Alejandro M. Gallo (León, 1962) es licenciado en Filosofía, Ciencias Políticas y Ciencias de la Educación. Fue oficial del Ejército, jefe de la Policía local de Astorga y de Langreo y, actualmente, es el comisario-jefe de la Policía Local de Gijón, labor por la que fue distinguido en 2010 con la Medalla al Mérito Policial por el Ministerio del Interior.
Su pasión por el estudio de la Memoria Histórica, tanto en lo referente a la revolución rusa como la guerrilla antifranquista española, aparece reflejada en la mayoría de sus novelas: ‘Asesinato de un trotskista’, ‘Una mina llamada infierno’ y ‘Última fosa. Revolución del 34: caso abierto’, ambas protagonizadas por el mismo personaje, el inspector Ramalho da Costa, y adaptadas por el propio escritor con dibujos de Cangialosi y Vicente Cifuentes al formato de novela gráfica.
Sus últimos títulos publicados han sido ‘Caballeros de la muerte’, ‘Operación Exterminio’ y ‘Seis meses con el comisario Gorgonio’.
Entre sus numerosas colaboraciones en suplementos semanales de prensa, ha entrevistado a múltiples escritores nacionales e internacionales de novela negra, entre ellos los celebérrimos James Ellroy y Anne Perry.
Su doble condición de intelectual y policía no ha pasado desapercibido para otros escritores del género policial. Así, Andreu Martín, tomó al propio Gallo como modelo para su personaje del jefe Álex del Toro, protagonista de su novela ‘El blues de la Semana Negra’.
Con su última novela, ‘Asesinato en el Kremlin’, editada por Rey Lear, Alejandro M. Gallo acaba de conquistar el XIV Premio García Pavón de Narrativa. La novela gira en torno al asesinato de Serguéi Kirov, destacado miembro del Partido Comunista y estrecho colaborador de Stalin en el invierno de 1934. Partiendo de este hecho histórico, el escritor leonés fabula para ofrecer un relato de enorme interés, en el que los diálogos ocupan un papel importante para atrapar la atención del lector desde la página uno que comienza diciendo: “Han atentado contra el camarada Kirov”.
Usted es comisario-jefe de la Policía Local de Gijón, ¿conviven bien las armas de tinta y papel con las de metal y balas?
Creo que la fusión de la pluma y la espada es algo muy arraigado en la historia de la literatura española. Ahora no hay plumas, son ordenadores. Tampoco hay espadas, son pistolas. Pero la situación es la misma.
Policía y literato, ¿sus dos oficios son vocacionales?
Por supuesto. Si no existiese esa vocación, que en ocasiones raya lo obsesivo, no se podrían compaginar. Su trabajo debe ocuparle un montón de horas, física y mentalmente, ¿cómo surge la idea de escribir en su vida?
Mi profesión es muy absorbente y necesito una válvula de escape. La literatura es perfecta, se convierte para mí en una catarsis que me permite sumergirme en otro mundo muy distinto, pero al mismo tiempo muy enriquecedor.
En su oficio de policía real, ¿la imaginación que conlleva toda actividad literaria le ayuda o es su trabajo diario en la Jefatura el que alimenta su escritura?
La única ventaja es que para escribir del mundo policial no tengo que documentarme. En realidad son mundos que van en paralelo.
¿Existe mucha similitud entre un proceso investigador real y uno de ficción?
Alejandro Gallo / Foto: Zeki
Casi ninguna. Los escritores, en este campo, van a su rollo sin tocar apenas la realidad. A los policías les ocurre igual y les importa un comino la ficción. De ahí que la novela policial no la lean los policías, no se sienten identificados. Lo mismo les ocurre a los médicos, no conozco ni uno que vea ‘House’ u ‘Hospital Central’. ¿No ha pensado alguna vez entregar la placa y dedicarse exclusivamente a la escritura?
Nunca. Tengo muy claro lo que es mi profesión y lo que es mi válvula de escape. Pese a que ambas sean vocacionales.
Acaba de ganar el Premio García Pavón de novela policiaca, ¿qué supone en su carrera este galardón, dejando de lado el aspecto económico que, evidentemente, siempre viene bien?
El Premio Francisco García Pavón es el decano de la novela negra. Para mí no sólo supuso una alegría, también un estímulo para seguir con mayor interés el rumbo que emprendí hace ocho años escribiendo novela negra. Además, la edición por parte de Rey Lear ha sido todo un lujo. ¿De dónde procede su interés por todo lo relacionado con la Revolución Rusa?
Portada del libro
Desde que cayó en mis manos el libro ‘Diez días que estremecieron al mundo’, de John Reed. Y de eso ya hace más de tres décadas.
¿Cómo se tropieza Vd. con el asesinato de Kirov y todo lo que lo envuelve?
Sobre al asesinato de Kirov ya habían escrito Jorge Semprún, Robert Conquest y Victor Serge. A mí lo que interesaba era el proceso seguido en la investigación. Me sedujo cómo se llega a las conclusiones a partir de los escasos indicios que aparecen en el lugar del crimen: dos charcos de sangre de diferente densidad; un revólver Nagat de siete cartuchos con uno percutido; una navaja ensangrentada y un zurrón con un diario.
Es buena idea incluir en la novela un índice de personajes, con fotografía incluida en algunos casos. En ‘Asesinato en el Kremlin’ mezcla personajes ficticios y reales, ¿cómo se imagina a los ficticios?
La idea de comenzar la novela con un Dramatis personae proviene de que no quería que el lector poco familiarizado con nombres rusos se perdiera por sus páginas. De esta manera, siempre podía regresar al comienzo para situar a cada uno. El protagonista de la obra, el comandante Igor Litonev, es un personaje de ficción. Es cierto que en aquellos momentos, en Leningrado, tenía que haber un comandante de la Milicia. ¿Qué hizo en realidad? Lo desconozco, pero prefiero imaginármelo como lo desarrollo en la novela. La descripción de paisajes y edificios es suficiente, no abruma, ¿le importan más los diálogos y la acción o es que la Rusia comunista era sobria y fría?
En la novela negra hay que dar prioridad a la acción y a los diálogos. Las descripciones han de ser las justas, sea en la Rusia comunista o en Las Vegas capitalista.
Aunque su novela es mucho más que eso, en ‘Asesinato en el Kremlin’ descubrir al asesino de Kirov es importante, ¿tenemos entre manos una novela-problema?
Creo que no, si nos atenemos a la definición de Borges sobre novela enigma, es decir: existe el orden, se comete el asesinato, el orden se transforma en desorden, aparece el detective y resuelve, el desorden retorna en orden. En ‘Asesinato en el Kremlin’ la participación y resolución del investigador no deviene en un regreso al orden primigenio, al contrario, provoca más desorden.
Alejandro Gallo / Foto: Fusión Asturias
¿Hay mucho de Alejandro M. Gallo en Igor Litonev?
Que fuma demasiado y que sigue pensando que la verdad es revolucionaria.
Se dice de la novela negra que es una buena herramienta para analizar la realidad, ¿lo es también para desenmarañar los trapos sucios de la Historia?
Es una buena forma, no la única, de analizar las alcantarillas de la sociedad y de la Historia.
¿Entre la Milicia y la Policía política rusas existía las mismas desavenencias que entre el ejército y las SS alemanas?
Era distinto. La Wehrmacht y las Waffen-SS entran en conflicto en la fase final de la II Guerra Mundial, cuando el III Reich comienza a desmoronarse. La Milicia de Trabajadores y Campesinos fue una conquista de la Revolución Soviética que comenzó a estorbar a Stalin en su ascenso al poder—al contar entre sus filas con viejos bolcheviques que participaron en la revolución y no seguían sus dictados—, por lo que quiso sustituirla por la NKVD, fiel a sus órdenes.
Todos los regímenes políticos tienen cloacas, el soviético también las tuvo, ¿ha llegado la hora de contarlas aunque sea a través de la ficción?
Cuando salió al mercado ‘Sangre Vagabunda’ de James Ellroy, lo entrevisté para varios suplementos culturales del grupo de Prensa Ibérica. Aquella novela significaba la última entrega de su trilogía (con ‘América’ y ‘Seis de los grandes’) sobre los EE. UU de los sesenta. Y eran más de mil quinientas páginas. Le pedí que me resumiera en una frase de qué trataba. «De los malos rollos de una superpotencia», me respondió sereno. A ‘Asesinato en el Kremlin’ le ocurre lo mismo: trata de los malos rollos de otra superpotencia, la URSS. Creo que vivimos un momento histórico en el que no debemos callarnos nada. Ni lo que ocurrió lejos de aquí, ni lo que ocurre mas cerca.
Antes ha dicho que usted fuma mucho, en la novela también. Lucky Strike, además.
Quería mostrar un ambiente de angustia, de tensión, de ansiedad contenida. El clima que genera el humo del tabaco ayuda mucho. La portada, excelente a mi juicio, es obra de Miguel Navia, una clara insinuación del contenido del libro, ¿ha pensado llevarla al cómic como ya hizo con alguna novela suya anterior?
Comprenderá que los proyectos sobre esta novela y los que están encima de mi mesa son muchos. No descarto la posibilidad de convertirla en novela gráfica, pero de momento ha de esperar.
La última que casi siempre es obligada: ¿qué lleva entre manos ahora?
De momento continúo con las aventuras del comisario Gorgonio, que salen todos los domingos en las páginas de ‘El Comercio’ y ‘La Voz de Avilés’. Dentro de unos meses espero que esté en el mercado una extensa novela sobre los republicanos españoles que combatieron a Hitler en todos los frentes.
Expeditivo, lo trabaja. A sus requisitorias no me presto: sí me vendo, 1000 pesos por un rato. Indaga mi culo y obtiene el vencimiento de su interés. Menos cerca del pavo real que del pavote, me pavoneo. Me pavoneo cercado por pavotes y pavos reales. O me falta o está flojo un tornillo. Mi conciencia de que falta o está flojo un tornillo no me falta, y mi empeño en el registro substancioso de que falta o está flojo un tornillo no está flojo.
Es una obra que abarca la existencia humana desde una perspectiva inmediata y cruda, aborda temas como la búsqueda de la identidad y la resistencia en un entorno agitado y alienado. Hablamos del libro Poesía de la urgencia, del poeta y ensayista nicaragüense Junior A. Pérez.
Sara estaba de pie frente al restaurante donde trabajaba, observaba incesantemente y con una miraba furtiva, melancólica pero optimista en todos los sentidos. Sara entró al restaurante y expresó buenos días Lola, ¿qué tal todo? la encargada se encontraba tras la barra ordenando unas copas recién sacadas del lavavajillas, no le escuchó.