La pandemia provocada por la Covid-19 ha derivado en una disminución del número de pacientes atendidos en consultas de Urología, así como en el número de pacientes intervenidos, según el especialista del equipo Urología Integral del Hospital Nuestra Señora del Rosario, el doctor José Manuel Duarte, quien ha advertido de que, aunque habitualmente las cirugías de enfermedades benignas pueden ser aplazadas sin gran riesgo, "hay casos en los que se puede verse afectada significativamente la calidad de vida de los pacientes".
Esta merma de la calidad de vida se corresponde con los casos de pacientes portadores de sonda por retención urinaria, o de los aquellos que precisan intervenciones más o menos urgentes, como ocurre con los cálculos urinarios en los cuales no se controla el dolor, se complican con infección o alteran la función del riñón.
Así, el experto recuerda que las repercusiones que puede tener el retraso en el diagnóstico y en el tratamiento dependerán de cada patología. En caso de ser precisa una intervención, cada caso debe ser evaluado individualmente, por lo que se sopesarán los riesgos y los beneficios de la misma, teniendo en cuenta su urgencia y el riesgo de contagio.
Concretamente, con respecto a la patología oncológica, se debe valorar la agresividad de cada tumor y el impacto que puede tener el retraso de la cirugía en la progresión de la enfermedad. En este sentido, según señala este especialista, en los tumores de vejiga no músculo-invasivos de bajo grado se puede demorar la cirugía sin riesgo entre 3 y 6 meses; sin embargo, los de alto grado o los tumores que afectan al músculo deben ser intervenidos de forma más preferente.
En lo que se refiere al cáncer de riñón, "en los tumores de pequeño tamaño y limitados al riñón parece que demorar la cirugía entre 3-6 meses no afecta al pronóstico, mientras que en caso de tumores localmente avanzados deben ser asimismo intervenidos de forma preferente", puntualiza.
Así, si se trata de cáncer de próstata, para los tumores de bajo riesgo se puede utilizar la vigilancia activa, mientras que en el riesgo intermedio o alto en la mayoría de los casos se puede demorar la cirugía entre 3-6 meses sin que se afecte a la evolución.
Así las cosas, el doctor Duarte afirma que "cada paciente debe ser evaluado de forma individual valorando los riesgos y beneficios de ser intervenido en cada momento y decidiendo de forma conjunta con el médico la mejor opción según el caso".
AUMENTO DEL RIESGO EN LA CIRUGÍA
Asimismo, ha explicado que ser intervenido estando infectado de forma activa por el virus aumenta de forma muy significativa los riesgos y la mortalidad de la cirugía. "Por ello, todos los pacientes que van a ser intervenidos deben ser evaluados preoperatoriamente mediante un test de PCR para descartar infección", ha detallado. Además, los pacientes con Covid-19 y los no infectados tienen circuitos distintos a todos los niveles de la asistencia, de tal forma que no entran en contacto, ni en quirófano ni en reanimación ni en las plantas de hospitalización.
"En quirófano, la técnica anestésica intenta minimizar la trasmisión a través de aerosoles, cuyo mayor riesgo se produce durante la intubación y extubación, por lo que se intenta, cuando es posible, utilizar otras técnicas", comenta el urólogo, quien añade que, si bien es cierto que no se ha descrito transmisión durante los procedimientos laparoscópicos o robóticos, "se intenta minimizar el riesgo de aerosolización durante las cirugías, mediante la utilización de filtros de partículas", ha concluido.
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