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Anomalías cósmicas | |||
Hay anomalías que a ciertos poderes pueden interesarlos ocultar, pero hay otras que están a la vista de todos… y no parecen querer tener explicación para ellas | |||
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Que hay por nuestro espacio inmediato algo lo bastante serio o peligroso para la especie que los poderes se esmeran en ocultar desde los años 80, es algo que a quien está lo suficientemente informado no le suena a nuevo, entre otras cuestiones por los efectos que tendría sobre las propias sociedades. Si usted, lector, supiera con certeza absoluta que hay un cuerpo cósmico inmediato que amenaza seriamente la continuidad de la vida tal y como la conocemos sobre la Tierra, seguramente no haría frente a sus pagos -¿para qué?-, de la misma forma si es usted empresario desistiría de mantener funcionando su empresa, o al igual que nadie esperaría una decisión judicial para que se le resolviera el asunto que tiene pendiente, sino que ya vería cómo arregla cuentas quien las tuviera pendientes con otro: el sistema, si se hicieran públicas ciertas informaciones sensibles, que ya circulan por muy restringidos circuitos ajenos al poder establecido, se derrumbaría estrepitosamente en nada más que unas horas, y la convivencia o el orden social sucumbirían para siempre. Esto es un hecho, y no hay que ser especialmente listo para comprenderlo. Si hubiera una amenaza real semejante, no dude ni por un momento que el poder está obligado a esconderlo hasta el último momento. Es en cierta lógico, pues, que cierta información sea filtrada, y, en muchos casos, se aplique sobre ella la ley de Secretos Oficiales, por más que los hechos que sisa a los ciudadanos sean incontestables y que las amenazas estén ahí, ganado horas para desatar el infierno. Sin embargo, cuando no es posible conocer por medios directos una enfermedad, se puede colegir la misma por los síntomas que presenta, y precisamente esto es lo que está sucediendo en estos días, por más que la falta de datos verificables posibiliten que algunos iluminados desarrollen todo tipo de fantasías más o menos creíbles, o que se desate cierta conpiranoia que empuje a ciertos grupos de humanos lo mismo hacia la mística que hacia el delirio escatológico. Es, en cualquier caso, la falta de información, y no la ausencia de síntomas, lo que produce estos inconvenientes. Adempero, los síntomas están ahí: las ciudades subterráneas construidas o en construcción para albergar durante años a cientos de miles de personas asaetan el mundo… desarrollado, a un costo tan inimaginable que la posibilidad de que esta crisis y estas guerras regionales no sean sino fuentes de provisión de fondos no sea una idea disparatada; la construcción de cúpulas del fin del mundo, almacenando semillas de todas las especies vegetales y genomas de todas las especies animales; los planes y ejercicios masivos de la población en preparación ante eventos catastróficos de alcance regional, si es que no planetario; la constitución de gobiernos de emergencia y de unidades especializadas de los ejércitos para el tratamiento de situaciones extremas; las supuestas filtraciones de amenazas cósmicas, provenientes de personajes que, ya sin tapujos, han trabajado o trabajan para servicios secretos o agencias astronáuticas, y aún la información abierta en ciertos países que no son de la órbita occidental (Rusia, China, India, etc.); e incluso la decisión de la NASA y la ESA no sólo de filtrar previamente los datos que obtienen los radioteslescopios de todo el mundo bajo su influencia, sino también de controlar y otorgar permisos a todos los observatorios de qué o quién puede observar; todo ellos sumado a que hay zonas del planeta que son restringidas por las potencias para la observación cósmica (la Antártida, por ejemplo, bajo la autoridad del Ejército de los EEUU), han desatado desde los años 80, en que la Iglesia descubrió con su sonda Siloé la existencia y aproximación a la Tierra de Nibiru y luego confirmado en el 83 por la sonda IRAS de la NASA, toda una controversia conspiranoica que, añadida a las profecías mayas y otras anticipaciones proféticas sobre el 2012, están creando algo parecido a una histeria colectiva de tal magnitud que a veces es imposible discernir qué es real de qué un fatalismo juciofinalista que está siendo un caldo de cultivo que pintiparado para que se desarrollen toda suerte de vivos, vivales, paranoicos, visionarios y todo un elenco de aprovechados que están utilizando todo esto para tener sus cinco minutos de gloria y sacar alguna tajada económica. Sin embargo esto, tantas veces desmentido por las desacreditadas autoridades de la NASA (pocas agencias han mentido y mienten más que este monopolio occidental de información cósmica, por otra parte militar), se ve corroborado por algo que nadie puede ocultar y de lo que, no obstante, nadie informa, ya sea desde esa agencia, desde la ESA o por parte cualquiera de los cientos de observadores del cielo que hay en cualquier ciudad. Me estoy refiriendo a la Luna. Todos, sin excepción, han podido ver estos días en el hemisferio norte, y particularmente en España, que el cuarto creciente, además de adelantado a la fecha prevista, tenía forma de “U”, cuestión que sólo sucedería si España estuviera en el ecuador y no a 42º promedio de latitud. Por otra parte, sabemos que la Luna (al igual que la Tierra), tiene tres movimientos básicos, traslación, rotación y libración, siendo que éste último, la inclinación o bamboleo aparente de la Luna, es aproximadamente de entre 5 y 7º de arco, cosa que al mismo tiempo que hemos podido ver todos que su ubicación era anormal debido a la luz que reflejaba del sol, ha sido (es, porque todavía puede ser observado a simple vista u ojo desnudo) coherente con su inclinación o libración aparente, pudiéndose afirmar que está tumbada a la izquierda unos 42º sobre su posición natural. Esto, por sí mismo, implica que sería la Tierra la que ha modificado su eje de giro, tumbándose 42º hacia el Sur. Un hecho por sí mismo de una importancia tal que habría requerido (y requiere) una explicación urgente de las autoridades (especialmente de las astronómicas) que no se ha verificado, cual si nadie hubiera visto nada o lo que se ve fuera completamente normal. Y no lo es, claro. Nada hay de normal en esto, ni es una cuestión baladí que los planetas o los satélites, siempre impertérritos, modifiquen su conducta de este modo. Los planetas no se tumban 42º porque sí, sino por influencias de otros cuerpos estelares presentes que están interactuando con el campo electromagnético solar y terrestre, que son los que, si no hubiera esas fuerzas ajenas, mantienen a la Tierra en su posición natural. Algo, por otra parte, coincidente con un periodo en el que en ciertos países se están dando fenómenos atmosféricos propios del verano (calor, coincidente con una posición ecuatorial), los cuales se encuentran a una aproximada latitud como la de España, como los tornados que asolan estos días el medio-este norteamericano, como los atípicos remolinos que están apareciendo en el Atlántico o la actividad sísmica exacerbada de los últimos días y aún la atípica sobreexcitación coronal que está experimentando nuestra estrella. Indicios que bien pudieran ser síntomas de una enfermedad cuyo nombre y consecuencias nos están escamoteando las autoridades políticas y astronómicas, pero de los que no se infiere nada precisamente bueno, sino más bien todo lo contrario. Síntomas que coinciden en el tiempo con la cada vez más abrumante aparición en todos los mass-media, incluidos los televisivos de países del Lejano Oriente o de Rusia, de filmaciones de dos soles (también en España han sido visto pocos minutos después del amanecer y pocos minutos antes del ocaso), los cuales nada tienen que ver con montajes o con reflejos. La hipótesis Nibiru, lejos de ser un disparate propio de algunos individuos con sus capacidades intelectivas alteradas, tal y como sugería el sistema oficial, está convirtiéndose en una evidencia de consecuencias imprevisibles..., o más que previsibles. Hace algunos meses, cuando la fiebre del cometa Elenin había desquiciado a medio mundo, dije en esta misma columna que aquel evento había sido usado por el sistema para desacreditar otro fenómeno que vendría después, y que ahora pueda ser que estemos comenzando a percibir, ya sin posibilidad de engaño por parte de las autoridades porque será visible por todo el mundo desde cualquier lugar de la Tierra en muy poco tiempo. Que el sistema quisiera agotar la resistencia de la ciudadanía a los “fines del mundo” para que ahora no tenga crédito alguno quien dé aviso de cuanto está sucediendo en nuestro entorno, no pretende sino mantener el orden social hasta el último momento y evitar que el sistema mismo colapse y se desate un caos de tal magnitud que lo que no consiguiera un fenómenos astronómico esta magnitud lo lograra la propia conducta instintiva humana. Algunos creemos, sin embargo, que, aún en el peor de los escenarios, de nada vale esconderse o huir porque no hay dónde o adónde, y tal vez sea peor el remedio que la enfermedad, y que, en cualquier caso, mejor es esperar al destino a pie firme que conducirnos como animales irracionales: lo que tenga que suceder, que suceda, de algo hay que morir. Sin embargo, no creo que sea para tanto. Lo que sí creo, y me indigna soberanamente, es que veamos lo que estamos viendo y que nadie diga nada, que las autoridades nos tomen por idiotas y no expliquen con todo detalle cuanto saben, facultando con ello que iluminados, locos, vivales o escatólogos hagan su agosto particular con el pánico de las ciudadanos. Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos) |
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