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“Uno no sabe nunca la fuerza que tiene hasta que la vida le obliga a utilizarla”

Marta Rivera de la Cruz, escritora
Herme Cerezo
viernes, 28 de octubre de 2011, 07:42 h (CET)
Tras sus éxito anteriores, Marta Rivera de la Cruz tiene nueva novela en las librerías: ‘La vida después’, publicada por Planeta.


Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970) es licenciada en Ciencias de la Información y especialista en Comunicación Política por la Universidad Complutense. En 1998 obtuvo el Premio Ateneo de Sevilla de Novela Joven con ‘Que veinte años no es nada’, de la que se hicieron cinco ediciones. Más adelante publicó las novelas ‘Linus Daff, inventor de historias’ y ‘Hotel Almirante’. En 2006 fue finalista del Premio Planeta con la obra ‘En tiempo de prodigios’. Su anterior novela, ‘La importancia de las cosas’, fue acogida con gran entusiasmo por los lectores. Además, es autora de tres libros de ensayo, de dos libros infantiles y ha publicado cuentos y artículos en diferentes compilaciones. Como editora fue responsable de la antología ‘Cuentos de Navidad’ y de la última edición de ‘La ciudad de las columnas’, de Alejo Carpentier. Actualmente, colabora habitualmente en la revista El País Semanal y participa en diferentes tertulias de radio y televisión.

Por este motivo se dejó caer por Valencia hace un par de tardes, no más, y pude conversar con ella en la cafetería del Hotel Astoria, sitio habitual de la mayoría de mis encuentros literarios y que hacía ya algún tiempo que no hollaba. ‘La vida después’ viaja por el complicado mapa de los sentimientos y en su interior hay espacio para los conflictos, los celos y la envidia, pero también para el cariño y la lealtad. Como una cortina transparente, como un invisible telón de fondo de sus casi cuatrocientas páginas sobrevuela, latente, una pregunta fundamental: ¿pueden un hombre y una mujer ser nada más que amigos?

Marta, la primera pregunta surge inevitable: ¿es posible la amistad entre un hombre y una mujer sin sexo?

El amor es amistad con sexo, pero puede haber amistad sin sexo. La amistad entre hombre y mujer es difícil, pero creo que es porque la amistad con mayúscula es difícil en sí misma.

¿Cómo te definirías como escritora: de mapa o a la aventura?

No uso guión. Soy un desastre, un desorden absoluto. Cuando me siento a trabajar sólo tengo una idea general de lo que voy a escribir. Lo mejor me surge a medida que voy construyendo la novela.

La propaganda vende ‘La vida después’ como “una bella historia sobre la amistad, el amor, las oportunidades perdidas y la lucha por la felicidad”, ¿todo esto es aplicable únicamente a tu novela o responde a un concepto algo más genérico?

Eso se lo inventa la editorial para invitar a la gente a que lea la novela, como ves son todos conceptos positivos. Supongo que se puede aplicar a muchos libros, pero también puede que sea el germen de un nuevo género literario que trate sobre la búsqueda de la felicidad.


¿Tenemos actualmente necesidad de leer libros sobre la felicidad? Algunas editoriales parecen interesadas en este tema.

No sé si podemos hablar de necesidad, pero sí podemos decir que, en este momento, ya que la realidad se está comportando de un modo tan cruel, nos apetece que la ficción sea más amable con nosotros. No sólo me refiero a la literatura, sino también al cine. Y me parece bien que las editoriales quieran aprovechar esta situación publicando libros de este estilo porque a fin cuentas esto es un negocio. Además creo que la gente va a encontrar en la ficción un refugio.

Te definen también como la escritora de las cosas pequeñas. A mí me parece más adecuada la escritora de lo cotidiano.

Creo que es lo mismo. Al final, las cosas pequeñas son las que de verdad nos cambian la vida o no nos permiten hacerlo.

Tú eres periodista y ‘La vida después’ es una novela que parece un reportaje de la realidad.

Me gusta eso del reportaje de la realidad. Quizá en este libro, más que en otros, los personajes son más vulnerables, más normales, más débiles que fuertes, y se fortalecen a medida que se van maleando. Como nos sucede a todos. Uno no sabe nunca la fuerza que tiene hasta que la vida le obliga a utilizarla, a sacarla afuera. Quizá lo que defina este libro sea precisamente eso, la capacidad de crear similitudes entre los personajes y nosotros mismos.

La novela está compuesta por una serie de historias que se entrelazan entre ellas, como la propia vida.

Yo creo mucho en esa frase de Borges que habla del “divino laberinto de los efectos y las causas”. Uno nunca es consciente de la cantidad de cosas que han tenido que ocurrir para que se encuentre en el punto en que está, para que se haya convertido en la persona que es. Mi abuelo fue herido en la guerra y un compañero lo arrastró por las alambradas hasta un lugar donde pudieron atenderle y curarle. Hace 15 años me tropecé con la nieta de aquel hombre y le dije que si se había dado cuenta de la cantidad de cosas que habían tenido que ocurrir para que nosotras dos nos encontrásemos. Probablemente nunca nos paramos a pensar que somos hijos de un montón de casualidades, que han tenido que confluir para dar como resultado la persona que somos. Este encuentro fue una experiencia que me marcó mucho en mi vida.

El escritor de género histórico pisa bibliotecas y el de novelas policiacas lee sumarios, ¿de dónde bebe una escritora de las cosas pequeñas?

Leo periódicos. Encuentro y he encontrado muchísimo material novelable en la prensa escrita. Y también en la vida misma.

Oxford, Londres, Madrid, Berlín o Manhattan son los escenarios por donde discurre ‘La vida después’, ¿se debe esto a que la gente de tu generación está habituada a moverse por el mundo?

No tanto la mía como las generaciones nuevas, que están acostumbradas a vivir inevitablemente en varios sitios. A mi me gusta mucho la idea del viaje, sobre todo viajar en el tiempo, algo que por ahora no es posible. Y me divierte, como autora, cambiar de escenario. Lo paso mucho mejor si una parte de la historia se desarrolla en Madrid y otra en Londres, por ejemplo. Además en la novela hay muchas sorpresas que ocurren con distancias por medio, algo que no hubiera sido posible si la hubiera ubicado en diferentes zonas de España.

Varias de tus obras arrancan con un muerto. ‘La vida después’ también. ¿Encuentras alguna explicación?

Desconozco el motivo, es algo inconsciente. Alguien me dijo el otro día que en mis novelas hay muertos que cambian el curso de la historia, quizá para que se produzca un giro radical en la vida, utilizo la muerte. Y pertenecen a ambos sexos. Me estoy dando cuenta de se ha convertido en un recurso literario. Intentaré que en la próxima no ocurra.

En la novela se habla de una película inédita de Greta Garbo, ¿esto pertenece al ámbito de la ficción o al de la realidad?

Hace tres años apareció en eBay un film inédito de Charlot, que compró un hombre por tres dólares, igual que ocurre en la novela con la película de Greta Garbo. Leí la noticia en la prensa y pensé lo barato que resultaba comprar una joya y también lo barato que se vendía algo que podía valer una fortuna. Después me pregunté por qué se colgaba en eBay algo para vender sin saber lo que era, pero recapacité y vi que quizá el que colgó sí sabía lo que vendía y quien no sabía lo que compraba era el otro.

Precisamente la película de la Garbo se recibe en una librería, ¿qué significa una librería para ti?

En Lugo frecuentaba una librería en la que compraba desde pequeña. Recuerdo que entrar allí era como visitar un sitio que no se parecía a ningún otro. Los libros, sus colores, me producían una impresión casi sensorial, independientemente de su contenido. Una librería es uno de los lugares donde resulta más fácil que una persona encuentre tesoros.

Hablamos de librerías y de libros, ¿a qué tipo de libros te acercas tú como lectora?

Empecé a leer conscientemente con los autores del boom latinoamericano. Me deslumbró la literatura de García Márquez, de Mutis, de Carpentier, de Rulfo… Pero ahora me tienen más fascinada los autores anglosajones: McEwan, Franzen, Roth… Los norteamericanos creo que han llegado a un punto que los de aquí no hemos alcanzado, han entrado en el mundo de la familia con muchos menos prejuicios que nosotros y lo han diseccionado.

Bueno, parece evidente que ellos tienen una concepción de la familia muy distinta a la nuestra.

Sí, claro, su concepto de la familia es protestante y el nuestro no. Ahora hablan mucho de ‘Libertad’, la última novela de Jonathan Franzen, pero en su anterior libro, ‘Las correcciones’, este autor se introducía en el seno de una familia de un modo que te deja con la boca abierta.

La inevitable última pregunta, que quizá debería haber formulado antes: ‘La vida después’ no es tu primera obra, pero supongo que Marta Rivera está entre sus páginas, ¿la cuestión es dónde?

En todos los libros acaban apareciendo cosas que he vivido o que me han contado, experiencias de gente muy próxima. Pero no soy consciente de ello hasta que no releo la novela tiempo después. Ahora creo que no hay nada mío en ella, pero a lo mejor, si dejo que transcurran un par de meses, seguro que encuentro algunos aspectos personales en los que no había reparado antes.

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