“Cinco mujeres y media”, la última entrega de Francisco González Ledesma, cuyo historial policiaco, perdón literario, ya detallé en mi artículo “Silver Kane, un mercenario del hambre”, pertenece a la serie protagonizada por el inspector Méndez, un policía barcelonés de la vieja escuela, la escuela del sentido común, de la honradez profesional y de la intuición humana.
“Cinco mujeres ... “ es una novela en la que pronto te cae del cielo el primer cadáver, el de Palmira Canadell, una muchacha del barrio del Raval, asesinada y violada por tres hampones a sueldo. Cuando aún no te has quitado de encima este primer fiambre, te derriba el segundo, justamente el cuerpo sin vida de uno de los violadores de la Canadell, un óbito producido por el impecable disparo de un matarife antiguo y eficaz, que regresa de un pasado borroso. Así que, en apenas unas pocas páginas, González Ledesma, utilizando sus propios términos, nos coge por los huevos, nos zarandea y nos conduce por un laberinto de inmobiliarias, negocios turbios y castings cinematográficos, sazonados con antiguos boxeadores, matones, empresarios, putas y viudas con dificultades económicas.
¡Menudo panorama! Sugestivo, morboso, atractivo.
- A que ¿les apetece saber cómo queda la cosa?
- Oiga, la verdad es que sí.
Pues el desenlace no decepciona. No. Al escritor del Poble Sec no le tiembla el pulso al final. Todo lo contrario. Consigue que cataloguemos el tiempo invertido en la lectura de su última novela como satisfactorio, bien empleado y mejor disfrutado.
En “Cinco mujeres ... “, Méndez ha envejecido. Los años no pasan en balde para él. Sin embargo, sigue siendo un inspector especial, con muchas calles pateadas, con muchas horas vigiladas, con muchos interrogatorios resueltos. Méndez vive al margen de las propias normas policiales. “Los hombres como Méndez tienen problemas con cualquier régimen: las dictaduras siempre patean los huevos a los inocentes, y las democracias nunca patean los huevos a los culpables”. Sus superiores y compañeros le permiten funcionar a su aire, entre otras cosas porque nunca está cuando le buscan. Y aunque no desdeña los métodos científicos y modernos, lo suyo es el olfateo, la escucha, la observación y la experiencia.
Hay otra gran protagonista en la novela: Barcelona, una ciudad de contrastes, de luchas y opresiones, de dominios y condominios. Hay una batalla, sorda y fiera, entre la Barcelona de las clases acomodadas, con el riñón oxidado por el vil metal, y la Barcelona humilde y obrera, de camareros, seres desencantados y ropa tendida. “Cinco mujeres y media” muestra la relación casi feudal entre unos y otros en su afán por sobrevivir. Son dos urbes tan opuestas que, en una de las páginas de la novela, podemos leer: “... los soles de la ciudad vieja. Que como se sabe no son los mismos de la ciudad rica, porque la ciudad rica tiene contratado otro sol”. Es la Barcelona de Marsé y un poco menos la de Mendoza, pero ante todo es la Barcelona de González Ledesma.
La narración está llena de ironía y de imágenes mordaces, excelentemente subrayadas por muchos tacos, la mayoría muy bien puestos. No se pierdan las descripciones que Méndez hace de la Loles, una policía que trabaja con él en la comisaría de Drassanes, y de la que, entre otras cosas, dice que tiene “un culo extraparlamentario”. Extraparlamentario, o sea, anticonstitucional.
Para terminar, si tienen ganas de leer un buen relato policiaco, con trasfondo social, textura urbana y sabor agridulce pero mediterráneo, ésta es su novela. No se la pierdan. Recuerden, “Cinco mujeres y media”, de Francisco González Ledesma.
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'Cinco mujeres y media', de Francisco González Ledesma. Editorial Planeta. Junio, 2005.
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