Este miércoles 9 de mayo, la paraguaya Isabel Ibarra, víctima de la dictadura argentina, presentará su libro “Me robaron la vida entera” en la Legislatura de Buenos Aires, a las 19 horas (el ingreso habilitado para el efecto es por Perú 160).
La presentación estará a cargo del diputado Alejandro Bodart (MST en P. Sur), y en la obra la paraguaya de 77 años recuerda los horrores pasados en las diferentes cárceles que le tocó sufrir, entre ellas la penitenciaría de Devoto. Por la ley número 10840 le fue abierta una causa por tenencia de literatura subversiva (El Principito, Los pies sobre el agua e Hijo de Hombre de Augusto Roa Bastos).
La paraguaya recuerda haber estado mucho tiempo en un centro de detención clandestina de Bánfield, y en una oportunidad presentó a través de un abogado un pedido de hábeas corpus. El pedido fue denegado, e Isabel acusa de esa injusticia al afamado y respetado jurista argentino Eugenio Raul Zaffaroni.
Isabel sigue reclamando resarcimientos por esa grave falta de quien es hoy una importante figura del poder judicial en Argentina.
El caso del juez recto
Esta mancha en el pasado de Zaffaroni recuerda pasajes de una célebre novela política norteamericana.
Se trata de la famosa novela “All the king’s men” donde el laureado escritor norteamericano y Premio Pulitzer, Robert Penn Warren, describe las maniobras del gobernador sureño Willie Stark, quien encarga a un periodista, Jack Burden, encontrar algo deshonroso en el pasado del Juez Irwin, uno de sus antagonistas políticos.
Jack lleva a cabo esta investigación acerca de Irwin con una curiosa disociación de su sensibilidad, convencido, por un lado, de que no puede encontrar ningún delito en lo que él llama “El Caso del Juez Recto”, y, por otro, de que el concepto que tiene Willie de la naturaleza humana puede, en definitiva, ser acertado. “El hombre es concebido en el pecado y nacido en la corrupción y pasa de la fetidez de los pañales a el hedor del sudario. Siempre hay algo” afirma el político, un hombre astuto, trabajador y oportunista.
Luego resulta que Jack Burden encuentra de verdad algo en el olvidado pasado. Porque el recto juez no solamente había aceptado un soborno en una ocasión, sino que se amparaba en la protección del igualmente inmaculado gobernador Stanton. Los tratos sucios habían sido importantes, tanto como las alianzas deshonrosas, para alcanzar el objetivo de convertirse en un “juez recto”.
Todo ello venía a confirmar que el mal podría engendrar del bien, porque como dice el político, es lo único que hay para engendrarlo.
Pero el problema de crear el bien a partir del mal implica una dificultad, que esta novela también explora: ¿Cómo puede hacer uno un nuevo “yo” cuando todo lo que tenemos para hacerlo es nuestro viejo “yo”?
Lo expresa Warren cuando dice en un pasaje que cuando comprendemos el patrón que vivimos, cómo nos estamos definiendo, es demasiado tarde para liberarnos del encasillamiento. Solo podemos vivir de acuerdo a la definición, como el prisionero en una jaula que no le permite estar echado, ni sentado, ni de pie, colgado por la justicia ante los ojos del populacho.
El detalle deshonroso en el pasado de Zaffaroni que revela Isabel Ibarra es un claro ejemplo del bien engendrado a partir del mal, o la verdad a través de la mentira. O una simple mancha en el pasado de un juez recto.
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