Dijo Juan Bautista Alberdi que entre el pasado y el presente la filiación es tan estrecha, que juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparse del presente. De allí que la interpretación de la historia haya jugado siempre un papel privilegiado en todos los andamiajes ideológicos, y en los mitos y la fantasmática popular de naciones como la paraguaya.
Cuando el dictador paraguayo Alfredo Stroessner anexó a la propaganda de su régimen, el culto a José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López, la oposición a la dictadura lo acusó de tergiversar la historia y, influenciada sobre todo por el revisionismo histórico argentino del rosismo peronista, enarboló también la figura del Mariscal López como bandera.
Luego de la destitución del cura papá Fernando Lugo por mal desempeño de sus funciones, dos bandos contrapuestos vuelven a disputarse al héroe paraguayo que enfrentara a la Triple Alianza entre Argentina, Brasil y Uruguay. Luego de una trama de provocaciones e intrigas, un inicuo contubernio acabó en dicha coalición, inspirada y sufragada por el imperialismo inglés, la cual devastó materialmente al Paraguay en 1870.
La calificada como partidocracia corrupta que predomina en el Parlamento paraguayo, se considera heredera de Solano López al enfrentar a los gobiernos del Mercosur y Unasur, que instalaron que en Paraguay predominan unos golpistas corruptos con la finalidad de lograr el ingreso de Venezuela al bloque regional, conculcando el derecho a voto de Paraguay.
En la vereda de enfrente, el EPP también agita las banderas del lopismo como inspiradoras de la lucha armada que lleva adelante.
En una imaginaria carta de López, éste dice a los miembros del EPP: “Grande y santa es la causa que se ha puesto en nuestras manos; grande, porque su defensa vale la defensa de los más altos principios americanos, de la nacionalidad de la raza y del gran porvenir que espera a los países libres que pueblan los hispanoamericanos; santa porque luchamos por hacer respetar el código de las naciones, los preceptos del derecho; porque no queremos consentir que se atente contra nuestra independencia ni se insulte nuestra dignidad. Y cuando un pueblo ha llegado a penetrarse de que la causa que defiende es santa y que de sus resultados depende su aniquilamiento o su grandeza futura, cuando han comprendido que del golpe que le amenaza puede resultar su extinción del mundo social como entidad soberana, entonces no economiza esfuerzo alguno, ni deja de arrostrar el más grande sacrificio que su libertad le exige”.
Según los miembros del EPP, el Paraguay se ve en este caso y sus hijos han corrido presurosos a los puestos avanzados a rechazar el temerario ataque, se han agrupado alrededor de su bandera, pronto a derramar su última sangre por la patria y ajenos de las rencillas y disensiones ante la inminencia del peligro, forman un sólo cuerpo y una sola voluntad, movidos por las luces de un gobierno patriota.
“Antes que traicionar la patria; muramos por la patria; antes que morir en manos despiadadas y crueles, muramos al pie de esa bandera que nos guía a la gloria en el campo de honor, y sellemos con nuestra sangre la santidad del principio que defendemos. De está manera obedecemos a la necesidad en que nuestros adversarios nos colocan, a los deberes que exige de nosotros la santidad de nuestra causa y al propósito mismo que cada uno hemos hecho al abrazar como nuestro el interés de la patria, de triunfar o perecer en la demanda” dice también la carta.
Recuerda el lema Vencer o Morir, obligación de ciudadano y virtud de héroes, y la doctrina anti-imperialista que enarboló el Paraguay durante su período independiente y soberano, de 1811 a 1870.
El EPP se declara en guerra con “fuerzas internas” que oprimen al pueblo pobre y permiten que fuerzas externas dominen los destinos de la patria.
“El imperio hunde sus garras en nuestra patria gracias a la ayuda de la gran burguesía y los latifundista. Estos, junto a sus partidos y dirigentes políticos, sus agentes de prensa, jueces, fiscales, policías, militares, curas, tecnócratas administrativos oprimen a todos los pobres y explotan a los trabajadores paraguayos” aseguran los insurgentes.
“Hoy, la santidad de la misma causa que ayer defendían nuestros mayores está en nuestras manos” dicen seguros.
Dijo Lord Byron que jamás muere en vano quien muere por una causa grande, y Solano López fue más allá afirmando que quien lo hacía era el verdadero vencedor.
Los miembros del EPP recogen hoy estas banderas, que son izadas cada vez más enérgicas en las selvas del norte de Paraguay. Para ellos, la memoria de Solano López y su legado, siguen intactos en el espíritu y el corazón de los paraguayos.
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