Cuenta la historia que el Che Guevara planeó el último empujón sobre las fuerzas del dictador Batista basándose en un certero análisis de la actitud de los militares batistianos, su disposición a no luchar ofensivamente.
La actitud de los jefes batistianos ante la guerrilla, hoy emulada por los jefes paraguayos que combaten al EPP, consistía en llevar a sus fuerzas al colpaso para luego desentenderse y huir en medio de la confusión. Así lo hizo en Santa Clara el Coronel Rojas, quien huyó abandonando a sus tropas en la confusión de la rendición, temiendo ser juzgado por sus antecedentes de torturador.
Al caer la Nochevieja, tras la toma de Yaguajay por Camilo Cienfuegos, Casillas Lumpuy se comunicó con Batista, para informarle que Santa Clara está a punto de caer en manos de los rebeldes y que necesita urgentemente refuerzos. No obtuvo del dictador ni siquiera una mala promesa. Durante la noche, tras arengar a los soldados y oficiales y exigirles una heroica resistencia, se disfraza con un sombrero de palma y un traje civil y argumentando que tiene que hacer una inspección en la provincia, se escapa del cuartel junto con el jefe de Operaciones, Fernández Suero.
La actitud de los jefes paraguayos que comandan el “gran operativo” de Lugo contra el EPP desde sus cómodas oficinas climatizadas, no dista mucho de la adoptada por los jefes batistianos.
Policía contrariada y desmoralizada
El gobierno de Lugo, ante un ataque guerrillero, se esfuerza por oscurecer todo lo posible los hechos antes que esclarecerlos, agudizando la voluntad de no combatir de los uniformados.
Lo primero que intentan rutinariamente las autoridades del gobierno luguista son esfuerzos por desacreditar a los suboficiales y oficiales subalternos que denuncian sufrir ataques de la guerrilla del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), lo cual causa decepción y tensión en el personal policial.
La orden superior es no brindar declaraciones a los medios de prensa, por lo cual se escudan en el anonimato para informar.
El ataque a policías de Jhuguá Ñandú (supuesto ataque de EPP a policías) ha creado un total estado de desconcierto entre sus camaradas, dado que a igual que el episodio de Capitán Giménez (donde también fue herido un suboficial con arma de fuego desde la oscuridad), los superiores no aceptan la versión de los agentes afectados y buscan castigar a sus subalternos.
Los uniformados señalaron que con esta actitud, lo único que hace el gobierno es menospreciar y desanimar sus trabajos, considerados difíciles y peligrosos. "A parte de no tener la mínima seguridad, ni armas largas ni chalecos antibalas, ahora con cada ataque del EPP o de cualquier delincuente, tenemos que ser nosotros los arrestados y sumariados", dijo un suboficial que presta servicio en el campo a periodistas del diario Ultima Hora.
La versión oficial
De acuerdo con la versión oficial, los ataques del EPP en realidad son riñas entre policías borrachos, algo que desmienten categóricamente los uniformados.El comisario Aldo Pastore, subcomandante de la Policía, indicó que los cambios y los arrestos se dan solo por indisciplinas y no por ataque o no del EPP. "Lo que pasa es que no cumplen con las disposiciones vigentes, no están atentos, ingieren bebidas alcohólicas, van a morir todos si son descuidados", dijo el comisario Pastore.
En la noche del 5 de octubre pasado, los policías que se encontraban realizando un control frente a la subcomisaría de Capitán Giménez recibieron disparos de arma de fuego, resultando herido el suboficial Raimundo Ismael Pereira, quien dijo que fue atacado desde el monte. El mismo ministro del Interior Carlos Filizzola contradijo la versión del policía, que además cambió al oficial Virino Vera por dar a conocer el ataque de la guerrilla.
Por segunda vez, se contradice la versión de los policías atacados desde la superioridad. Aunque los policías aseguran que la noche del lunes fueron atacados en Jhuguá Ñandú, el subcomandante de la policía Nacional, Aldo Pastore, afirma que fue simplemente producto de una borrachera de sus comandados. Una nueva destitución se dio en el marco de estos incidentes, en este caso del oficial Inspector Mauricio González, removido de la jefatura de la Agrupación Táctica regional.
A pesar de ello, el jefe destituido se ratificó en la Fiscalía de Concepción en que hubo un ataque de desconocidos que abrieron fuego contra los agentes, y que sus policías no habían bebido alcohol, sino que fueron sorprendidos por los que tiraron contra el destacamento y luego contra la patrullera. La misma declaración acercó al diputado José López Chávez, presidente de la comisión de Defensa y Seguridad Interna de Diputados, quien conversó con él en el aeropuerto de Concepción. La prensa accedió a la información por medio de estas autoridades, ya que el policía no accedió a hablar con la prensa por temor a represalias.
Con la misma actitud de las fuerzas batistianas, el gobierno del cura Fernando Lugo pretende exigir a sus fuerzas gestos heroicas, mientras ante un choque con la guerrilla los mismos defensores terminan castigados y difamados por sus jefes.
El curso de estos acontecimientos, por lógica, sólo puede conducir a que de una condición temporal de derrota, el abandono la transforme en permanente. Es el único destino para tamaña derrota moral.
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