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Antonio Soler (Málaga, 1956), escritor. Estudió Técnico en Actividades y Empresas Turísticas en la Escuela de Turismo de Málaga y a los 22 años vio truncada su carrera de atleta por un accidente de tráfico. Durante la convalecencia se inició en la escritura. Desde 1988 trabaja como guionista de televisión y ha sido colaborador de los diarios Sur, ABC, El Mundo (Andalucía), así como de los suplementos dominicales de El Periódico de Barcelona y El Semanal. En el año 2000 realizó una estancia de varios meses en el Dickinson College de Pensilvania como escritor residente y en 2003 fue invitado a vivir durante un trimestre en Villa Mont-Noir, casa que fue propiedad de la familia de Margerite Yourcenar, actualmente convertida en residencia para autores europeos. Ha sido galardonado con numerosos premios entre los que destacan el Ignacio Aldecoa de cuentos, Ateneo de Valladolid de novela corta, Andalucía de Novela, Crítica de Andalucía, Herralde de Novela, Nacional de la Crítica, el Primavera de Novela y el Nadal. Es autor de las siguientes obras: ‘La noche’, ‘Extranjeros en la noche’, ‘Modelo de pasión’, ‘Los héroes de la frontera’, ‘Las bailarinas muertas’, ‘El nombre que ahora digo’, ‘El espiritista melancólico’, ‘El camino de los ingleses’, llevada al cine por Antonio Banderas, ‘El sueño del caimán’, ‘Lausana’, ‘Málaga. Paraíso Perdido’, ‘Boabdil’, ‘Una historia violenta’, y ‘Apóstoles y asesinos’. Junto con Eduardo Lago, Enrique Vila-Matas y Malcolm Otero Barral forma parte de la Orden Literaria del Finnegans. Su obra está traducida a múltiples idiomas.
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Los que, además de leer las entrevistas que publico en Diario SIGLO XXI, se aventuran por mi blog ‘El Eco de las Voces’, sabrán que cada año escojo la que para mí ha sido la mejor novela del año. Se trata de un título meramente honorífico, sin dotación económica, pero que de alguna manera define mis preferencias literarias. En el año 2016 este título fue a parar a ‘Apóstoles y asesinos’, por el momento la última entrega del escritor malagueño Antonio Soler, en la que se conjugan invención y verdad, de tal manera que nunca tenemos claro si sostenemos entre nuestras manos una novela esculpida desde la realidad o un ensayo escrito con las herramientas de un novelista. Este artefacto magistral lo concibió Antonio Soler para contar la vida del «Noi del Sucre», cuyo verdadero nombre era Salvador Seguí i Rubinat, un anarquista catalán que, tras partir de posiciones absolutamente radicales, navegó hacia fórmulas de consenso, convencido de que el pacto era la única forma de avanzar desde el punto de vista social. Por las páginas de estos Apóstoles desfilan momentos trascendentales de la historia barcelonesa: la Semana Trágica, la Primera Guerra Mundial, los meses previos al advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera y el terror con el violento envoltorio de la muerte y la sangre, personificado en los propios ácratas y en los pistoleros de los llamados Sindicatos Libres.
Fue a comienzos de junio, calor mediante, cuando Antonio Soler visitó València para presentar ‘Apóstoles y asesinos’ en un acto organizado por Amnistía Internacional. La puesta en escena tuvo lugar en el Sporting Club Ruzafa, un local donde antaño se repartían puñetazos sobre un ring de lona y que hoy acoge el estudio de varios artistas plásticos, así como actos como el que propició mi encuentro con el autor malagueño. Un encuentro que, dicho sea de paso, no hubiera sido posible sin la mediación de Miguel Fuentes, propietario de la librería Cosecha Roja de la capital del Turia.
Antonio, cuando entrevisto por primera vez a un escritor, como es tu caso, esta pregunta es inevitable: ¿qué significa la escritura para ti?
Cuando empezaba en esto de la literatura, de modo lógico y razonable, la novia que tenía entonces me decía que por qué no escribía los fines de semana y yo le respondía que no era suficiente, porque ya desde el principio tuve claro que la escritura significaba algo más para mí, que no era un hobby, que era una forma de vida, la que yo deseaba tener.
Una decisión muy valiente por tu parte.
O muy inconsciente, nunca se sabe, también me podía haber salido mal.
¿Cómo te encuentras tú con Salvador Seguí el «Noi del Sucre»?
Por esos rebotes y afluentes por donde te llevan los libros, leí de muy joven ‘Las últimas banderas’, una novela que me gustó mucho, y siguiéndole la pista a su autor, Ángel María de lera, tropecé con una biografía de Ángel Pestaña que también me interesó. Pero lo que más me impactó de aquel libro fue la figura del «Noi del Sucre». Me pareció un personaje misterioso, poco común, contradictorio y atípico. Me lo guardé en la recámara y al cabo de muchos años, leyendo una entrevista de Jean Echenoz sobre personajes históricos, se me encendió una bombilla y me acordé de él. Sin embargo, cuando me puse a investigar en serio, vi que a su alrededor giraba un mundo inmenso, lo que descartaba mi idea inicial de escribir una novela corta. Tenía dudas porque no sabía muy bien qué iba a hacer, si un ensayo o una novela. Y decidí probar otra cosa: ceñirme estrictamente a los hechos históricos comprobados, pero contados desde el punto de vista de un novelista porque de esta manera, incluso ateniéndome sólo a la realidad contrastada, podía tratar a los personajes de modo subjetivo y añadir un poco de caricatura o de ironía en algunos casos.
Pero, ¿cómo se puede guardar durante tanto tiempo en la mente una historia tan interesante como esta sin escribirla?
Como te digo, no estaba seguro de lo que quería hacer. Conocía al personaje igual que conocemos tantas cosas, pero no había puesto la mirada creativa sobre él hasta que no leí la entrevista de Echenoz que he citado antes. Al final me decidí a escribir porque era un personaje muy interesante, desconocido, con mucho carisma, muy literario. También es verdad que hace veinte o veinticinco años carecía del músculo literario suficiente para enfrentarme al relato de un mundo tan complejo y con tantos ramales.
Aparentemente, el movimiento anarquista resulta siempre muy atractivo para los escritores.
Como tú dices aparentemente sí, pero ocurre que cuando te sientas a indagar, en su seno encuentras apóstoles y asesinos, toda una gama que va desde el blanco hasta el negro. El propio Pestaña dice que dentro de los anarquistas hay santos laicos, gente que comete actos violentos, porque cree que es necesario, y otros elementos que practican la violencia por dinero, que trabajan al mejor postor y que incluso pueden volverse contra sus propios correligionarios. Se trata de un mundo muy oscuro.
A lo largo de su vida, el «Noi del Sucre» evolucionó hacia posiciones moderadas, lo que le valió que le tildaran de traidor.
Sí, creo que fundamentalmente era un tipo muy inteligente y al principio, como era muy joven, no estaba formado. Empezó a leer, a vivir, a introducirse de verdad en el mundo y se dio cuenta de que la forma de incidir en la realidad no podía ser utópica. Por eso cada vez fue definiéndose más como sindicalista y menos como anarquista. Llegó a pensar que los sueños estaban muy bien, pero que para transformar la realidad había que bajar a la calle. El primer «Noi» era partidario de acabar con la burguesía y el último terminó diciendo que era necesario que existiera, que había que mejorar la vida y las injusticias, pero siendo realistas. En la evolución de su modo de pensar influyó también la Revolución Rusa. Lo que él detectó de aquel movimiento no le gustó y pasó a convertirse en su enemigo.
Acerquémonos al modo narrativo. En ‘Apóstoles y asesinos’ encontramos historia real, citas, entrevistas, artículos de prensa… ¿Cómo se te ocurrió mezclar estos elementos para obtener un resultado tan difícil de etiquetar?
A medida que me documentaba y reflexionaba sobre lo que llevaba entre manos, me dije que me iba a importar poco el género. Tenía claro que el pulso narrativo había de ser el de un novelista, pero había cosas tan interesantes en aquella época que debían quedar reflejadas. No podía obviar el periodismo, porque muchos personajes principales, como Companys, Layret o Pestaña, participaban de ese ambiente y trabajaban o dirigían periódicos. Para ello qué mejor que copiar literalmente fragmentos de algunos artículos suyos. También describí fotografías e incluso me planteé incluir alguna de ellas, aunque al final desistí porque me pareció excesivo; coloqué fichas policiales y listas de personas con sus calificativos, porque era bueno saber qué opinaba la fuerza pública sobre ellos… Todo eso formaba parte de la atmósfera de aquel momento y para disponer de una impresión de primera mano, el lector debía tenerlo a su alcance. Por lo tanto, decidí introducirlas y que luego los periodistas le pusieran la etiqueta que más les gustase.
Por lo que cuentas, ¿podríamos definir ‘Apóstoles y asesinos’ como un collage?
Sin duda que sí y no sólo por la mezcla de géneros, sino también por el modo como los he utilizado.
Seguimos con las etiquetas, por algún lugar se ha calificado ‘Apóstoles y asesinos’ como una novela de género negro, aunque en mi opinión no lo es.
No, no lo es. A este respecto viví una anécdota con el profesor que trata de que yo aprenda inglés. Un día vino a mi casa, vio la fotografía de la portada y dijo: «Hombre, Al Capone» [risas] Y la verdad es que esa imagen refleja la estética de la obra, de hecho en la misma novela hablo de ‘El Padrino’ porque tras el atentado que sufrió Ángel Pestaña, al igual que le ocurre a Corleone en la película, los pistoleros acudieron al hospital para rematarlo. Dado que la época era la misma, se asesinaba igual en todas partes. No tengo ninguna duda de que Barcelona alberga muchas más historias negras que Chicago.
¿Por qué tu interés en que el lector, desde el comienzo, conozca el desenlace final del libro?
No quería anzuelos falsos para el lector. Cada vez soy más enemigo del efectismo y empezar la obra creando una intriga me parecía una trampa. Creía que la historia tenía tanto interés por sí misma que no lo necesitaba. Además hoy en día cualquier persona puede acudir a Internet y averiguar lo que quiere saber sobre el final del «Noi».
Antes has citado personajes importantes de la novela, pero a mí me llama la atención uno en particular: el general Martínez Anido. Si hubieras necesitado un malvado no lo habrías encontrado mejor, ¿no crees?
Efectivamente, él y su compinche Arlegui, al que a veces también menciono en la novela. Parecen caricaturas de Valle-Inclán por lo brutales que llegaron a ser estos dos tipos, pero eran así. Y corresponden a una clase de personajes que luego veremos con toda su dimensión a lo largo de la Guerra Civil.
A pequeña escala, lo que se vivió en Barcelona durante los años veinte recuerda a la Guerra Civil, ¿tenemos de nuevo a las dos Españas frente a frente, pero en un territorio más reducido?
Así es y esa historia no se conoce tanto. Cuando se mira el siglo XX, lógicamente todo el foco se dirige sobre la Guerra Civil, pero los antecedentes son estos y ese tipo de personajes y confrontaciones, que luego se van a magnificar, ya están en ‘Apóstoles y asesinos’. Aparecen Indalecio Prieto, Largo Caballero, Companys, y muchos otros, junto con todo lo que se estaba fraguando en aquellos momentos. Martínez Anido es un africanista, un colonialista, como lo fue el propio Franco y tantos otros.
¿Barcelona funciona aquí también como un personaje más o sólo es el escenario donde aconteció todo lo que narras?
Estoy convencido de que funciona como un personaje más. El tratamiento que yo le he dado obedece a que ‘Apóstoles y asesinos’ es una novela colectiva, que refleja un mundo y una sociedad concretos. Por ejemplo, en la huelga de La Canadiense, Barcelona sintió el miedo y eso se refleja en el libro.
Tras este viaje con el «Noi del sucre», ¿qué poso te queda a ti del trayecto recorrido durante la escritura?
Al empezar la novela sabía quién era cada uno, pero he profundizado mucho y me quedo con la confirmación de muchas de las cosas que ya intuía y que he podido corroborar durante la escritura. El propio personaje del «Noi», su evolución, su recorrido ideológico, me parece un ejemplo de primer orden de que las ideologías y el deseo de asaltar sueños están muy bien, pero cuando se desciende a la realidad hay que pactar. Eso es algo que no admite dudas y el éxito no consiste en acabar con el otro, sino en sacar lo mejor de él.
Terminamos por hoy: ¿trabajas ya en algún proyecto literario nuevo?
Sí, estoy inmerso en una novela que no tiene mucho que ver con ésta. Se trata igualmente de un collage, pero con otros elementos. Es una obra colectiva y actual.
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