Tarde de mucha emoción en el Aquatics Center de Londres. Imposible imaginar hace unos años que España iba a encontrar el metal por partida doble en una de las vacas sagradas de los Juegos como es la natación. Volvimos a disfrutar con la Mireia que todos conocíamos. Una plata extraordinaria en una carrera tipo para nuestra campeona.
El reto comenzó en quinta posición, y no fue hasta los cuatrocientos que la catalana se puso a tiro del bronce. A partir de ahí recital. Creciendo brazada a brazada, dejó a la esperanza local Rebecca Adlintong (actual récord del mundo en los 800 libres) sin ninguna posibilidad en poco más de una piscina. La quinceañera Ledecky (espera, ¿¿has dicho 15 años??) era una misión inabordable, pero esta segunda medalla es una recompensa magnífica para la que será, sin lugar a dudas, una de nuestras principales protagonistas en Londres. Dos grandísimas sonrisas para un país necesitado de mucho cariño.
También en la piscina olímpica de la capital inglesa, Phelps superó a Phelps y sube hasta veintiuno su estratosférico palmarés. Qué decir sobre el americano. Hoy encaró los últimos 50 metros en penúltima posición, pero cuando uno está predestinado no hay nada que hacer. Fue su última prueba individual, y es un dato que retuerce el espíritu (olímpico) a todos los aficionados del mundo. Mañana será el último día que podrán ver nadar a Michael Phelps en directo en unos Juegos Olímpicos. Léanlo dos veces y grábenlo en la cabeza. En veinte años, seguirán recordándoselo a sus descendientes.
Wimbledon nos traiciona
No apetece dejar la excitación por frustración, pero los protagonistas, aún en la derrota, se lo han ganado. Partidazo explosivo de una pareja que ni siquiera tenía planeada su participación. Feli y Ferru lucharán por el bronce tras caer esta tarde con un demoledor 18-16 en el tercero. De nada sirve recordar las cuatro bolas de partido perdidas, en un final de lotería en el que los franceses Llodra y Tsonga tenían los boletos buenos. Lo dejaron todo y acariciaron la última ronda con los dedos. Ahora toca recuperarse del maratón y convertir el último partido en la fiesta que ambos merecen.
Enormes. ¡A por el bronce! (COE)
La hierba de Wimbledon se está gustando y no deja de ofrecernos batallas interminables. Mención especial para la semifinal entre Roger y Del Potro. El suizo sigue vivo en su intento de conseguir el penúltimo gran título que le falta en su carrera (pena de Davis…). Lo hará frente a Murray, en una finalísima donde habrá mucho que demostrar. Federer quiere quitarse la espina olímpica (individual) y Andy triunfar por fin a lo grande, y en Londres.
Esto comienza a calentarse. Los equipos están dejando atrás las rondas iniciales, y cada partido es ya un lucha de supervivencia. Hoy han ganado las chicas de balonmano y waterpolo, y el equipo masculino de hockey ha conseguido olvidarse de sus lesionados para seguir soñando en un último partido ante Argentina a cara de perro. Grande también Lidia Valentín, cuarta en halterofilia ratificando la supremacía del 'girl power' en Inglaterra.
Este viernes se cumplían los simbólicos diez días hasta la ceremonia de clausura. Todavía más de la mitad de los Juegos para seguir soñando en este micro-mundo de pasión deportiva. Pero me voy con el sentimiento agridulce de siempre. Impresionado con el deporte y decepcionado por la triste situación económica del país. Obviamente, no son incompatibles. Me produce vómito repentino escuchar prima de riesgo, mercados, rescates… Términos artificiales de un sistema artificial. Desde fuera, todo parece aún más surrealista. El deporte ofrece ese descanso mental que se niega a darnos el enjambre podrido de políticos patrios. No adormila al despierto, le da un respiro. Será menos edificante culturalmente, según dicen por ahí, pero es mucho más sano.