbando las diferencias con la izquierda.
El ridiculizado ministro Carlos Filizzola afirmó que el EPP "con sus actuaciones está demostrando ser una guerrilla, incluso está incursionando en zonas urbanas".
Según sus voceros el EPP "sólo busca devolverle a los pobres y marginados del Paraguay la posibilidad de vivir mejor, tal como ocurriera en otras naciones de Latinoamérica en donde lastimosamente se tuvo que recurrir a la acción armada".
En un reciente libro donde el EPP expone su ideario y fundamenta sus acciones, no duda en calificar al cura Fernando Lugo como un títere del imperialismo norteamericano, aliado a Uribe y Mario Cossío y que trabaja como el “mulo de la oligarquía”. Entre sus principales socios en el gobierno se encuentran conocidos propagandistas del dictador anticomunista Alfredo Stroessner, como Aldo Zucolillo y Humberto Rubín con su numerosa familia, todos ellos personajes que llevan décadas mamando de los dólares de USAID y el National Endowment for Democracy.
EPP traicionado
Tanto el cura presidente de Paraguay Fernando Lugo, los seudoizquierdistas de las ONG rentadas por la embajada norteamericana de Asunción, como sus publicistas Aldo Zucolillo, Humberto Rubin y otros tantos seudoperiodistas de utilería, deberían hoy asumir que han traicionado a una guerrilla marxista, algo que tiene los terribles costos que hoy se están pagando con la vida de humildes policías.
Por interminables meses de los años 2007 y 2008 estos farsantes apelaron a todo el poder de sus lacayos periodistas, corresponsalías y contactos en el exterior, así como a la complicidad de cierta izquierda marxista paraguaya con sus mentiras, para presentar a un cura reaccionario, defenestrado por inconducta de la iglesia católica, como un impoluto referente de la izquierda latinoamericana y de la Teología de la Liberación. Eso cuando tenían interés de incrustarlo en la presidencia del Paraguay.
Una vez logrado el objetivo, decidieron que era tiempo de deshacerse de las organizaciones radicales cuya colaboración habían requerido tan solícitamente, e inspiraron y sufragaron una cacería de estos militantes con la cooperación de la embajada norteamericana y el gobierno de Colombia.
En ese instante, la suerte quedó echada, como cuando Julio César cruzó en río Rubicon.
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