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La nueva y única ideología

Jesús Martínez
Lectores
lunes, 16 de abril de 2012, 10:16 h (CET)
Casi siempre, al acabar mis conversaciones con amigos y compañeros tengo la impresión de que estamos de acuerdo en una cosa, en que ya no hay ideologías, excepto la de género. Uno diría que se ha acabado la autopista de la abundancia, con muchos carriles para distintos cielos, y lo que se abre es una senda estrecha, donde ya no hay izquierda ni derecha. Sin embargo, esta ausencia de ideologías en realidad refleja la presencia de una única doctrina aplastante que está marcando la vida de Occidente. En el fondo, somos fanáticos y, como ocurre con todos los fundamentalistas, no nos damos cuenta de serlo.

Nuestro fanatismo consiste en una defensa exaltada del derecho al egoísmo. En el caso de partidos de derechas, este individualismo feroz posee una dimensión económica: normalmente genera leyes laborales algo caníbales. La izquierda prefiere dedicarse al egoísmo moral, produciendo legislación relacionada con el matrimonio o la reproducción, que se adapte a los diversos caprichos de la ciudadanía. No obstante, al final todos están de acuerdo: se cambian un poco las normativas, cuando surge un nuevo gobierno, pero nuestro inmenso narcisismo sigue su marcha hacia el suicidio colectivo  occidental.

Esta ideología empezó a asentarse allá por los años setenta del siglo pasado. Lo curioso fue su capacidad tentacular para avanzar por la derecha a través del llamado neoliberalismo y por la izquierda, concretándose en un cierto progresismo social. Y llegó un momento de ósmosis en el que los progres era neoliberales y los neoliberales progres: la nueva ideología había triunfado y la caída del muro de Berlín, en 1989, fue la fecha simbólica de la entronización de esta nueva mentalidad que desgraciadamente puede acabar con la verdadera democracia y con la estructura y cultura occidentales, pues ya se ha perdido el sentido de la trascendencia. Por tanto ¿si todo se acaba aquí?

 

 


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El acceso a una vivienda digna es uno de los temas que más preocupa a nuestra sociedad. Relacionado con este asunto surge el problema de la ocupación ilegal de bienes inmuebles, algo que inquieta a gran parte de la población. Muchos ciudadanos se sienten desamparados e indefensos, especialmente los implicados en sucesos de ocupación, al percibir una falta de sensibilidad por parte de las autoridades y creer que hay impunidad ante la comisión de un delito.

Aclaremos el panorama. Si el presidente de la única superpotencia realmente existente lanza su ofensiva mundial de aranceles clamando -como si fuera un muy debilitado llorica- “nos han engañado durante más de 50 años, (…) América empezará a ser rica de nuevo”, desvela dos realidades. Una, que la hegemonía estadounidense realmente camina hacia su ocaso mundial. Y dos, que su burguesía monopolista apuesta por golpear a los países y pueblos del mundo.

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