“PervertiDos” no se trata tan sólo del morbo de un catálogo de perversiones sexuales. Es encontrase con el placer de la buena literatura de muchos de sus relatos
“PervertiDos” es la segunda entrega de ese catálogo de parafilias ilustradas que la editorial Traspiés publica en su colección Vagamundos después de “Perversiones”. Y en esta segunda parte se repiten forma y esencia, pero las sensaciones, al menos para mí, son distintas. Porque lo que antes era sorpresa es ahora un inevitable deja vù; el escándalo ante la experiencia se vuelve curiosidad. Porque en “Perversiones” funcionaba el morbo de la primera vez que nos encontrábamos con un libro así. Como la primera revista porno de nuestra adolescencia, la primera escena de sexo que leíamos en una novela, la primera vez que espiábamos a nuestra vecina.
La repetición no hace desaparecer el asombro ante ciertas perversiones, el descubrimiento, tal vez la coincidencia, la posibilidad de un nuevo juego desconocido. Pero la mirada es ahora distinta. Aunque no por eso dejaré de poner el libro en la balda más alta de la librería donde no alcancen los ojos y la mano de cualquiera ni se me ocurriría prestárselo a mis hermanas o a mis padres.
Ahora busqué la ironía, la inteligencia, la sonrisa, el estilo, la forma. Busqué por encima de todo la literatura. No busqué lo inmediato, la excitación ni la libido, no busqué en el fondo de mis propias fantasías o frustraciones. Con esto no quiero parecer como alguien que ya lo haya visto y probado todo; creo que es simplemente que me hago viejo, porque si tuviera más de quince y menos de veinte no pensaría lo mismo, “PervertiDos” me produciría un efecto físico inmediato y me fijaría en otras cosas primero, seguramente haría una lista con lo que me excitara o tentara y con lo que no, y la guardaría en la memoria esperando ponerlo algún día en practica. Seguramente fuera un libro que pasara de mano en mano, de risa en risa y de sorpresa en sorpresa. Y es casi seguro que muchos al verlo y leerlo callaran, mintieran o negaran, pero a ninguno dejaría indiferente. Mi sensibilidad no está muerta ni me considero un mojigato que se escandaliza por algo así, es simplemente que ahora el objeto de estudio es el mismo pero lo miro con un microscopio más que con los ojos bien abiertos, que lo disfruto de otra manera.
Porque las perversiones para obtener la excitación, el placer o el estímulo son limitadas e infinitas al mismo tiempo. Limitadas porque aunque siempre hay sitio para la sorpresa y es posible inventar alguna nueva como la formicofilia o el troulesismo, en su mayoría son siempre las mismas: la zoofilia, el vouyerismo, la necrolesis, el pigmalonismo, la pediofilia (dos de mis favoritas) y el exhibicionismo. Y al mismo tiempo son infinitas porque pertenecen a la imaginación y al deseo de cada uno, pero es, sobre todo, la capacidad del escritor que la cuenta la que la hace diferente, atractiva.
Hoy sabemos por internet que cualquier posibilidad es realizable. Puedes buscar cualquiera de esas parafilias y encontrar un lugar de encuentro y ponerla en práctica. Todas, incluso el canibalismo. No hay límites por raras que parezcan. Lo que pasa es que ninguno de estos relatos es real, no son más que fantasías, un juego, un divertimento. Así que vuelvo mi mirada distante, un tanto aséptica, profesional y diletante y busco la emoción en las palabras, en la forma de contar la historia, en su originalidad, en la poesía y la prosa de la buena literatura.
Y así me encuentro entre todos con relatos realmente excelentes: el canibalismo poético de Victoria R. Gil; la cabronada de Alberto Olmos; a Fernando Clemot volviendo al expresidiario Genet un salvaje heterosexual; el voyerismo de María José Codes y Eduardo Moga; el extraordinario relato a la contra de Juan Carlos Márquez; el futurismo y el pasado de Juan Vico; la brillante prosa de Sergi Bellver y Hugo Clemente; el humor de Martín Gardella; el dolor de Pepe Pereza; la sorpresa perversa de David Roas y la enajenación Álex Chico. Y acompañándoles las ilustraciones de Jorge Fornés, Javier Bernardino, Juan Antonio Gallego, Alejandra Acosta, Joaquín López Cruces, Miguel Osuna y FHNavarro.
Ya no es sólo la exhibición y el descaro, hacer público lo privado, materializar el deseo, encontrar una pareja de baile, el desahogo, lo compartido, el placer y el escándalo. Ya no es simplemente todo eso sino la forma, la manera de contarlo y dibujarlo.
“Pervertidos. Catálogo de parafilias ilustradas”.VVAA. 94 páginas. Vagamundos libros ilustrados. Ediciones Traspiés. Granada, 2012.
Quien venga por vez primera, a esta ciudad de embeleso, debe tener su alma abierta sin trabas o impedimentos. Porque Córdoba es ciudad, para verla con empeño, gozando de sus callejas, jardines y monumentos. Para aspirar sus perfumes, y disfrutar del misterio, que proporcionan sus patios con mil flores de ornamento.
Dijo en cierta ocasión Albert Camus que «la tragedia de la vejez no es que seamos viejos, sino que seamos jóvenes. Dentro de este cuerpo envejecido hay un corazón curioso, hambriento, lleno de deseo como en la juventud». Quizá, esta frase del escritor, de origen argelino, sea una estupenda expresión para vislumbrar el enfoque de la novela de Domenico Starnone, El viejo en el mar.