“La vida por Perón”(2004) es una comedia negra y delirante sobre un grupo de izquierda que intenta secuestrar el cadáver del General Perón el día de su muerte, llevada al cine bajo la dirección de Sergio Belotti. El título de la cinta rememora los años turbulentos en que los adeptos al recordado caudillo argentino se enfrentaban con las fuerzas del gobierno que lo había proscripto, dejando muchas veces la vida en la refriega.
La amplia proyección popular de la figura de Perón, su carisma y su arraigo entre las masas, lo habían convertido en un ídolo por el cual muchos militantes de su movimiento político estaban dispuesto a darlo todo, inclusive la vida.
La consignación de este hecho histórico no significa, por supuesto, un juicio de valor al respecto. Ya advertía Oscar Wilde: que un hombre muera por una causa no significa nada en cuanto al valor de la causa.
Lo mismo podría afirmarse de morir defendiendo al social-claudicante gobierno del cura Fernando Lugo, caudillo del Paraguay por la gracia de Dios. ¿Estarían dispuestos a ello Aldo Zucolillo, Humberto Rubin, Camilo Soares, Karina Rodríguez, Miguel Angel López Perito y otros agraciados beneficiarios del gobierno arzobispal?
La venganza del EPP
Durante el año 2010, varios miembros del EPP (Guerrilla marxista del Ejército del Pueblo Paraguayo), fueron ejecutados extrajudicialmente luego de ser torturados por las fuerzas represivas del gobierno del cura Fernando Lugo, entre ellos Nimio Cardozo y Gabriel Zárate.
El forense Pedro Flores dio fe de que ambos fueron capturados con vida y luego de ser salvajemente torturados, fueron ejecutados.
El EPP juró vengar a sus compañeros, y la semana pasada reapareció con una espectacular acción en el interior del Paraguay, en su zona de influencia. El resultado fueron dos bajas policiales y una profunda desmoralización entre los uniformados.
Con duras críticas al gobierno del cura Fernando Lugo fueron sepultados los policías caídos en combate contra la guerrilla, en la tarde del viernes.
Entre sollozos y diatribas contra el gobierno del cura, la esposa del suboficial Fernández, Jacinta Viviana Centuríon (27) y otros familiares realizaron críticas a la política del gobierno respecto al EPP. El funeral de Vicente Casco (30), la otra víctima del atentado fue en el cementerio de Naranjaty’i.
Señalaron los presentes, entre críticas al luguismo, que consideran inoportuno que un médico sin competencia ejerza el cargo de ministro del Interior, y que toda la ciudadanía comenta que existe relación entre Lugo y los guerrilleros, quienes fueron sus alumnos de seminario.
Muchos no tuvieron inhibiciones para responsabilizar al gobierno luguista y a su ministro del Interior Carlos Filizzola por la suerte de los caídos en cumplimiento del deber. Los luctuosos sucesos acontecieron mientras el cura Fernando Lugo pontificaba sobre la pacificación del Medio Oriente en la ONU.
Varios casos de renuncia de personal policial se dieron a raíz de estos sucesos en la fuerza policial, notoriamente desmoralizada ante los trágicos hechos de esta semana.
Suman y siguen los botellazos
Ya en junio del año pasado el cura fue repudiado por los familiares de policías abatidos en enfrentamientos con la guerrilla del EPP.
Centenares de uniformados fueron desplazados hacia el lugar conocido como Kurusú de Hierro, donde se produjo entonces un enfrentamiento con presuntos miembros del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) que dejó como saldo dos policías muertos.
Lugo en aquel entonces visitó y expresó su solidaridad a los familiares de las víctimas, recibiendo muestras de violento repudio. Algunos de los familiares de los caídos incluso lo abuchearon y arrojaron botellas vacías contra su automóvil , en señal de desaprobación por su presencia en el salón velatorio donde fueron velados los restos de agentes muertos mientras patrullaban una zona boscosa.
Muestras de repudio similares se vivieron en la ocasión reciente, aunque pudieron arrojarse botellas en esta ocasión dado que el cura se encontraba realizando un periplo turístico por Estados Unidos y Brasil, con la excusa de una innecesaria intervención en la ONU.
Bien les hubiera valido a los policías caídos heroicamente en defensa del gobierno luguista dejar un testamento similar al de Groucho Marx, quien consignó que deseaba que lo incineren y que un diez por ciento de sus cenizas sean vertidas sobre su empresario. En este caso, lógicamente, habría que vertirlas sobre el cura.
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