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Un pedazo de novela

"Cárceles imaginarias" de Luis Leante
Herme Cerezo
miércoles, 28 de marzo de 2012, 15:14 h (CET)



”Cárceles imaginarias" de Luis Leante

Alfaguara, 2012.

Tapa blanda
355 páginas
18,50 euros

Parece que 2012, literariamente hablando, promete e intenta ser más rico que su predecesor 2011. Los bisiestos tienen esas cosas: son diferentes a los demás años. Diferentes en todo, hasta en la crisis, que es tan dura que conseguirá que los españoles de a pie nos montemos realidades paralelas, ora a través del cine, ora a través de la literatura o el cómic, para sobrellevar y olvidar el ambiente viciado y ¿vicioso? en que nos movemos.

Luis Leante ha publicado recientemente una nueva novela, su última entrega por ahora, que lleva por título ‘Cárceles imaginarias’. La cosa va de dos historias que caminan paralelas hasta que, al final, se olvidan de lo que son, es decir, paralelas, y se cruzan. La primera nos habla del movimiento anarquista en la ciudad de Barcelona allá por los finales del siglo XIX y los principios del XX. Un momento cumbre: el atentado que sacudió la procesión del Corpus barcelonés en el año 1896, tiñéndola de sangre y horror. La bomba que arrojó una mano todavía desconocida, ya que el caso no fue resuelto, estalló tarde y las personas a las que iba dirigida, las máximas autoridades civiles, militares y eclesiásticas, no sufrieron percance alguno. Cosa que no ocurrió entre el público asistente, donde hubo 12 muertos y más de 60 heridos. La consiguiente represión policial desencadenada fue considerable y despiadada. Más de 400 detenidos, muchos torturados y 5 fusilados en las cárceles de Montjuich. La persona a quien se intentó atribuir el atentado, Ezequiel Deulofeu, escapó de incógnito de la ciudad condal y se embarcó camino de Manila, donde vivió un tiempo, hasta que se trasladó a Valparaíso, lugar en el que edificó el tramo más trascendente de su existencia y que da pie a la novela.

La otra historia, la segunda, nos habla de un historiador venido a menos, Matías Ferré, que trabaja como bedel en el Archivo Histórico de Barcelona. Tras convivir varios años con Victoria, ella muere en un accidente de automóvil, dejándolo sumido en estado de honda postración. Tiempo después de aquella muerte, Ferré decidirá retomar las investigaciones que Victoria, historiadora en activo, venía desarrollando para intentar esclarecer lo ocurrido en el Corpus de 1896, centrándose especialmente en la figura de Deulofeu.


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Como ya he escrito antes, ambas historias caminan paralelas y como buenas paralelas seguirán ignorándose a lo largo de la novela hasta que al final intersecten en un momento que esclarecerá muchas cosas. Desde el punto de vista de la construcción literaria, las dos narraciones se distinguen claramente y no sólo por el tiempo en el que se desarrollan, sino también por la forma en que Luis Leante las cuenta. La de Ferré habla en primera persona y en el más puro estilo tradicional, con diálogos precedidos de los guiones al uso. La de Deulofeu, por su parte, provista de voz omnisciente, tercera persona, sin embargo, aporta la peculiaridad de que texto y diálogo no se distinguen más que por los signos de puntuación (punto y seguido) y por el propio sentido del contexto. Si a ello le unimos una parquedad, que es de agradecer, en el uso breve de adjetivos por parte del escritor murciano, tenemos ante nosotros una novela que se deja leer con enorme facilidad. Y si en algún momento parece que la lectura no avanza, no es demérito del autor. Todo lo contrario. Lo que ocurre es que estamos ante una obra muy trabajada, aunque no densa, en la que en todas y cada una de sus páginas ocurren muchas cosas. Muchas.

La historia de Ferré, además, encierra un juego metaliterario: el del propio proceso constructivo de la novela. Leante consigue explicarnos, con las licencias que ha estimado preciso incorporar, cómo ha construido el texto, qué pasos ha dado, ficticios y no ficticios, para erigir estas ‘Carceles imaginarias’. Desde este punto de vista, ambas historias se retroalimentan mutuamente.

Con todo estos aditamentos, que no son pocos, aún hay algo más que no se puede dejar escapar. ´Carceles imaginarias’ es una novela en el sentido más canónico del término que se pueda uno imaginar. Por su argumento, perfectamente podría haber sido publicada en el siglo XIX, sin caer en los voluminosos tochos que se gastaban entonces. Sin embargo, el contraste, positivo contraste desde luego, se ofrece al tropezarse el lector con una historia antigua escrita con lenguaje de la época (apellidos, ambientación y vocabulario están bien seleccionados), pero con un ritmo moderno, que facilita enormemente la lectura.

Y sólo una cosa más: ‘Cárceles imaginarias’ probablemente da para un folletín de los de órdago o para una historia, tipo saga, en más de un volumen. La virtud de Luis Leante, entre otras muchas, ha consistido en ser capaz de organizar una narración voluminosa y atractiva, en apenas trescientas cincuenta páginas. Para qué más, ¿no?Herme Cerezo

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