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Fernando Lugo y el dolor de la Iglesia Católica

El reconocimiento por parte de la Iglesia que Fernando Lugo ocasionó dolor a la Institución debería acompañarse de un sincero mea culpa
Luis Agüero Wagner
lunes, 30 de noviembre de -1, 00:00 h (CET)

La historia de la iglesia católica recoge el episodio del Concilio de Constanza, durante los años 1414 a 1418, cuando unas 700 prostitutas fueron contratadas para atender sexualmente a los obispos que participaban de las deliberaciones teológicas intercaladas con bacanales y orgías, un precedente de los posteriores retiros espirituales que organizaría el cura presidente Fernando Lugo con sus ministros y cortesanos.

Según las crónicas, fue tal el desorden que causaron los obispos durante aquel concilio del siglo XV que reforzaron la exigencia del celibato sacerdotal, que ya se venía debatiendo desde mil años antes, para lograr establecerse de manera definitiva en el Concilio de Trento, iniciado en 1545. El evidente objetivo de la medida era presentar al sacerdote como a un pastor irreprochable, aura que acompañó por mucho tiempo al sacerdote católico y contribuyó a elevar su ascendencia moral.

De manera inesperada, tal medida administrativa de la iglesia que en el fondo impide a los miembros de la institución tener herederos y facilita el acopio de riquezas, se instaló como tema político en el Paraguay del gobierno arzobispal.

Fernando Lugo abandonó la iglesia para introducirse en la corrupta politiquería paraguaya en el 2007. Luego de ganar las elecciones de abril de 2008 en Paraguay, estalló un escándalo mundial cuando varias mujeres aparecieron demandándolo por paternidad irresponsable, saliendo a la luz su deshonroso pasado libertino.
Según el nuevo arzobispo de Asunción (coadjutor) monseñor Edmundo Valenzuelala Iglesia ha sufrido y llorado por Fernando Lugo. En una entrevista del periodista Hugo Ruiz Olazar se preguntó: “¿Valió la pena dejar el episcopado?”.

Aunque no se hable del tema, estos hechos dañaron seriamente la imagen de la iglesia católica en Paraguay. Como lo expresa la analista Norma Alicia Pimienta: “Un hijo fuera del matrimonio, que además es hijo de un sacerdote, sufre doble discriminación, pues el acto de concebir reta al sacramento y a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Y en este caso, sucede que el transgresor es uno de sus mismos soldados; uno de los representantes del poder de Dios en la Tierra, según el mismo discurso eclesiástico”.

Y sucede que la discriminación la sufre el hijo, no el sacerdote progenitor, quien transgrede sus mismos acuerdos. De igual manera la madre de este niño, «arrastrada por el pecado», también sufrirá las consecuencias de su debilidad.

Es el niño quien será visto con morbo al asistir a la escuela y entre sus compañeros de grupo, mientras su padre oculto va a dar misa –ahora sí muy quitado de la pena- y todos lo van a seguir respetando. ¿Quién se va a atrever a exigirle que se haga el estudio de sangre para corroborar la paternidad? ¿Sería una ofensa a Dios?

El hijo del Cura

El Hijo del Cura es una comedia española de principios de la década de 1980, cuyo libreto intentaron adaptar los incondicionales de Lugo para exculpar a su amo con argumentos de bien lograda ridiculez. Es la historia de la joven Matilde, que se embaraza de un miembro de una familia enemiga a la suya, y no tiene mejor idea que anunciar que su niño es del sacerdote del pueblo. Según el luguismo, el Paraguay está lleno de mitómanas como Matilde que no tuvieron mejor idea que endilgar a Lugo, santo varón, de la paternidad de sus hijos.

A pesar de sus desplantes de rectora de la moral del mundo, es conocida la doble moral de la iglesia católica cuando se trata de juzgar a sus propios miembros. El tema es tan conocido que intelectuales británicos incluso tramitaron la detención del actual Papa Benedicto XVI por sus antecedentes de haber encubierto a sacerdotes depravados en sus tiempos de obispo de Munich, en la década de 1970.

Un ejemplo más cercano es el caso del padre Mario Solano, párroco de la iglesia Jesús de Nazareth, en Soledad (Atlántico), quien no fue amonestado por el Arzobispo de Barranquilla cuando reconoció ante la justicia de la Iglesia que tenía un hijo de 7 años.

Según publicó en su momento la prensa colombiana, Solano conoció a la mamá de su hijo, Lorena Escorcia, en 1998, cuando ella iba con su novio, un abogado, a la parroquia San Rafael, en el norte de Barranquilla. Incluso, ofició el matrimonio de la pareja y los atendió espiritualmente cuando tuvieron los primeros problemas de casados. La pareja se terminó separando al poco tiempo y fue el padre Solano quien le ayudó a superar la difícil situación. La mujer quedó embarazada del religioso. Sin embargo, al no aceptar su paternidad ni las mensualidades exigidas por ley, el ex esposo de la mujer lo demandó ante el Tribunal Eclesiástico de Barranquilla.

En el proceso, que duró varios meses, el juez escuchó los testimonios de Solano, el de Escorcia, quien demostró que él era el papá por el Registro Civil; a los feligreses de la parroquia y amigos sacerdotes. La información la conoció el Arzobispo y él, a su discreción, decidió absolverlo. "Se falló así por su arrepentimiento, por reconocer al niño, por comprometerse a pagar las mensualidades y a separarse completamente de la mamá de su hijo", dijo el juez que llevó el caso, el padre Óscar Eduardo Arango.

Lo cierto y concreto es que la iglesia no sanciona a los sacerdotes si no tiene relación estable con la mujer a la que embarazan, fomentando aún más el relajo de sus propios preceptos.

En el caso del cura Fernando Lugo el tema se agrava aún más, dado que en algunos casos como Hortensia Morán, se llegaron a fraguar falsas muestras de ADN que hoy son investigadas por la justicia.

Evidentemente, a pesar del declamado “dolor” de la iglesia, lo cierto es que con su actitud complaciente la iglesia ha demostrado que apenas si considera a la sociedad un teatro, y a los ciudadanos simples espectadores de su arcaica y desfasada puesta en escena.

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