Aunque los seguidores del cura Fernando Lugo se rasgaron las vestiduras ante las declaraciones machistas del terrateniente sojero Tranquilo Favero, es ampliamente conocido en la sociedad paraguaya que el cura Fernando Lugo regó el Paraguay de hijos no reconocidos, entre ellos una hija que acabó siendo pareja de un líder guerrillero que ahora se enfrenta a su gobierno.
Precisamente a ella se refirió la líder guerrillera Carmen Villalba, en declaraciones a la prensa, cuando afirmó que a través de ella se inició el vínculo entre Lugo y Juan Arrom, hoy refugiado en Brasil, líder del partido político Patria Libre. Fue precisamente a través de este partido que Lugo apareció en la escena política.
Carmen también puntualizó lo que ya es un secreto a voces en el mundillo de la izquierda paraguaya: que el cura Fernando Lugo es un simple oportunista que nunca perteneció a la izquierda, aunque quiera aparentarlo.
En uno de sus últimos comunicados, el yerno Arrom no dudaba en acusar a su ex suegro Fernando Lugo como inmoral, hipócrita, inepto y vendepatria, y a los funcionarios del gobierno luguista como Filizzola y Héctor Lacognata como una “banda de fascistas”.
La abogada del líder del EPP, Daisy Irala, denunció en su cuenta de Facebook al gobierno de Lugo como cipayo, en tanto el médico forense Pedro Flores lo acusa de asesino, y de haber ejecutado extra judicialmente a sus propios aliados políticos.
Resulta curioso que luego de hacerse públicas estas manifestaciones desde sectores de izquierda, los medios retardatarios de Paraguay insistan con el supuesto “izquierdismo” y “marxismo bolivariano” del cura Fernando Lugo. Evidentemente, los principales interesados en presentar al cura como izquierdista, están en los sectores más retardatarios y derechistas de la sociedad.
Si Lugo fuera de Izquierda
La verdad es que si Lugo fuera de Izquierda, no hubiera llegado al poder de la mano de los medios hegemonicos, como ABC, un diario ultraderechista vinculado a la SIP y la secta Moon, como el que dirige Aldo Zucolillo. Tampoco hubiera recibido respaldo de una radio vinculada al National Endowment for Democracy, como Radio Ñanduti, ni hubiera nombrado ministra a su propietaria para que se sume desde el mismo gabinete arzobispal a la campaña antisandinista del 2008.
Si Fernando Lugo hubiera sido de izquierda, no se hubiera apoyado en partidos que usan a las ONG que reciben fondos de USAID como mampara, entre ellas Gestion Local (Tekojoja) o Casa de la Juventud (Pmas). Tampoco hubieran copado su gabinete social estos personajes conocidos como malversadores de donaciones a sus respectivas organizaciones.
Si Fernando Lugo hubiera sido de izquierda, no hubiera recibido un respaldo tan evidente como el que recibió de James Cason, durante su campaña electoral. Tampoco hubiera enviado a su ministro Filizzola a pedir asistencia a la Colombia de Alvaro Uribe, ni hubiera posado para una de las últimas fotos en la Casa Blanca, con George W. Bush.
Si Fernando Lugo hubiera sido de izquierda, no hubiera convertido a la reforma agraria en un negocio para sobrefacturar tierras, ni a las declaraciones del estado de emergencia en fuente de fondos para proselitismo. Tampoco hubiera ordenado “quemar archivos” ordenando la ejecución extrajudicial de sus ex aliados del EPP.
Si Fernando Lugo hubiera sido de izquierda, no hubiera retrasado por un quinquenio el ingreso de Venezuela al Mercosur, ni le hubieran hecho el vacío tantas veces Dilma Rousseff o Cristina Fernández. Tampoco nos hubiéramos enterados a través de Wikileaks que su ministro del interior solicitaba equipos de espionaje para vigilar opositores en la embajada norteamericana.
Si Fernando Lugo hubiera sido de izquierda no sería uno de sus principales ministros Dionisio Borda, conocido por sus estrechos lazos con el Fondo Monetario Internacional y por haber implementado impuestazos anti-populares durante los gobiernos anteriores en los cuales ya participó activamente desde la misma función que hoy ocupa.
Si Fernando Lugo hubiera sido de izquierda, no hubiera recurrido a Conrado Pappalardo como guía para sus giras turísticas, ni hubiera adjudicado la quiniela a testaferros de personajes que llevaban décadas mamando de los negocios del estado, desde tiempos de la dictadura de Stroessner. Tampoco hubiera expulsado de su gabinete a ministros como Luis Bareiro Spaini o Ahmed Franco.
Si Fernando Lugo hubiera sido de izquierdas, no estaría permanentemente intentando la supresión de los partidos políticos –incluidos los de izquierda- y su reemplazo por grupos oportunistas provenientes de las ONG derechistas, vinculadas pecuniariamente a la embajada norteamericana. Tampoco hubiera tolerado las políticas injerencistas de Liliana Ayalde, el Plan Umbral o el Plan Colombia.
Todos estas realidades objetivas nos demuestran que Lugo apenas fue un producto mediático para intentar subirse a una moda, la moda de lo que se ha llamado con escepticismo la “marea rosa” latinoamericana. Pero ya lo advirtió el escritor francés Jean Lofficier, la moda es un paradójico fenómeno social: su éxito anuncia ya su caída; su consagración, sus funerales.
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