Un tiempo atrás un periodista enceguecido por su fanatismo luguista escribió que el cura presidente era un paradisma de honradez, y que se retiraría del gobierno apenas con el mismo par de sandalias con el cual llegó. Los desmentidos a tal presunción no se hicieron esperar.
Una persona allegada al gobierno me advirtió el fin de semana que el diario ABC color iniciaría una serie de notas sobre la opulenta estancia que administra el abogado Marcos Fariña, y que todos señalan como propiedad del cura-presidente de las sandalias y ex obispo de los pobres, Fernando Lugo. El hecho demuestra que el gobierno luguista tiene contactos incluso en las redacciones de periódicos que intentan cotidianamente aparecer como críticos a su gestión, luego de haber impulsado la campaña de falacias que llevó a Lugo a la presidencia del Paraguay.
Cuando le transmití esa inquietud a la periodista Mabel Rehnfeldt, responsable de las publicaciones, me contestó que en ABC no sólo hay un informante sino varios. Incluso me exhibió mensajes y amenazas recibidas por parte de los esbirros del cura. “No te asustes cuando corras la misma suerte que tu discípulo maldito Jorge Torres” decía una de las misivas enviadas por mensaje de texto a su teléfono móvil.
Evidentemente, el diario ABC color cuenta en sus filas con numerosos informantes al servicio del gobierno arzobispal, cuya obsecuencia sólo puede ser comparada a la de familia Rubin, la cual vendió su “objetividad periodística” por el ministerio de la Mujer asignado a la “matriarca” de la familia y la publicidad oficial.
Las sandalias del ganadero
Si como dijera Amiel la verdad es en realidad estar satisfecho, podría decirse que el cura Fernando Lugo se encuentra pletórico de ella. Pero la humildad durante el proselitismo es una virtud tan práctica, como dijera Chesterton, que en algunos casos hasta podría considerarse un vicio.
Cuando el cura Lugo apareció en el escenario político paraguayo como supuesto salvador de la patria, marxista y bolivariano “obispo de los pobres” y referente de la teología de Liberación, tanto las críticas como los aplausos fueron prodigados desde los bandos equivocados.
Desde es extraña llegada al poder, el “obispo de los pobres” lo único que ha hecho fue satisfacer los caprichos que hasta entonces no había podido consumar: amantes sangronas, lujos principescos, viajes suntuarios, banquetes delicados. Ubicar a amigos, amantes de amigos, familiares y chongos en puestos claves de la administración pública donde chorrea el dinero público, ha sido la norma.
Ningún analista político hoy duda que la virtual confirmación del colorado propuesto por el grupo liderado por Horacio Cartes, Javier Díaz Verón, como Fiscal General del Estado, responda a la acuciante necesidad de Lugo y sus secuaces de esconder bajo la alfombra todas las “desprolijidades administrativas” de su gestión que terminaron convirtiéndolos en poderosos representantes de la oligarquía agro-ganadera paraguaya. Con las espaldas cubiertas por el fiscal propio, podrá retirarse a la monástica vida de ganadero propietario de una estancia que perteneciera a uno de los más nefastos referentes de la dictadura de Stroessner, que importaba hasta búfalos en riesgo de extinción mientras la policía política reprimía los reclamos populares, en la década de 1980.
Será sin dudas éste el epílogo del obispo ganadero de las sandalias, quien según todas las encuestas, entregará el poder a un narco a quien cables de Wikileaks relacionan con el mismo Cartel de Sinaloa.
No sin razón advirtió Martín Lutero que la humildad de los hipócritas es el más grande y altanero de los orgullos.
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