Se atribuye a Jorge Luis Borges la sentencia de que la mejor salida de un laberinto está siempre a la izquierda, aunque el actual gobierno arzobispal del Paraguay haya optado desde un principio por el sendero de la derecha. Dijo Mao Tse Tung que el peor enemigo de la revolución es el burgués que muchos revolucionarios llevan adentro, y el clérigo-presidente Fernando Lugo y su izquierda caviar no hicieron otra cosa que confirmarlo.
Documentos auténticos del Departamento de Estado Norteamericano, filtrados por Wikileaks y que ni siquiera la embajada estadounidense de Asunción se atrevió a desmentir, afirmaban que ya durante su proselitismo el cura Fernando Lugo era considerado un futuro aliado por Estados Unidos, y que James Cason lo veía como útil para dividir a la izquierda latinoamericana con su estilo “moderado”. También se filtraron cables donde la Legación diplomática estadounidense informaba que el gobierno del supuesto bolivariano solicitaba equipos de espionaje telefónico a los norteamericanos, para vigilar a sus adversarios.
Estas revelaciones vinieron a corroborar lo que habíamos señalado mucho antes de su llegada al poder, advirtiendo que se agazapaban detrás del personaje de la sotana un conglomerado de ONG vinculadas a USAID, la prensa de la NED y la SIP y los periodistas cooptados por la AFL-CIO. Ninguna de estas advertencias sirvió al parecer, dado que aquellos que aparecían “encantados” con la incursión política de Lugo bajo el ropaje de supuesto izquierdista, no se desencantaron con estas revelaciones y siguieron el libreto de los intereses creados: el del marxista y bolivariano “obispo de los pobres” Fernando Lugo.
Basta tomar como ejemplo el libro de Sandra Russo, “La Presidenta”, editado en fechas tan próximas como julio de este año, y que sigue presentando a Lugo como integrante del bloque chavista de presidentes latinoamericanos. Poco importa que ya el año pasado se haya denuncido la presencia en Paraguay de represores norteamericanos y chacales del colombiano Alvaro Uribe, con la supuesta misión de combatir al EPP.
Entre la espada y la pared
La última denuncia señala que el EPP planea asesinar a la presidenta del partido colorado, Lilian Samaniego, según habría filtrado la inteligencia militar. Antes había aparecido en la lista hasta una madre de un hijo no reconocido por Lugo, Hortensia Morán.
La senadora Ana Mendoza de Acha, el mismo vice-presidente Federico Franco, el general Soto Estigarribia, el ex amigo íntimo de Fernando Lugo, Luis Aníbal Schupp, el ex presidente Nicanor Duarte Frutos y otros tantos importantes referentes políticos, no dudan en señalar al cura Fernando Lugo como protector del grupo guerrillero EPP, al cual utilizaría como una espada de Damocles para intimidar a sus adversarios de la derecha. El general Carlos Liseras incluso afirmó que una importante cabeza del grupo armado, Magna Meza, fue capturada y luego liberada por “orden superior”. El mismo ministro del interior Carlos Filizzola se encuentra amenazado de destitución por el Congreso, acusado de encubrir ataques del EPP, negando ataques del grupo y calificando disparos contra uniformados de “accidentales”.
A pesar de lo insistente de estas denuncias, el gobierno guarda silencio ante ellas acrecentando las sospechas y la angustia de la ciudadanía.
La versión es rechazada por el mismo líder del EPP, Alcides Oviedo, según quien Lugo “hace todo lo posible por complacer a la oligarquía pero la policía no le responde”.
Según Oviedo, “el eclecticismo y la falta de principios van de la mano. El jefe de los eclécticos está despojado de toda teoría íntegra, coherente y meditada y se deja llevar por la corriente dominante del presente despreocupándose del futuro; sus cachorros no son menos, son igualitos. La actitud de acomodarse a las circunstancias para conseguir fines individuales o de un pequeño grupo de cortesanos es muy propia de los “poncho juru” paraguayos”.
El mulo de la oligarquía, sátiro de san Pedro, sigue tropezando en su laberinto, y desgraciadamente ni siquiera sus tropiezos lo llevan a la dirección correcto.
Dubitativo entre los extremistas y la derecha fascistoide, el cura Fernando Lugo parece encaminarse ineludiblemente a un callejón sin salida, lugar donde como escribiera alguna vez Bertolt Brecht, siempre se producen las revoluciones.
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