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Escarapela tricolor de soja por los invasores brasileños

En el bicentenario de la Independencia Nacional, la oligarquía y medios hegemónicos del Paraguay rinden su homenaje con una escarapela de soja por el Brasil
Luis Agüero Wagner
jueves, 26 de enero de 2012, 08:08 h (CET)
En estos días el campo paraguayo se ha visto convulsionado por desesperadas invasiones de campesinos paraguayos a tierras ilegalmente ocupadas por invasores brasileños en el este de Paraguay. Curiosamente, los medios hegemónicos y la oligarquía que apuntaló al cura Fernando Lugo, se ha quejado de estos hechos como si nunca lo hubieran promocionado como salvador de la patria o como si no supieran sus tendencias que publicitaban a viva voz.

Muchos brasileños, que compraron tierras destinadas a la reforma agraria a los corruptos gobiernos paraguayos, se dedican en la franja limítrofe entre Paraguay y Brasil al contaminante cultivo de soja transgénica, y amenazaron al gobierno con un juicio político para el cual no les falta recursos ni reclutas entre parlamentarios venales.

Estos filántropos solo piden, como es sabido, que les dejen “producir riqueza para el país y para las arcas estatales” en la forma altruista en la que lo han venido haciendo, es decir, concentrando tierras, expulsando de sus parcelas a familias campesinas que deben migrar al exterior en busca del sustento y enviando una buena cantidad de intoxicados a los hospitales o al cementerio.

Ya en 1912 el traficante de granos Leopold Louis Dreyfus afirmaba que su objetivo era “satisfacer una gran necesidad económica y humana” y no simplemente ganar dinero y hacer crecer a su corporación. Eufemismos parecidos hoy utilizan quienes buscan justificar los principios destructivos del sistema neoliberal; en el que el mercado subordina a los derechos humanos, a la justicia, la democracia, y a la sustentabilidad medioambiental.

La soja transgénica, hermana consanguínea del terremoto, coetánea del volcán y el torbellino, una gigantesca fuerza que da forma al mundo, oleada colosal, se infla y avanza sobre el Paraguay. Como una ola de marea, sube y sube. Ya lo dijo Lenin, el cereal es la divisa de las divisas, y la teología neoliberal que en Paraguay ha sentado sus reales a través de la prensa hegemónica que maneja al gobierno luguista, nos ha despojado de voz para opinar a quienes no tenemos un dólar invertido en el negocio.

El País de la Soja


El boom de la soja coincidió en Paraguay con la masiva venta de tierras que los jerarcas de la dictadura de Stroessner hicieron en Brasil hace ya varias décadas, rematando a extranjeros grandes extensiones de territorio cultivable paraguayo que deberían haberse destinado a la reforma agraria y a proveer de tierra a los campesinos desheredados. Vastas áreas quedaron así en manos de propietarios ausentes por ínfimas partes de su valor, hasta que se decidieron a convertirlos en sojales transgénicos.

El "milagro de la soja" es un subproducto del insaciable apetito norteamericano por más carne y aves de corral, dado que hasta la década de 1920 se desconocía en Estados Unidos. Los ganaderos descubrieron que el poroto amarillento de la soja era una especie de fuente inagotable de proteínas, que duplicaba a la carne, triplicaba a los huevos y superaba once veces a la leche.

Dios había bendecido a Norteamérica, dado que tenía las tierras fértiles propicias y la longitud del día ideal para cultivar soja. Mezclada con maíz en la dietas de vacas, cerdos y aves, la soja molida aceleraba el engorde de animales de forma milagrosa.

La solución al excedente de producción de la agricultura norteamericana, eterno dilema, consistió en que el resto del mundo comiera como lo hacen los estadounidenses, convertir a los millones de asiáticos comedores de arroz en consumidores de trigo era la solución perfecta para los alimentos sobrantes en Estados Unidos. Para exportar la dieta estadounidense, la buena alimentación resultaba siempre la excusa perfecta.

El único trigo que había alimentado siempre a los japoneses era el contenido en los fideos, pero a partir de 1946 el general Douglas MacArthur ordenó convertirlo en panificados para alimentar a escolares y civiles. Los pollos se exportaron a Alemania con tanto éxito que los alemanes se volvieron adictos a los pollos, y pronto comenzaron a desarrollar su propia industria de pollos barrilleros. A comienzos de la década de 1960 el cambio dietético teutón derivó en la "guerra de las gallinas", dado que Estados Unidos protestó por el proteccionismo alemán para su industria de pollos. Los norteamericanos perdieron la batalla pero ganaron la guerra, dado que su maíz se utilizó desde entonces para alimentar a los pollos alemanes.

En Taiwán, el presidente Chiang Kai Shek prestó su colaboración a los estadounidenses ordenando a sus propagandistas que anunciaran a través de la publicidad oficial que comer trigo era patriótico. Un admirador sudamericano de Chiang que hasta confirió su nombre a importantes avenidas, el dictador neo nazi Alfredo Stroessner, incluso permitió a los norteamericanos rediseñar las universidades paraguayas de tal suerte a que enseñaran lo que le viniera en gana al imperio.

Poco tardaron los "expertos" asignados a la tarea en convertir a ingenieros agrónomos y a profesionales médicos paraguayos en agentes de venta de Monsanto, Cargill, Continental o los grandes laboratorios de la industria farmacéutica.

Una historia conocida


El imperio británico fue quien instrumentó a los gobiernos de Buenos Aires y Rio de Janeiro para devastar al Paraguay en la segunda mitad del siglo XIX, de acuerdo a las mismas confesiones del general en Jefe de la Triple Alianza Bartolomé Mitre. En las primeras décadas del siglo XX Brasil (área de experimentos industriales para el Pentágono) desplazó los intereses anglo-argentinos en beneficio de los norteamericanos, a los cuales siempre resultaron funcionales Paraguay y Uruguay (creación de Lord Ponsoby y la diplomacia británica) en su calidad de estados tapones. La historia hoy es diferente, gracias al Mercosur, pero la oligarquía busca volver a dejar las manos libres a Estados Unidos para disponer un “Hondurazo” en Paraguay cuando se le antoje, y convertir en un nuevo Manuel Zelaya a cualquier presidente paraguayo sin intervención de Argentina y Brasil. De allí el desesperado tiroteo contra el “Ushuaia II”.

Los cronistas del Tercer Reich nos recuerdan que al instalarse Hitler en el poder, fue extraído de los polvorientos archivos el mapa del ideólogo pangermanista Otto Richard Tannenberg, a quien durante la primera guerra mundial el político y escritor André Chéradame había denunciado.

Sobre la base de ese documento, Berlín elaboró durante la Segunda Guerra Mundial unas cuantas variantes para la conquista de América Latina. En una de ellas, denominada 'Alemania Antártica', se planeaba crear un protectorado títere, que incluyera territorios de Brasil (Santa Catarina, Río Grande do Sul, Paraná, Mato Groso), de Argentina (Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires), de Paraguay y la parte oriental de Bolivia.

Un territorio parecido hoy abarca el "Soya Land" que el imperio norteamericano y Monsanto han trazado como destino ineludible para el Cono Sur. Con un enfoque benévolo a los intereses de la embajada norteamericana y excesivamente reduccionista, la prensa paraguaya intentó convencer a la población de que su espíritu nacionalista debe concentrarse en temas como las represas hidroeléctricas que comparte con Argentina y Brasil, aunque en realidad éstos países sólo hayan sido en los últimos doscientos años los gerentes en la región del imperio de turno.

Hoy los paraguayos deben lucir, de acuerdo a la lógica de estos personeros del atraso y la reacción, en el pecho una escarapela de soja como homenaje a la invasión brasileña del este del Paraguay.

Es cierto que las averiadas utopías hoy en día no tienen mucho de qué envanecerse a estas alturas de los acontecimientos, pero el neoliberalismo que hoy amenaza regresar con las botas puestas al Paraguay, en lugar de crear el edén de libertad prometido lo único que ha hecho es aumentar los muros levantados por el miedo.

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