Aconsejé hace dos meses a la Misión Arqueológica Española “Proyecto Visir Amen Hotep Huy”, de la que he sido miembro hasta el pasado 4 de noviembre, sobre la conveniencia de no acometer la campaña este año. La razón principal estribaba en la falta de presupuesto, dado que el ministerio que ha dirigido con profundo desacierto Ángeles González Sinde, no consideró oportuno financiar con dinero público un trabajo que habría de situar a la Egiptología Española entre las punteras del mundo. El proyecto no contaba, pues, este año con ayuda oficial alguna y ha arrancado a duras penas, a trancas y barrancas, por la insistencia y bienintencionada ofuscación (pero ofuscación al fin) de sus directores, Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman.
En un clima sociopolítico enrarecido por lo que se llama impropiamente la “Revolución de Febrero”, el equipo de excavadores se incorporó a sus tareas, entorpecidas por mil trámites administrativos, a mediados de octubre. He tenido la oportunidad de observar in situ el desarrollo de este comienzo de campaña, que se extenderá hasta el 20 de diciembre, si no hay circunstancias que la interrumpan, y he de confesar públicamente mi profunda preocupación, especialmente ahora que ya como ex miembro puedo dar libremente mi opinión al no estar vinculado por ningún tipo de secreto profesional.
Debo decir en primer lugar que esa falta de presupuesto incumbe a todo el proyecto; es decir, tanto a la mano de obra en sí (hubo que despedir entre protestas a una docena de obreros la semana pasada) como a la propia seguridad de la excavación: la tumba-templo, con una sala hipóstila de casi 400 m 2, se halla en un estado tan precario que el techo amenaza con desplomarse, por lo menos parcialmente, lanzando trozos que fácilmente podrían herir o incluso aplastar a quienes se encuentren en ese momento en el interior. El equipo, tanto el técnico como el formado por los obreros locales, pasa muchas horas al día con la espada de Damocles sobre sus cabezas, y pocas veces la metáfora se ha ajustado tan bien a la realidad. Los directores, que, en mi opinión, tienen tanto de heroico como de irresponsable han decidido seguir adelante contra viento y marea, sin dotar de cascos protectores ni de botas reforzadas con plomo a los que excavan dentro de la tumba o realizan tareas de consolidación de las endebles estructuras del hipogeo. La razón no es sino la falta de presupuesto; aunque no por ello sea menos denunciable el hecho, habida cuenta de que lo que se está poniendo en riesgo son vidas humanas y no momias milenarias. Para enfrentarse a cualquier posible accidente, sólo se cuenta con un botiquín con tiritas, agua oxigenada y paracetamol. Por otro lado, las posibilidades de evacuar rápidamente a un accidentado son mínimas.
Tanto las autoridades egipcias como las españolas (estas últimas a nivel consular o de embajada) no están suficientemente informadas sobre estas circunstancias, las cuales entrañan un riesgo altísimo. Si algo sucediera, Dios no lo quiera, no sólo podría haber víctimas, que sería lo más doloroso, sino que las demás concesiones arqueológicas que tiene España en suelo egipcio verían peligrar su permanencia, especialmente en un momento en que el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto ha endurecido las exigencias a las misiones arqueológicas, sobre todo a raíz de la destitución de Hazi Hawass.
Durante la visita hace unos días a Luxor de Miguel Ángel Oliver, director de informativos de Cuatro Televisión, para hacer un reportaje y entrevistar a diversos personajes, entre ellos al máximo responsable del patrimonio arqueológico, Mustafa Amin, y al director de los templo de Luxor y Karnak, Ibrahim Soliman, no hubo ocasión de explicarle el precario estado de la tumba, cuyo techo podría colapsar parcialmente, a decir de los técnicos, en cualquier momento. A Oliver, alojado durante tres días en la propia Casa del Sicomoro, sede de la misión española, se le ocultó esta circunstancia ya que se nos pidió expresamente que no mencionáramos este asunto. Yo ahora, en calidad de ex miembro de Instituto de Estudios del Antiguo Egipto y del Proyecto Amen-Hotep Huy, me libero del “voto de silencio” impuesto por los profesores Martín y Bedman y expongo que hay vidas humanas en peligro y el prestigio y la credibilidad de nuestro país en el mundo de la arqueología egipcia.
Por una cuestión de ego personal, jamás deberían asumirse esos riesgos y los organismos pertinentes deberían intervenir con la mayor celeridad.
|