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Creo en la existencia de un ser, naturaleza pura llena belleza expandible. Creo en la existencia de una vida, pletórica de fe en su origen lleno de bondad. Creo en la existencia del hombre, creyente en sus dioses, motivo de vida. Creo en una naturalez ejemplo de fecundidad sin egoísmos. Creo, también, por desgracia, que la FE de todos nosotros está desorientada.
Dos sencillos productos de la Tierra, como el buen vino y la harina de trigo, se convierten en celestial Amigo que en el Sagrario, por Amor se encierra.
En nuestro cuadro de mando parpadea la luz roja que avisa que algo no funciona bien en nosotros. Hoy, con el ateísmo imperante, cuando parpadea la luz roja nos damos prisa para acudir al sicólogo o al siquiatra para que nos haga un chequeo y nos recete la “pastilla de la felicidad” que haga desaparecer el dolor emocional que nos impide dormir bien.
Leí hace tiempo de una niña llamada Liz. Sufría una extraña enfermedad; la única posibilidad de recuperarse era recibir una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a esa extraña dolencia y que había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermanito, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a la hermana. Él dudó un poco, y respondió "si, lo haré si esto salva a Liz".
¿Quién se atreve ¡vive Dios! a decir que Dios no vive? ¿Quién puede ser tan proclive a tan impío contradiós?
Este domingo II de Pascua es llamado de la “Divina misericordia”, y la verdad es que si de algo está necesitado el mundo es de misericordia. El papa Francisco lo ha recordado hace pocos años, haciendo propaganda del libro de Kasper. Es una palabra que viene de miseria y de corazón, sentir con nuestro corazón la miseria de los demás.
Después que Adán pecase desapareció la paz original. Desapareció el reconfortante pensamiento único que existía. Aparecieron las divergencias. Irrumpe el problema cuando se tienen que contrastar las distintas formas de pensar. Génesis registra el primer caso de conflicto destructivo que tiene que ver con el concepto distinto que dos hermanos tienen de Dios.
La vida tiene curiosos caminos y rumbos, y muchos son los senderos que, desde la introspección de las dudas, nos invaden. Ahí está la música que sirve como elemento de fe. El rock and roll ha servido y sirve para mostrar los matices de fervor que llevan hacia la fe y la espiritualidad.
Dentro de muy pocos días, el 26 de abril, recordaremos a nuestro querido “Hermano Rafael”, San Rafael Arnaiz Barón, hermano trapense del monasterio de Dueñas (Palencia), nacido el año 1911 y fallecido a los 27 años. Fue beatificado el año 1992 por San Juan Pablo II y Canonizado el 11 de octubre de 2009, por Benedicto XVI.
El 2 de abril es el aniversario de la muerte de Juan Pablo II. El año de su fallecimiento, esta fecha caía en la víspera de la fiesta de la Divina Misericordia, que él instauró siguiendo la devoción impulsada por Santa María Faustina Kowalska, la monja polaca que recibió esa misión de Jesús.
Pascua significa “pasar”: así como el pueblo hebreo pasó por el mar rojo a la tierra prometida, también nosotros salimos de la esclavitud de la muerte a una vida en libertad que continúa después de esta, en la casa del Padre. Pascua es el paso de la muerte a la vida, la experiencia de que la resurrección de Jesús es también la nuestra: "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba...; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra" (nos dice san Pablo).
La periodista finaliza la entrevista que le hace a José Ramón Ayllón, filósofo y experto en ética con esta pregunta: “¿Dónde está el norte? La respuesta que recibe del sabio es: “Lo que pide el bien es lo que naturalmente conviene, que objetivamente nos enriquece o perfecciona. Y esto te lo marca tu conciencia. Piensa con conciencia y aplica la regla aurea”. El filósofo deja la responsabilidad de decidir qué es el bien o qué es el mal, a la conciencia. La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Es fiable la conciencia?
En estos días de Semana Santa, me viene a la memoria, ignoro el porqué, la cuestión de las reliquias, objetos esenciales a lo largo de nuestra historia. Su apariencia y rasgos se ofrecen variados, desde recortes del cuerpo de un santo, como huesos o cabello, hasta lugares considerados sacros y devenidos destino de peregrinación, pasando por artefactos asociados a eventos significativos o a la propia divinidad, como la túnica de Jesucristo.
Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.
Soneto dedicado a la Hermandad del Cristo de los Estudiantes de Córdoba que ha logrado esta imagen, tan cabal como conmovedora, que nos acerca, más aún, al Cristo Vivo del Sagrario.
Te he mirado Señor, como otras veces, pero hoy tu rostro está más afligido. Sé que ahora te sientes muy herido por agravios que tu no te mereces.
Los cuadros impresionistas deben contemplarse con una perspectiva adecuada, para que en nuestros ojos se formen las imágenes completas. Así también, la Semana Santa debe ser vivida desde nuestros ojos del alma para poder comprender su sentido profundo.
El escrito “Santidad de la vida no nacida”, dice: “La vida de un ser humano no puede ser destruida injustamente sin incurrir en la vida del Dios sagrado, que ve la destrucción de su imagen como una afrenta a sí mismo”, señala, “incluso antes de nacer todos los seres humanos somos la imagen de Dios, y sus vidas no pueden ser destruidas sin borrar su gloria”.
La Semana Santa está ahí, entre nosotros, evocando la última semana de Cristo en la tierra. Ojalá sea motivo para crear- recreándonos un diálogo fructífero, que nos haga conjugar el intelecto con la espiritualidad, ayudándonos a unirnos y a reunirnos entre diversos armónicamente, con un objetivo fundamental, que espigue la amistad y la confianza en los pulsos andantes.
Mi corazón se llena de alegría, sabiendo que el buen Dios, Amor inmenso, quisiera ver mi alma, siempre en ascenso, para poder vivir Su cercanía.
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