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Un Don Francisco trucho en la corte de Fernando Lugo

La fauna presente en la corte del cura Fernando Lugo no deja de sorprender por la diversidad de especies exóticas
Luis Agüero Wagner
viernes, 2 de diciembre de 2011, 07:51 h (CET)

Alexei Tolstoi advertía que aunque todos piensan en cambiar el mundo, nadie piensa en cambiarse a sí mismo, y evidentemente, quienes menos pensaron en hacerlo fueron los cortesanos que escalaron a las luminosas cumbres del poder en Paraguay de la mano del cura Fernando Lugo.

Luego de conocer que este impoluto referente moral, obispo de los pobres y teólogo de la liberación era en realidad padre de varias familias abandonadas, que había nombrado jefe de inteligencia de la Fuerza Aérea a un ex convicto por tráfico de sustancias tóxicas, que había designado jefe de policía a un personaje que había estado metido hasta la coronilla en el narcotráfico, que su ministro de Emergencia Nacional sobrefacturaba panificados por consideración a los pobres, que sus amantes se jactaban a través de Facebook de hacer negocios con él, ya se creía que estaba todo dicho.

No era de esperar otra cosa, por supuesto de un gobierno integrado en su mayoría por usurpadores que se autodenominan “sociedad civil”, eternos vividores de la embajada norteamericana de Asunción, instalados en las llamadas ONG, cuyos miembros se eligen a sí mismos y que, con tan débil respaldo popular, reclaman la totalidad de la representación social y por ende, funciones, derechos y privilegios que corresponden a entidades legítimas.

Sin embargo, lamentablemente, eso no era todo. Faltaba que aparezca el histriónico “don Francisco” trucho, Jorge Escobar, para completar el elenco estable de la corte arzobispal.

Le bastó aportar dinero para los arbolitos de Humberto Rubin, comprar por unas pocas monedas algunos animadores y periodistas, pagar llamativos festejos de goles a futbolistas y dar la cara por la empresa quinielera agraciada por el gobierno arzobispal para convertirse en referente de la era del “cambio”. Eso hasta que un día la empresa y el gobierno decidieron no hacerse cargo de sus excentridades y supuestamente lo echaron a patadas.

Pero al parecer, a este “don Francisco” trucho de la corte luguista no le fué suficiente estafar al estado paraguayo y dejar un tendal de deudas, ya que sigue haciendo de las suyas y demostrando su bien ganado lugar dentro del esquema del gobierno del “cambio”.

Escobar, propietario de Madelaine, una coqueta confitería sobre la emblemática avenida España, instalada en local ajeno, en otro de sus desplantes de capo mafioso del gobierno luguista, ahora planea quedarse con el local alquilado merced a sus influencias con el poder de turno. Ello aunque hoy ya sólo pueda esgrimir para permanecer en predio ajeno un contrato vencido, que fue comprado a otros inquilinos, Augusto José Vera Palumbo y Alejandro Javier Morales.

Tentados probablemente por las delirantes promesas del don Francisco Trucho, alias el inquilino inamovible, éstos le vendieron una S.A. “Tover”.

Así el “don Francisco Trucho” pudo acceder a una vidriera a la altura de su charlatanería, donde pudo vender espejismos y engatusar a políticos, ex modelos vinculadas al submundo de la prostitución y el narcotráfico, figuras de los medios, e incluso fabricar un programa de televisión que como mínimo atentaba contra el buen gusto, con caricaturescas imitaciones al conocido animador Don Francisco. Por si todo fuera poco, logró incluso que le confiaran aparecer como cara visible de la polémica empresa MepShow, la cual se hizo con la codiciada licitación de la quiniela.

Allí puso en evidencia su condición de embaucador de baja estofa estafando a humildes quinieleros, empresarios del rubro automotriz y según dicen, hasta a un ex presidente nada novato en tales lides. Por si todo esto fuera poco, dejó impago el canon que tentó a todos en el momento de la adjudicación.

La inescrupulosidad del personaje no se agotó allí, por supuesto, dado que entre los damnificados de sus andanzas se contó a la misma DIBEN, órgano de beneficiencia social nada más y nada menos que bajo el gobierno de un “obispo de los pobres” y “teólogo de la liberación” que debía beneficiarse de lo recaudado con la concesión de juegos de azar.

La misma presidenta de la CONACZAR, ente del gobierno que regula la concesión de los juegos de azar, debió renunciar para no tener que seguir comprometiéndose en los desmanes que, con evidente complicidad del poder, seguía realizando Escobar.

Pero al parecer, aunque parezca increíble y ya nadie quiera hacerse cargo, este personero de la corte arzobispal sigue teniendo predicamento político como para presionar a jueces y ministros de la corte del politizado y corrupto poder judicial paraguayo, de tal suerte a seguir usufructuando lo ajeno y no devolver en tiempo y forma inmuebles. Probablemente, entre pan dulces, champán y adorables doncellas piensa volver a pasar un año más a la pesca de nuevas víctimas a quienes estafar, dado que haber estafado a todos robando al estado paraguayo no le fue suficiente.

Si algún cambio se ha operado en el Paraguay con estos personajes, evidentemente, ha sido en los signos exteriores de la riqueza de algunos, entre ellos Camilo Soares, Marcial Congo, López Perito y Jorge Escobar.

Ya lo advirtió Eduardo Galeano: Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

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