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Elenin: la desinformación

El sistema se ha empeñado en una absurda estrategia de desinformación
Ángel Ruiz Cediel
lunes, 17 de octubre de 2011, 11:14 h (CET)
Millones de ojos están puestos en nuestro universo inmediato con motivo directo o indirecto del cometa Elenin (según el estamento “oficial”) o de Nibiru (según los mal llamados conspiranoicos), siendo, quizás, el asunto que capta mayor cantidad de entradas en Internet, con una amplia diferencia sobre cualquier otro tema, incluidas la crisis económica y las guerras en incubación y puesta a punto que bien pudieran derivar, por conflicto de intereses, en una confrontación global.

Entre todos estos ojos que vigilan nuestro cosmos inmediato los hay pertenecientes a personas de toda clase, así iluminados como rigurosísimamente científicos, pero no faltando entre ellas ni escatológicos, morbosos, desesperados, fundamentalistas religiosos, desquiciados o jóvenes con ansias de vivir la excepcionalidad de un hecho sin precedentes para la humanidad. De todo hay, como en botica, y, entre todos estos artículos y comentarios de foros se pueden encontrar sin mucho esfuerzo auténticos y colosales desafueros; pero no por ello se puede utilizar el reduccionismo infantiloide, concluyendo que la totalidad de los artículos, opiniones o aseveraciones vertidas sobre la cuestión son fruto de desquiciados y que no hay en toda esta colosal caterva de datos aportados por los participantes ni uno solo que no merezca la pena ser considerado por la Ciencia o por la población.

Ayer, verbigracia, me quedé por la noche hasta muy tarde para ver el programa Cuarto Milenio, el cual, dicho sea de paso, no merece para mí mejor calificativo que el de amarillista, sensacionalista o infantilmente manipulador. Se había programado cierta información acerca de llamado oficialmente “cometa Elenin”, y quise comprobar por mí mismo el tratamiento que le daban a la información, resultando ser, tal y como esperaba, lo que a mi entender es simple y llana desinformación. Lejos de hablar con datos y sensatez del objeto de tan magnífico asunto que tanto está colapsando la Red, los dos invitados, mucho más que cuestionables (aparentemente confrontados en sus pareceres), se enmarañaron en un absurdo direte sobre peregrinos absurdos que poco o nada tenían que ver con el meollo de lo que tanta inquietud está sembrando entre millones de ciudadanos de todo el mundo. La conclusión de tan torpe puesta en escena, entre las risibles y teatreras poses habituales del presentador, era obvia: el cometa Elenin es o fue un simple, insignificante y menudo cometa (porque según la NASA se destruyó), y todo lo demás son tonterías. La teoría “oficial” gana, y punto.

La realidad, sin embargo, es muy otra cosa. Para empezar, somos muchos los que, objetivamente, venimos hablando con toda naturalidad de este asunto ¡¡desde la primera mitad de la década de los ochenta!!, años en los que se descubrió, primero por la sonda Siloé de la Iglesia Católica y después por la IRAS de la NASA, un cuerpo planetario que estaba perturbando los planetas más lejanos del Sistema Solar y de cuyo descubrimiento se dio cumplida información en la práctica totalidad de los periódicos y medios de difusión de la época, desde los más prestigiosos diarios del mundo a las televisiones de todo país, informándose que el tal cuerpo, posiblemente un planeta de enormes dimensiones (de hasta cuatro veces el tamaño de Júpiter, se decía), estaba adentrándose en dirección a nuestro Sol. Una noticia que, sin embargo, no tardó en desaparecer de los titulares y aun de las noticias de segunda fila de la práctica totalidad de los medios de Occidente, pero que, en según qué países de otras órbitas, ha seguido siendo motivo de inquietud, seguimiento y análisis entre los cosmólogos de sus instituciones astronómicas, justificando incluso cuantiosas inversiones para estudiarlo y aún para protegerse en fechas no tan futuras de sus previsibles efectos.

Unas inversiones éstas que, por otra parte, y aún a pesar del aparente descrédito oficial que tiene el asunto en todo Occidente, han tenido su réplica inversora en nuestras sociedades, acaso multiplicando por mucho a la de los países de otros bloques, no sólo en cuanto a medios de observación pasados y presentes (Observatorio VATT y telescopio Lucifer de la Iglesia Católica en Monte Graham, observatorio militar de infrarrojos norteamericano en la Antártida -por donde llega desde debajo de la eclíptica Nibiru-, sonda WISE de infrarrojos de la NASA, etcétera), sino también en recursos de supervivencia masiva que sólo se justificarían ante un evento catastrófico global como una guerra nuclear o una catástrofe planetaria (Cúpula del Fin del Mundo, bunkers subterráneos masivos en todo Occidente, creación de gobiernos alternativos para situaciones de catástrofe tales como el FEMA norteamericano o las UME europeas, etcétera).

Como literato no era mi intención volver sobre este tema con argumentos ya aportados en alguna de mis últimas novelas, pero como columnista me he creído en el deber de combatir la desinformación que se está difundiendo de forma masiva, evitando, en la medida de mis posibilidades, que se baje la guardia ante un hecho que bien pudiera comportar la propia continuidad de la sociedad tal y como la conocemos, si es que no de la misma humanidad. El asunto, en fin, no es menor, y, debido a las implicaciones que comporta, la apuesta requiere una dosis de atención suficiente como para permitir que las sociedades tengan una oportunidad, dando como probable el peor de los escenarios imaginables, que son para los que es preciso estar preparados pues que para los ordinarios se supone que ya lo estamos.

Así, conviene reseñar primero que nada que la NASA es una institución astronómica dependiente de los militares norteamericanos, en cuyas misiones, además de realizar ensayos de interés científico conocido, suelen desarrollarse misiones secretas (la inmensa mayoría), de las cuales el ciudadano medio no tiene la menor la idea o noticia, entre otras cosas porque es un monopolio de observación de cuanto sucede fuera de nuestro espacio cósmico inmediato. En pocas palabras: nos enteramos de lo que quieren que nos enteremos, nada más. Por otra parte, una institución semejante, es obvio que está controlada por quienes tienen el poder, y los que lo ostentan ya sabemos quiénes son y cómo funcionan, de modo que esto es razón más que sobrada para poner en cuarentena, cuando menos, la supuesta información que dosifican a la sociedad.

Hay ciudadanos que en su ingenuidad pueden pensar que, de ser verdad cuanto apunto en este u otros artículos que he publicado sobre este asunto, cualquiera con un telescopio puede observar el espacio, y tiene razón; pero estas personas deberían saber que tal observación, si el cuerpo que se desea observar no es fácilmente localizable, no emite una gran cantidad de luz o está muy lejos, requiere además de otros recursos que, desde luego, no pueden estar al alcance de cualquiera, sea éste un observador particular o una institución privada (complejísimos programas de rastreo y localización, visión infrarroja, equipos muy potentes, etc.). Asímismo, conviene que sepan estas personas que incluso la observación del espacio desde observatorios "oficiales" por astrónomos independientes está regulada y aprobados los tiempos de observación por comisiones internacionales (generalmente dependientes de la ESA o la NASA), y que por lo tanto los programas de trabajo están predefinidos desde meses o años antes, no aprobándose, con toda seguridad, aquéllas propuestas que pretendieran arrojar alguna seguridad científica contrastada sobre los asuntos que no les interesa a esas comisiones… “oficiales”. No hay, pues, otro camino para un observador astronómico independiente, que recurrir a esos telescopios de 15 ó 20 pulgadas de alquiler (como el pretendidamente usado por Leónidas Elenin, el supuesto descubridor del cometa Elenin) a través de Internet, los cuales es más que posible que, directa o indirectamente, estén controlados también por la propia NASA y, en consecuencia, observen lo que le interesa a la NASA que observen.

Esto viene a cuento de mis razonables dudas sobre la propia existencia de ese cometa -Elenin-, cuya nomenclatura oficial es C2010X1, basándome no sólo en la imposibilidad técnica de detectar con un telescopio de 20 pulgadas un objeto de magnitud 19,5 (150000 veces menos visible que el mínimo perceptible por el ojo humano) a una distancia de 680 millones de kilómetros (que son muchos kilómetros) y el cual, según los propios datos “oficiales” tenía un tamaño de 3,5 kilómetros en su núcleo, porque todo eso ello sería algo así como milagroso, sino porque además en las horas siguientes al descubrimiento de este pretendido astrónomo no sólo lo había corroborado la NASA, sino que el JPL había ya difundido un diagrama de su órbita y había lanzado a los cuatro vientos la noticia sobre tan pretendidamente ahora insignificante cometa, favoreciendo directa e indirectamente la expectación y la alarma mundial que ha suscitado. Si a todo esto le añadimos el curioso nombre del cometa (infórmese en la Red quien esté interesado sobre estas teorías) y las chocantes fechas de su recorrido (perihelio -11 septiembre- conjunciones, cruce con nuestra órbita, etcétera), hay que ser muy creyente o muy ingenuo para considerar que todo esto puede ser verdad y objeto de la casualidad. Se trataría en tal caso, cuando menos, de un milagroso enviado divino que lleva encriptados mensajes trascendentes. Ridículo, en fin.

El artificio de presentar a Elenin como un peligro que despertara los pánicos ancestrales a hecatombes planetarias, los miedos apocalípticos de los rigoristas religiosos o la expectación social que ha suscitado este asunto, era, obviamente, desacreditarlo presentándolo a la opinión pública mundial como el desvarío de charlatanes, visionarios o falsos profetas, de modo que todos cuantos se refirieron al cometa directamente, o a Nibiru, por extensión, sean desatendidos y tildados como locos o conspiranoicos, en la más perversa afección del término. Así, por más que alguien alerte en el futuro sobre el peligro que puede representar para la humanidad la proximidad de Nibiru o cualquier otra amenaza, enseguida será tildado de no estar en sus cabales, de modo que el control de la información proveniente del espacio exterior vuelve a estar bajo el absoluto control monopólico de la NASA y pueden seguir adelante con sus planes sin la interferencia de “aficionados”. Todo un plan magistral de desinformación colectiva llevada a término con notable éxito. Hoy, a la vista está, el asunto Elenin –Nibiru- no sólo ha decaído, sino que incluso quienes creyeron en él están deprimidos o descorazonados por el fiasco que ha supuesto el esperar que sucediera algo tenebroso el pasado 27 de septiembre y que no haya sucedido nada, tal y como era previsible.

La maniobra “oficial” de usar lo esperpéntico para desacreditar lo evidente no es nueva, sin embargo, y a lo largo de la Historia estas artimañas han dado siempre buen resultado. Ya dije desde esta misma columna que, aunque por falta de información veraz no comprendamos verdaderamente el alcance del asunto o el objetivo final de todos estos movimientos estratégicos del poder que se están verificando en todo el mundo, queda claro que la vigilancia o atención por parte de un sector de la población a las actitudes y acciones del poder dificulta severamente los planes de desarrollo de quienes pretender llevar a cabo una agenda que pudiera ser contraria a los intereses de casi todos. Pongo de nuevo como ejemplo la potencial certeza científica de una hecatombe global por causas cósmicas, y cómo actuaría el poder para salvar a parte de la sociedad sabiendo de antemano la imposibilidad de hacerlo con la totalidad de la población. La información social, en este caso, sería uno de los mayores inconvenientes para llevar a cabo el plan de supervivencia de un grupo de elegidos, y en este supuesto la desinformación como la apuntada en este artículo sería poco menos que obligatoria o de libro. Pero es que esto mismo sería necesario si, por ejemplo, se intentara llevar a cabo una conflagración global, pactada o no, para reducir una densidad de población que está poniendo contra las cuerdas a la propia supervivencia del planeta, y los últimos acontecimientos, invasiones y planes militares estratégicos parecen apuntar en esta dirección, no siendo una locura pensar que cualquiera de estos días nos desayunemos con la noticia de una agresión a Irán, Corea del Norte, Paquistán o locuras semejantes que abrirían de par en par las puertas del Infierno.

No; no creo, sinceramente, que Elenin sea algo relevante para el planeta –lo veremos, no obstante, en las próximas semanas o meses-, sino que opino que se trata de una falsa bandera para encubrir otro asunto de mayor calado, como esa conflagración en ciernes –inevitable para muchos- o al mismo Nibiru. No sólo apoyan esta última opción los hechos observados en nuestro universo inmediato desde la detección y observación directa de Nibiru en la primera mitad de la década de los ochenta (perturbaciones de la Nube de Oort, de Neptuno, de Urano, inclinación súbita de Saturno, desaparición del cinturón ecuatorial de Júpiter, aparición progresiva de una atmósfera de nitrium en la Luna, etc., apreciándose en todos estos efectos una aproximación progresiva de un cuerpo cósmico con un potente campo electromagnético hacia al interior del Sistema Solar, en general, y de la Tierra, en particular), sino también que desde hace algunos años ha sido fotografiado en distintas partes del planeta un segundo sol junto a nuestro Sol, cuyas imágenes pueden ser consultadas por cualquiera sin excesiva dificultad en la Red (curiosamente nunca en la información “oficial”), y aun de la anormal inclinación de nuestra visible Luna, la cual puede ser observada con relativa frecuencia fuera de curso y con oscilaciones o libraciones y su ciclo metónico de todo punto de vista anormales, y esto es algo que no se puede ocultar: a simple vista puede apreciarse.

Las noticias de este tipo de perturbaciones son cada día más habituales. Esta primavera, sin ir más lejos, la salida del Sol se adelantó dos días en el Polo Norte y los inuit se vieron sorprendidos porque su fiesta tradicional, jamás antes alterada, de la llegada de la primavera no se pudo celebrar en el día establecido. Incluso las perturbaciones de la cavitación lunar (Libración) pueden ser explicadas no sólo porque nuestro satélite esté siendo influenciado en su campo electromagnético por otro cuerpo celeste intruso, sino que el mismo asombrosamente largo verano que padecemos en el hemisferio norte de la Tierra puede ser también explicado por una modicación del eje de giro de la Tierra, de modo que estamos algunos grados más tumbados hacia el sol que en condiciones… normales, digamos. Cosa que justificaría, igualmente, la modificación aparente de la posición relativa de las constelaciones y aún de las fase de la Luna, la cual en ciertos días modifica la orientación de los cuernos en las fases creciente y menguante.

Demasiadas evidencias hay alrededor de este asunto como para que “oficialmente” se pretenda darlo carpetazo bajo el epíteto de locura o desvarío, o como pretendieron hacer en ese infausto programa televisivo que antes mencioné, como fruto de un chico que jugaba con el programa de la JPL sobre la órbita del cometa Elenin. Este reduccionismo es no sólo ridículo en sí mismo, sino que es sumarse a una conspiración de ciertos poderes que, en una u otra dirección (conflagración mundial o amenaza cósmica), están, o sí o sí, llevando a cabo. Demasiadas colosales inversiones (de todo el mundo en su conjunto) claman una causa tan trágica como desconocida para la mayoría de la población, y demasiadas evidencias apreciables en nuestro entorno cósmico inmediato avalan sucesos de un alcance capital que nos están escondiendo. Observatorios, bunkers masivos, Cúpulas del Fin del mundo, satélites de observación infrarroja (precisamente la única franja del espectro en que es localizable Nibiru), organizaciones militarizadas de contención o supervivencia, etcétera, añadido a los efectos que están experimentando nuestros planetas y satélites vecinos y a la ya inocultable visualización de un aparente segundo sol, son cuestiones que no deberían pasarse tan alegremente por alto, dándolo carpetazo como el desvarío de un chaval, cuyo absurdo y risible argumento tanto recuerda a esos supuestos campesinos ingleses que juraban sobre sagrado ser los bromistas autores de los crop circles de todo el mundo, allá por cuando el sistema quiso intentar desacreditar ese asunto.

Vivimos, y es algo que incluso se intuye de una forma masiva por buena parte de la especie, tiempos capitales. Como siempre que se ha verificado una tragedia trascendente, hay una especie de alerta temprana en muchos seres humanos que de uno u otro modo luego han sido protagonistas de ella, y es ahora cuando la especie está recibiendo vibraciones de que hay una amenaza que se cierne sobre el conjunto de la humanidad. Tal vez, incluso, los movimientos sociales que estamos experimentando tengan mucho que ver con ello, pues, alertados por nuestros instintos de que hay algo que no funciona como debiera y de que es algo crucial, los individuos buscan todo tipo de salidas que supongan una oportunidad.

Se vea, pues, como se vea este asunto, mal haría cada persona en particular y la población en general en bajar la guardia y creerse que esto es una tontería de ociosos, escatólogos, imbéciles o fanáticos religiosos. La jugada ha sido tan de libro, tan obviamente infatiloide, que sólo los ingenuos o los tardos pueden caer en esta trampa. Esperemos, pese a todo, que éstos no sean mayoría y que no falten observadores cualificados y veraces que sigan empeñados en descubrir la verdad que nos están sisando, a fin de alertarnos a todos. Todos, con absoluta seguridad lo digo, dependemos de ellos en muy buena medida: pobre de quien se confíe en que la NASA o los poderes "oficiales" harán algo por él.

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