MADRID, 14 (SERVIMEDIA) Los machos humanos perdieron el báculo (hueso del pene) hace alrededor de dos millones de años después de que en la evolución del linaje se separaran de los chimpancés y de los bonobos y predominara la monogamia como forma de apareamiento preferente. Ésta es la conclusión de un estudio realizado por dos antropólogos de la Universidad Colegio de Londres (University College London), que examinaron cómo el báculo evolucionó en los mamíferos y exploraron su posible función en primates y carnívoros, grupos de animales en los que los machos de muchas especies tienen hueso del pene y otras no. La investigación, publicada en la revista ‘Royal Society Proceedings B’, señala que el báculo, que ha sido descrito como “el más diverso de todos los huesos”, varía radicalmente en longitud, anchura y forma en los mamíferos masculinos. Los científicos analizaron la trayectoria del báculo a través del tiempo y descubrieron que éste evolucionó en los mamíferos y los carnívoros hace entre 145 y 95 millones de años, cuando tuvieron un ancestro común. El estudio indica que la presencia del báculo está relacionada en la evolución de los primates con la intromisión sexual prolongada (es decir, cuando la penetración dura más de tres minutos de forma continua) y con altos niveles de competencia posterior al coito entre los machos. "Nuestros hallazgos sugieren que el báculo desempeña un papel importante en el apoyo a las estrategias reproductivas masculinas en las especies donde los varones se enfrentan a altos niveles de competencia sexual postcopulatoria. Prolongar la intromisión ayuda a un macho a vigilar una hembra desde el apareamiento ante otros competidores, incrementando sus posibilidades de transmitir su material genético”, explica Matilda Brindle, una de las autoras del estudio. La investigación ofrece pistas de por qué los seres humanos no tienen báculo y están asociadas a que el objetivo del varón evolucionó a únicamente eyacular, con lo que se acortó la duración de intromisión sexual. “CLAVO FINAL EN EL ATAÚD” En las especies con apareamiento entre múltiples machos y hembras (algo conocido como poligamia), existe una aguda competencia entre los machos para fertilizar a una hembra. Sin embargo, los sistemas de apareamiento de los humanos no son así, que tienden a ser monógamos, por lo que sólo un hombre accede a una hembra y la competencia posterior al coito está ausente o se reduce a niveles muy bajos. “Los seres humanos no tienen prolongadas duraciones de intromisión ni altos niveles de competencia sexual postcopulatoria. Dados los resultados de nuestro estudio, esto puede ayudar a desentrañar el misterio de por qué el báculo se perdió en el linaje humano”, apunta Brindle. Los chimpancés y los bonobos, que son parientes más cercanos a los seres humanos, tienen un báculo muy pequeño (entre seis y ocho milímetros) y duraciones cortas de intromisión (alrededor de siete segundos para los chimpancés y 15 segundos para los bonobos), pero se caracterizan por ser polígamos, con lo que los machos experimentan altos niveles de competencia postcopulatoria. Los investigadores sugieren que ésta puede ser la razón por la que estas especies han conservado un báculo, aunque pequeño. "Después de que el linaje humano se dividiera entre chimpancés y bonobos y nuestro sistema de apareamiento se desplazara hacia la monogamia, probablemente después de hace dos millones de años, las presiones evolutivas que retenían el báculo probablemente desaparecieron. Esto puede haber sido el clavo final en el ataúd para el báculo ya disminuido, que entonces se perdió en los seres humanos ancestrales”, explica Kit Opie, coautor del estudio.
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