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Pepa Crespo, ejemplo de vida y vocación

Hay ecos marineros en muchas de las historias que la madre (o hermana; nunca he sabido exactamente cómo referirme a las monjas) Pepa Crespo Juncosa me contó a lo largo de los años en los que nos tratamos. La conocí de niño, pero no comencé a visitarla con regularidad hasta mucho tiempo después, siendo ella ya una luminosa anciana de ojillos vivarachos verde mar (otra alusión a lo marinero).

Ahora que ha muerto Arévalo (puesto a parir por los “inteligentes” de siempre, a causa de haber hecho chistes de mariquitas y gangosos) puede decirse que sólo nos queda José Mota

Ahora que ha muerto Arévalo (puesto a parir por los “inteligentes” de siempre, a causa de haber hecho chistes de mariquitas y gangosos) puede decirse que sólo nos queda José Mota. Creo que, como pocos, este humorista ha sabido captar la esencia de lo que somos, mal que nos pese. 

Reseña literaria

Hay conceptos que sufren el embate del tiempo y van desgastándose; pierden su vigencia y se esfuman como pavesas al viento. El paso de las generaciones marca ese ritmo sutil que convierte lo actual en pasado, sin que ello excluya que, transcurrido más tiempo, pueda volver envuelto en otra forma, con otro color, pero conservando intacta su esencia.

Exposición valenciana basada en el cómic “Doña Concha, la rosa y la espina”, de Carla Berrocal

Amor, desengaño, distancia, olvido… son sólo algunos de los conceptos que pueblan las letras de un género, la copla, que surgió en las postrimerías del siglo XIX y que alcanzaría su cenit medio siglo después, con nombres que hacen evocar un tiempo, una época en la que el siglo XX avanzaba imparable, rompiendo a su paso mitos y arquetipos, aunque también creando otros nuevos.

Busco la definición de “bon vivant” y encuentro que a la personalidad de Fernando Sánchez Dragó le va así se decía antes- “como guante a la mano”. Se ajusta a la perfección. Había en él un cierto epicureísmo contagioso y una agilidad expresiva que podrían hacer pasar por superficiales muchas de sus opiniones, aunque nada se encontrara más lejos de la realidad.

Lograr que un libro de aventuras mantenga en vilo al lector a través de varios cientos de páginas, constituye una empresa, un reto al que muchos autores se enfrentan con mayor o menor fortuna. Balvanera, la última novela publicada de Francisco Narla, reúne los elementos precisos para convertirla en eso que los anglosajones han llamado un “page turner”, un libro de los que mantienen la intriga del lector desde la primera a la última página.

Parece como si lo que ha ocurrido hace pocos días en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid fuera un hecho insólito, pero no lo es; antes bien, se trata de algo que, de tan viejo, huele como a tocino del rancio. Isabel Díaz Ayuso “sufrió” eso que se ha dado en llamar un “escrache”.

Resulta casi inacabable la nómina de personajes que deambulan como sombras en torno a ciertos protagonistas que marcaron el devenir de los pueblos, contribuyendo con sus acciones, en momentos cruciales, a marcar hitos que los hicieron avanzar en la Historia. Uno de estos protagonistas es, sin duda, Bernardo de Gálvez, gobernador de la Luisiana y más tarde virrey de Nueva España.

Un título como 'El crimen tropical del señor obispo' a nadie puede dejar indiferente. Su autor, Antonio Picazo, es buen amigo de muchos años y, aunque no hayamos coincidido en nuestras largas correrías por el mundo, nos une la pasión por la aventura y el tratar de descubrir para nosotros mismos paisajes y gentes que van siendo cada vez más improbables dada la progresiva uniformidad en la que todo va cayendo.

Siendo un niño de apenas nueve años tuve la inmensa fortuna de visitar en su casa de la Cuesta del Zarzal nº 3, en Madrid, a don Ramón Menéndez Pidal. Incluso a esa edad fui consciente del privilegio que suponía el encontrarme con aquel viejecito frágil, de ojos vivarachos e inmaculada barba blanca, que, sentado en una silla de ruedas, daba frecuentes sorbos a una Fanta servida por su hija Jimena, que permanecía de pie, a su lado.

Han pasado apenas dos semanas desde que se celebrara en Baeza (Universidad Internacional de Andalucía) un curso dedicado a uno de nuestros más señeros escritores vivos: Juan Eslava Galán. Durante cuatro jornadas, desarrolladas en horario de mañana y tarde, un grupo de escritores, amigos todos y discípulos literarios del autor jienense, descubrieron a los asistentes aspectos poco conocidos de su personalidad y de su extensísima obra.

La documentada obra mantiene en todo momento un pulso narrativo casi febril. El libro está dedicado a la memoria de otro gran explorador, Miguel de la Quadra-Salcedo, y cuenta con una estupenda portada del pintor Augusto Ferrer-Dalmau, que refleja toda la soledad, casi ontológica, de uno de los forjadores de nuestra historia en América.

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